Quedan seis días hábiles hasta las elecciones legislativas y en el Banco Central están resignados. Es muy poco lo que se puede hacer en los próximos días para calmar la ansiedad del mercado, más allá de parches de poco alcance, como prohibirle a los bancos a incorporar divisas en sus balances hasta fin de mes. Por eso, tanto Martín Guzmán como Miguel Pesce ya están pensando en el “día después”, o sea cómo hacer para encauzar el tipo de cambio a partir de señales que permitan devolver cierta tranquilidad.
No está claro si podrán lograrlo. En primer lugar porque habrá que esperar el resultado de las elecciones y cuál es la reacción posterior dentro del Gobierno. Los antecedentes son preocupantes. La derrota que sufrió el oficialismo en las PASO enfrentó duramente a la vicepresidenta, Cristina Kirchner, con el Presidente.
No sólo se precipitaron varios cambios de Gabinete después del 12 de septiembre sino que además se tomaron medidas que generaron más preocupación entre los inversores: un cepo cambiario más duro, fuerte emisión de pesos para mejorar el poder adquisitivo de corto plazo, y un congelamiento de precios que ya fracasó en infinidad de oportunidades para bajar la inflación.
Por eso, pensar en qué podría suceder a partir del 15 de noviembre parece un ejercicio de ciencia ficción, aunque faltan escasos diez días. El diagnóstico del equipo económico es que la situación es manejable siempre que exista respaldo político. Además, estarán obligados a dar señales bien concretas para lograr el objetivo: convencer al mercado que no se viene una devaluación brusca y que es posible bajar la brecha cambiaria.
El objetivo de Guzmán pasaría por repetir las medidas adoptadas luego del pico que hizo el dólar en noviembre del año pasado. Pero deberá encauzar un acuerdo con el FMI, seguir achicando el déficit fiscal y aumentar gradualmente el ajuste del tipo de cambio oficial para salir del ritmo actual del 1% mensual
Hay un antecedente que juega a favor de Guzmán. A fines de octubre del 2020 el dólar libre voló a $ 190 y la brecha cambiaria llegaba en aquel momento al 130%. Seis meses después, a partir de un comportamiento fiscal y monetario mucho más ajustado, el tipo de cambio bajó a $ 140 y la brecha se había achicado a sólo el 60%.
Pero ahora la situación luce más compleja, sobre todo en el plano político. El Gobierno podría quedar en una situación mucho más endeble si el resultado electoral es negativo para el oficialismo. Esto provocaría mucho “ruido” interno, lo cual volverá más compleja cualquier decisión de política económica.
¿Cuáles son esas “señales” que podrían llevar cierta tranquilidad al mercado cambiario? La más relevante es el acercamiento a un acuerdo con el FMI. Es la noticia que espera todo el mercado, aunque no está tan claro si será posible llegar a entendimiento aunque sea preliminar antes de fin de año.
Luego no hay demasiados misterios, se trata de repetir lo que ya se intentó con cierto éxito a fines del año pasado. Es decir dar más señales de austeridad fiscal y bajar la emisión monetaria del Central.
El Gobierno podría quedar en una situación mucho más endeble si el resultado electoral es negativo para el oficialismo. Esto provocaría mucho “ruido” interno, lo cual volverá más compleja cualquier decisión de política económica
Pesce confían en que el ingreso de dólares de diciembre, con la liquidación de la cosecha fina, será suficiente para empezar a equilibrar el mercado cambiario. Y así se podría manejar un aumento del tipo de cambio oficial a un ritmo mayor al actual, pasando de 1% a 3 ó 4% por mes.
El pronóstico sobre lo que podría suceder a partir del 15 de noviembre es difícil de predecir. Paradójicamente, un resultado electoral adverso al oficialismo podría ayudar a mejorar las expectativas tal como sucedió inmediatamente después de las PASO.
La incertidumbre es tal que ni siquiera está garantizada la continuidad de Guzmán ni de Pesce. Todo dependerá de la magnitud de una eventual derrota del Gobierno y las alternativas de recambio que estén disponibles. Además, también estará en relación con el rumbo que se quiera adoptar para los dos años de mandato que le restan a Alberto Fernández.
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