“Estuve un mes ahí. Era el momento en que había que reconfeccionar los precios máximos por ese asunto del petróleo y porque se había resentido toda la política de congelación de precios. El secretario de Comercio tenía una tarea ímproba y además sumamente ingrata; yo estaba firmando resoluciones todos los días fijando precios y no sabía si eso correspondía o no: si a lo mejor detrás de la planilla que me traían para firmar había algún negocio. Yo no sabía nada y tenía ganas de irme de ahí, cuando me ofrecen la intervención en Mendoza, sin haberlo pedido”.
Así resumió Antonio Cafiero, abuelo de Santiago, actual canciller y exjefe de Gabinete del gobierno de Alberto Fernández, la tarea que entre julio y agosto de 1974 le tocó como secretario de Comercio, el cargo que ahora ocupa un kirchnerista de paladar negro como Roberto Feletti, cuya principal gestión como funcionario nacional la cumplió como viceministro de Economía de Amado Boudou, en el primer gobierno de Cristina Fernández de Kirchner
Cafiero hizo aquellas confesiones a la historiadora María Sáenz Quesada, quien las consignó en el libro “Isabel Perón”, publicado en 2003. Quién sabe si dentro de 30 años Roberto Feletti, que este viernes cumplió 63, vivirá para recordar estos días en que fija precios de centenares de artículos cuyos procesos de producción, distribución y comercialización y cuya demanda desconoce tanto como su segunda, Débora Giorgi, con quien supo compartir el timonel de la economía de La Matanza, principal bastión peronista del conurbano.
Sería extraño que de verdad crea en la eficacia de sus resoluciones (la primera, con el número 1050, el mismo de aquella fatídica circular del BCRA sobre crédito hipotecario en tiempos de la dictadura). Su tarea parece más bien un simulacro, destinado más a echar culpas que a contener la inflación. El listado de productos congelados revela además que el Gobierno no tiene siquiera información ordenada de los 18 programas de precios previos que venía aplicando ni criterios para diferenciar lo esencial de lo accesorio, al punto de incluir casi un centenar de bebidas alcohólicas.
A congelar, que se acaba el mundo
Si los congelamientos y controles de precios fueran eficaces, la Argentina habría erradicado la inflación hace décadas. Cafiero ya lo sabía en 1974, porque más de veinte años antes, como el ministro más joven del gabinete del segundo gobierno de Juan Domingo Perón, había integrado (junto al ministro de Economía, Alfredo Gómez Morales, y al de Agricultura, Carlos Hogan) el “Grupo Económico” (GE) que creó, entre otras cosas, la “Dirección Nacional de Vigilancia de Precios” cuya meta principal era contener el de la carne, que por entonces, precisa Claudio Belini, investigador del Conicet que accedió a las Actas del GE, explicaba 30% del gasto en alimentación y 16,4% del gasto total de la familia obrera.
Ni con el control directo de 200 mercados de expendio, la fijación de precios tope en Liniers y en la venta minorista y la acusación de “agio y especulación” a los carniceros, el Grupo Económico pudo controlar el precio de la carne
Ni con el control directo de 200 mercados de expendio, la fijación de precios tope en Liniers y en la venta minorista y la acusación de “agio y especulación” a los carniceros, el GE pudo controlar el precio de la carne vacuna. Recién en 1953, con un plan ultra-ortodoxo, Gómez Morales logró detener por un tiempo la inflación, pero el gobierno igualmente ordenó al Jefe de la Policía Federal y Director Nacional de Abastecimiento, Miguel Gamboa, crear 25 “Brigadas Especiales” para “vigilar” las carnicerías de la Capital y el Gran Buenos Aires (parte de esa historia es también la nunca aclarada muerte violenta de Juan Duarte, hermano de Eva Perón, sospechado de negociados con la carne, y la decisión posterior de Perón de intervenir el Instituto Nacional de Carnes)..
Esos recuerdos estaban seguramente en la memoria de Antonio Cafiero en 1974, cuando no quería hacer lo que ahora hace Feletti. Sabía de dónde venía. En 1973 el ministro de Economía José Ber Gelbard (lo fue de 4 presidentes: Héctor Cámpora, Raúl Lastiri, Juan Domingo Perón y Estela -Isabel- Martínez de Perón) había firmado un “Pacto Social” e impuesto un congelamiento de precios y salarios que logró reducir la inflación del 60,3% a 24,3% el año siguiente, en el que se sancionó la ley “de Abastecimiento”, la misma que blande ahora Roberto Feletti, junto a brigadas de intendentes y militantes dispuestos al abordaje de gòndolas.
In memorian
Harían bien en recordar cómo fue aquello. En agosto 1973 el presidente interino, Raúl Lastiri, había nacionalizado los depósitos bancarios, en agosto de 1974 se nacionalizaron las bocas de expendio de combustible y aún existían las Juntas Nacionales de Carnes y de Granos, pero las presiones acumuladas pudieron más y desembocaron en el “rodrigazo” de 1975, cuando la inflación fue de 183 por ciento.
Faltaban azúcar y aceite y florecían los mercados negros. Radios y TV debían pasar al menos 75% de música nacional, pero faltaba vinilo (importado) para hacer los discos de los músicos locales
Así como ahora faltan cubiertas, repuestos e insumos productivos y hasta pelotas de tenis, entonces faltaban azúcar y aceite y florecían los mercados negros. La burla de la realidad a las intenciones llegaba hasta las ondas sonoras. El Gobierno había impuesto que radios y TV pasaran al menos 75% de música nacional, pero faltaba vinilo (importado) para hacer los discos de los músicos locales.
El único gobernador peronista que apoyaba con énfasis a Isabel Perón era el mandatario riojano, Carlos Menem, que hasta hablaba de la posible “reelección” de la entonces presidente. Quince años después, en 1991, ya presidente, Menem renegaba explícitamente de los controles de precios, como puede verse y escucharse aquí abajo.
El “asunto del petróleo” mencionado por Cafiero al inicio de esta nota era el primer shock petrolero que, sumado a la baja de la extracción local, obligó a gastar dólares cada vez más escasos para importar petróleo cada vez más caro. Algo que hoy vuelve, como dejá-vú: bajísimas reservas del BCRA y precios de la energía que, según dijo el jueves el FMI, seguirán siendo altos hasta bien entrado 2022.
Tras su raudo rol de escéptico controlador de precios y su intervención en Mendoza, Antonio Cafiero volvió al gabinete como ministro de Economía (el penúltimo de la gestión de Isabel, en la que introdujo el concepto de “indexación”; si no se podía vencer a la inflación, buscaría neutralizarla) y después embajador ante el Vaticano.
Algo que hoy vuelve, como dejá-vú: bajísimas reservas del BCRA y precios de la energía que, según dijo el jueves el FMI, seguirán siendo altos hasta bien entrado 2022
¿Cuál era el problema en 1974? “Yo pienso -le dijo Cafiero a Sáenz Quesada- que Gelbard se había enamorado de la estabilidad y sabía que devaluando la moneda se iba a reiniciar el proceso inflacionario (…) Era una actitud voluntarista frente al problema económico”.
De Cafiero a Guzmán
Fast Forward a 2021 y Martín Guzmán niega que vaya a haber devaluación, al cabo de 12 meses en que la inflación fue del 52%, duplicando así la suba del tipo de cambio oficial, con tarifas semicongeladas, caída real de jubilaciones y salarios, reservas internacionales flacas y una dinámica monetaria que Jorge Vasconcelos, economista del Ieral, resumió en un dato: del primer semestre a lo que va del segundo el ritmo mensual de emisión y deuda del BCRA aumentó 160 por ciento.
Ramiro Castiñeira, de Econométrica, calculó a su vez que para empatar la inflación acumulada entre diciembre de 2019 y septiembre 2021 las tarifas de electricidad y gas deberían aumentar 68,5%, las del transporte público 35,4%, las de telefonía e internet 32,5%y la medicina prepaga 25,1 por ciento.
La consultora Equilibra, por su parte, calculó que entre asistencia al Tesoro y pago de intereses, en el último trimestre del año el BCRA emitirá $950.000 millones y completará $1,7 billones de aporte al Ministerio de Economía.
En 2016, un Martín Guzmán con mayor capilaridad refería el problema de la “apreciación” cambiaria, esto es, del dólar oficialmente rezagado. “La gente entiende que eso es insostenible, entonces empieza a pensar que se va a depreciar el dólar”, explicaba el entonces Fellow de la Universidad de Columbia y del Centre for International Governance Innovation”, sus plataformas académicas de escalamiento político, flanqueado por Noemí Brenta, una estudiosa y crítica del FMI.
“¿Qué hace la gente cuando ve expectativas depreciatorias?”, preguntaba el hoy ministro. Y respondía: “Va a comprar dólares. ¿Qué pasa con las reservas? Se caen. Por una parte empezás a tener problemas del lado comercial que, si no hacés nada, empezás a perder reservas por ahí”. Parece una cruda descripción de lo que sucede en estos días.
“¿Qué hace la gente cuando ve expectativas depreciatorias?”, preguntaba el hoy ministro Economía. Y respondía: “Va a comprar dólares”
Guzmán enumeraba luego la pérdida de reservas por el turismo. “Empezás a perder dólares ahí también, te empezás a quedar sin reservas. Para poder controlar eso empezás a meter un montón de controles desde la importación y desde la posibilidad de comprar dólares, pero eso te afecta todo tu esquema. Esa es la reacción a la que le pifiaste desde la macro”.
Hijos y entenados
Por suerte para Guzmán, el actual gobierno no cree (o simula no creer) que la inflación actual tenga origen en una “pifiada” desde la macro. Lo exime así de solucionar el temita de la aceleración de la suba de precios, tarea que asigna a Feletti, para que a fuerza de resoluciones logre lo que hace casi 50 años Antonio Cafiero sabía que no se podía lograr, porque lo había aprendido a principios de los ‘50s, hace 70 años.
Paradójicamente, mientras grita “culpables” y apunta con el dedo a los productores de alimentos (pero se abstiene de señalar a los de textiles e indumentaria, cuyos precios aumentaron más), el Gobierno extendió hasta 2038 la promoción industrial de Tierra del Fuego, un régimen que este año costará $150.000 millones de “gasto tributario”, obliga a los argentinos a pagar más caros los productos electrónicos y cumplirá así 66 años desde sus inicios en 1972, bajo el concepto de “industria naciente”.
Además, el 13 de octubre firmó un convenio para garantizarle a Aluar (compañía en cuyo origen estuvo Gelbard, ministro de Perón) energía eléctrica a precio controlado, para que aproveche a full el mercado internacional, donde el aluminio registra los precios más altos de los últimos 13 años y en lo que va de 2021 aumentó más del 50% gracias, entre otras cosas, a un golpe de Estado en Guinea, el segundo productor mundial de bauxita, mineral clave en la producción de aluminio.
Ese mismo día, el Gobierno anunció también una línea de crédito fuertemente subsidiada a la industria naval, que seis días después fue partícipe de una chapucería: la botadura de una lancha de la Armada sin timones, ni ejes, ni hélices, en un acto de campaña electoral del que participaron el gobernador bonaerense, Axel Kicillof, y el ministro de Defensa, Jorge Taiana.
El Gobierno se encamina así a la elección del 14 de noviembre, y la Argentina, a un nuevo choque de la obcecación con la experiencia.
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