
No llegar a un acuerdo con el FMI o, lo que es lo mismo, caer en default con el organismo, llevaría a la Argentina a un escenario totalmente desconocido y peligroso. No sólo se desataría una fuerte crisis de confianza (mucho peor a la actual), que podría generar fuertes impactos sobre el tipo de cambio y los precios. Además, el país perdería acceso en forma casi absoluta a cualquier financiamiento internacional, por ejemplo de parte de organismos multilaterales, el Club de París y posiblemente de otras naciones que hoy están dispuestas a seguir apostando a la Argentina, como es el caso de China.
Posiblemente sea por esto que el Gobierno se esmera en sostener que las negociaciones para llegar a un nuevo acuerdo con el FMI están “encaminadas”. Claro que, al mismo tiempo, el propio Alberto Fernández le dijo ayer a empresarios que tendrán que tener paciencia. El propio Presidente les aseguró que la intención es llegar a un entendimiento en el primer trimestre de 2022.

No queda mucho margen para seguir estirando los plazos, porque a fin de marzo cae un vencimiento de capital de USD 4.000 millones que el país no podría afrontar. Durante todo el año que viene habría que pagarle al FMI, si no hubiera un acuerdo que permita patear esos vencimientos para adelante, unos USD 18.000 millones y otros USD 17.000 millones adicionales en 2023.
Pero mientras tanto no habrá otro remedio que afrontar los pagos hasta fin de año, que podrían haberse refinanciado con un acuerdo. En noviembre vencen casi USD 450 millones de intereses y en diciembre USD 1.900 millones en concepto de pago de capital.

Claudio Loser, economista y ex director del departamento occidental del Fondo, señaló que las consecuencias de no arreglar con el organismo y caer en default serían trágicas. “El Banco Mundial suspendería inmediatamente cualquier programa crediticio con la Argentina y es muy probable que el BID haga lo mismo. Seguramente esto también impactaría en asistencia de países como China, que ya tuvieron malas experiencias en financiamiento directo a países asiáticos, africanos y también con Venezuela”. Además, a mediados de año se cerró un arreglo transitorio con el Club de París, para que la deuda acumulada por USD 2.000 millones pueda ser refinanciada, pero siempre dependiendo de un acuerdo previo con el Fondo.
Por eso, en la jerga financiera consideran que el país que cae en default con el Fondo pasa a ser un “paria internacional”, es decir alguien a quien nadie estaría dispuesto a prestarle. Para la Argentina es casi de vida o muerte, porque el país ya hace tiempo está afuera de los mercados internacionales, pero conserva la ventana de los organismos y otros prestamistas oficiales.
“Por supuesto que para el Fondo es importante arreglar con la Argentina y es una muy buena noticia la confirmación de Kristalina Georgieva que está muy comprometida con eso. Pero claramente es mucho más urgente el acuerdo para el Gobierno que para el FMI”, agrega Loser.

Con este panorama, Martín Guzmán no tiene demasiadas chances de imponer demasiadas condiciones en las negociaciones. Por lo pronto, la posibilidad de renegociar la deuda a un plazo mayor a diez años (incluyendo cinco de gracia para empezar a pagar el capital) está prácticamente descartada. No es algo previsto en los acuerdos de facilidades extendidas que ofrece el organismo. Tampoco habría buena recepción a la idea de eliminar la “sobretasa” que el Fondo cobra a los países que renegocian sus deudas con sucede con la Argentina.
Sin mayores cambios en tasas ni plazos, lo que resta por supuesto es definir el contenido del acuerdo. Allí se establecerán las nuevas metas fiscales, financiamiento al Tesoro por parte del Central e incluso una guía sobre cómo manejar la vuelta a la normalidad de la política cambiaria. La convivencia con más de diez tipos de cambio diferentes difícilmente consiga la aprobación de los equipos técnicos del organismo.
La tarea reviste tal nivel de complejidad que el propio FMI se abstuvo de realizar un pronóstico de inflación para el 2022, aclarando que primero es necesario conocer cuál será el contenido del futuro acuerdo. En otras palabras, la inexistencia del mismo generaría un mayor desarreglo monetario y cambiario, agravando notablemente los desequilibrios que acumula la economía argentina.
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