Lejos de plantear un cambio de rumbo tras la derrota en las PASO, el Gobierno optó por hacer más de lo mismo, pero mucho más rápido. En realidad, todo va en la misma dirección que había marcado Cristina Kirchner en su carta la semana posterior a las primarias. Allí la vicepresidenta no sólo forzó los principales cambios en el Gabinete sino que además planteó qué medidas debían encararse para mejorar el resultado electoral.
Todo se va siguiendo en forma casi lineal a sus designios, sin que importen demasiado los desequilibrios que se siguen acumulando y pueden dar lugar a una nueva crisis. La última novedad es el congelamiento de precios de consumo básico por 90 días. Cristina había resaltado en aquella oportunidad el deficiente control sobre los precios, enfatizando la problemática en alimentos y medicamentos.
El primer paso fue la salida de Paula Español como secretaria de Comercio Interior, reemplazada por dos viejos conocidos de Cristina: Roberto Feletti y la reaparición estelar de su ex secretaria de Industria, Débora Giorgi. El segundo es el anuncio de ayer para avanzar con nuevos congelamientos por 90 días, incluyendo una lista de más de 1.200 productos.
“Siempre intentan lo mismo y nunca sale. Más de la mitad de los precios de alimentos son productos frescos, que no se pueden controlar y que aumentaron 180% desde que arrancó la pandemia”, se quejaba uno de los principales referentes de la industria de alimentos del sector. En el supermercadismo también advierten que los controles son deficientes, además de transformarse en una olla a presión. “Detectamos diferencias de precios de hasta 200% en muchos productos que se venden en almacenes, proveedurías o kioscos. Es imposible controlar los precios en más de 300.000 bocas en todo el país”, señalan.
Las críticas de Cristina por la dura derrota de las PASO no apuntaron al tipo de medidas adoptadas por el Gobierno. Al contrario, se quejó amargamente porque se avanzó de manera demasiado tímida, no sólo a la hora de controlar precios, sino en la dinámica de un gasto público que quedó demasiado corto para mejorar el ingreso de las familias.
Ya cumplido un mes desde las elecciones primarias, las medidas del Gobierno pasan por acelerar todo lo que se venía haciendo en los meses previos. El interrogante es si hacer más de lo mismo y más rápido permitirá obtener resultados diferentes en las legislativas, dentro de exactamente un mes. Por ahora nada parece conmover demasiado al electorado.
Las tres claras líneas de acción elegidas por el Gobierno para atravesar esta transición hasta las elecciones son las siguientes:
- Profundización del cepo cambiario: el objetivo es evitar cualquier tipo de shock con el tipo de cambio antes de las elecciones. Si la brecha cambiaria sigue aumentando y el dólar libre supera los $ 200 en este período podría ser un durísimo golpe para las chances electorales del Gobierno. Por eso, se optó que el ajuste sea por cantidades. Para impedir que el dólar se mueva fue necesario cerrar todavía más las compuertas de acceso a los dólares oficiales. Los grandes perdedores en esta etapa fueron los importadores y las empresas que precisan importar insumos para su producción local. Las últimas medidas del Banco Central, obligando a girar dólares exclusivamente contra “despacho a plaza” ya empezaron a generar estragos en las empresas y la situación podría agravarse en las próximas semanas.
La postergación del acuerdo con el FMI hasta el primer trimestre de 2022 podría ser problemática, teniendo en cuenta los crecientes desequilibrios de la economía y la desconfianza entre los inversores. El riesgo es que el desborde fiscal y monetario genera una nueva crisis si se dilata mucho la negociación
- Fuerte aceleración del gasto y de la emisión monetaria: el rojo fiscal del segundo semestre más los gastos vinculados con los anuncios de campaña electoral se están haciendo sentir con un aumento del rojo de las cuentas públicas. Justamente el reproche de Cristina hacia Martín Guzmán fue haber llegado a fin del primer semestre casi en equilibrio fiscal. Claro que ese camino que permitió además una mayor estabilidad cambiaria se está desandando en esta segunda parte del año. El peligro es que el desborde monetario termine generando fuerte presión sobre el dólar y un pico inflacionario hacia fin de año y especialmente en los meses de verano.
- Renovados controles de precios: la reciente ofensiva del tándem Feletti-Giorgi remite a las prácticas más rancias del kirchnerismo y también podrían generar un efecto contraproducente en el electorado. Ya todo el mundo sabe que este tipo de congelamientos se paga con mayores remarcaciones una vez que se empieza a explorar una salida del esquema. Se trata de alivios temporales para el bolsillo que no se sostienen. Durante la pandemia y por más de un año rigieron más de 2000 precios máximos y sin embargo la inflación de este año se acercará al 50%.
Con tantos desequilibrios acumulados, la noticia de que las negociaciones con el FMI se alargarán hasta principios del año próximo podría resultar peligrosa. Esperar cuatro o cinco meses para definir una regla monetaria o cuál será el ritmo de disminución del déficit fiscal es un “lujo” que la economía difícilmente se pueda dar.
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