La estrategia de “planchar” el tipo de cambio oficial para frenar la suba de la inflación fue una de las medidas más relevantes que adoptó el ministro de Economía, Martín Guzmán, para atravesar el complejo 2021. Pero el resultado fue pésimo. Los precios mantuvieron un ritmo acelerado acelerado a lo largo de todo el año, a pesar que el dólar aumentó apenas 1% por mes.
Un informe elaborado por Ieral, de la Fundación Mediterránea, puso en blanco sobre negro este comportamiento. La variación acumulada para el dólar oficial hasta septiembre fue de 17,5%. Sin embargo, el índice de inflación minorista subió 37% y el mayorista 39,8%, es decir que más que duplicaron la evolución de la divisa.
Extrapolando el mismo comportamiento de ambas variables hasta fin de año los resultados son aún más impactantes. Si se mantiene el ritmo actual el dólar oficial terminará aumentando 23,9% pero la inflación minorista, casi 52%, y la mayorista, 56%.
Tanto desde Economía como desde el BCRA descartan la posibilidad de una devaluación brusca. Sin embargo, se da por descontado que la divisa tendrá como mínimo que subir al ritmo de la inflación, es decir entre 3 y 4% por mes después de fin de año
“En ese caso, la variación de la brecha entre la inflación y el dólar habrá llegado a 32 puntos porcentuales. Lo habitual, en situaciones normales, es que los precios mayoristas se muevan en sintonía con el tipo de cambio oficial”, agrega el informe.
El objetivo de Guzmán era contener la suba de la inflación durante 2021, luego de la megaemisión de pesos que llevó adelante el BCRA el año pasado para hacer frente a las necesidades de la pandemia. Esa expansión récord en la cantidad de dinero primero provocó un fuerte salto del tipo de cambio libre, que llegó a $ 190 hace exactamente un año, pero luego comenzó a traspasarse a los precios.
La evidencia de lo sucedido este año es que anclar el tipo de cambio oficial para frenar la suba de la inflación estuvo lejos de tener el efecto esperado. Detrás de esta lógica está la expectativa de abaratar los insumos importados y controlar así los costos de las empresas.
Pero hubo varios aspectos de la estrategia que no funcionaron. En primer lugar, planchar el dólar oficial provocó que aumentara la brecha cambiaria, que en marzo se había reducido a un 60%. Sin embargo, el aumento de las otras cotizaciones llevó a un incremento nuevamente arriba del 90%, desatando fuertes expectativas de devaluación del tipo de cambio oficial.
Anclar el tipo de cambio como estrategia antiinflacionaria no tuvo el efecto que buscaba Martín Guzmán a principio de 2021. El incremento de la brecha cambiaria y el aumento de las expectativas de devaluación conspiraron para que se pudiera obtener un buen resultado en la pelea contra el aumento de los precios
El Gobierno enfrentará próximamente otros desafíos. Seguramente deberá empezar a sincerar el dólar oficial después de las elecciones. Tanto desde Economía como desde el BCRA descartan la posibilidad de una devaluación brusca. Sin embargo, se da por descontado que la divisa tendrá como mínimo que subir al ritmo de la inflación, es decir entre 3 y 4% por mes después de fin de año. Esto a su vez retroalimentaría más presión sobre los precios, que ya vienen recalentados. La decisión de avanzar con congelamientos masivos de la canasta de consumo sólo patea el problema para adelante.
El funcionamiento del mercado cambiario es uno de los temas centrales que se discutirán con el FMI para llegar a un acuerdo. El estricto cepo al dólar y los múltiples tipos de cambio no son vistos con buenos ojos históricamente por el organismo. Aunque por ahora no hubo mayores trascendidos, el objetivo sería ir hacia una normalización gradual, con menos restricciones y una política que también ayude a reducir la brecha. Pero por ahora nada de eso es factible con los altos niveles de desconfianza de los inversores en relación a la política económica que lleva adelante el Gobierno.
Los controles de precios, atrasos tarifarios, fuertes restricciones cambiarias y ampliación de los tiempos para diseñar un programa con el FMI tampoco juegan a favor. El día después de las elecciones obligará al Gobierno, cualquiera sea el resultado, a tomar medidas para volver a alinear las expectativas y transitar lo mejor posible los dos años de mandato que le restan a Alberto Fernández.
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