Las críticas y la presión sobre la directora gerente del Fondo Monetario Internacional, Kristalina Georgieva, por su rol en la manipulación de datos de un informe del Banco Mundial, cuando era la número dos de ese organismo, siguen en aumento.
The Economist, una de las publicaciones de mayor peso en los círculos económicos y diplomáticos internacionales, ya pidió abiertamente su renuncia, y en su edición de este sábado el no menos influyente diario Financial Times vuelve sobre el tema, luego de publicar ayer un editorial en el que lamenta que el Banco Mundial haya decidido discontinuar la publicación del informe anual “Doing Business” a causa del episodio en el que intervino Georgieva. En su nota de hoy el FT recapitula el tema y destaca el malestar y los cuestionamientos que la situación provoca en el personal del Fondo Monetario, al que Georgieva busca apaciguar, amén de que necesita sobreponerse a cualquier objeción que surja del Consejo Directivo y del Comité de Ética del organismo al que arribó hace poco menos de dos años.
Georgieva está acusada de haber ejercido presión sobre personal del Banco Mundial para que asigne mejores notas y mejor posición de China en el ranking de competitividad y clima de negocios que se publicó en el año 2018 y que produjo el alejamiento de la entidad de su entonces economista jefe, el premio Nobel de Economía Paul Romer, quien se fue cuestionando la integridad de Georgieva.
Como señalara un exintegrante del Board del Fondo, aunque Georgieva supere esta crisis, verá enormemente su reducido su margen de laxitud para, eventualmente, empujar políticamente acuerdos con gobiernos cuyos programas sean menos que satisfactorios según la evaluación técnica del ortodoxo personal de la institución. Tal bien podría ser el caso de la Argentina, con el que el organismo viene sosteniendo un largo y hasta inconclusivo intercambio de información y pareceres. Del otro lado, también el ministro de Economía, Martín Guzmán, llega debilitado por las críticas y la presión kirchnerista a lo que debiera ser el tramo final de la negociación.
En su nota de hoy el FT da cuenta del fuerte rechazo de Georgieva a la acusación de haber sido parte de un quid-pro-quo, suerte de intercambio de favores del Banco con China para que la potencia asiática, el tercer aportante más importante, sea menos reticente a reforzar el capital de la institución, que a cambio fue más benevolente en la elaboración del “Doing Business” y buscó modos de elevar su posición, del puesto 85 al 78 en el ranking. Ese intercambio, concluyó una auditoría privada contratada por las actuales autoridades del Banco ante diferentes quejas recibidas, estuvo fundamentalmente a cargo de la búlgara Georgieva y de su connacional Simeon Djankov (nombre de un patriarca búlgaro del siglo X), que ya no es funcionario del Banco.
Yo no fui
“Entre crecientes pedidos para que dimita”, dice el diario británico, Georgieva niega con vehemencia las acusaciones. “Permítanme ser clara; las acusaciones están equivocadas; no presioné a nadie para alterar reporte alguno”, dijo ayer la titular del Fondo en un comunicado. Sus palabras se conocieron mientras el Consejo Directivo (Board) del Fondo sopesa los argumentos, acusaciones y testimonios contenidos en el informe del Estudio Wilmer Hale, que elaboró la auditoría acusatoria al cabo de una investigación de varios meses y en la que entrevistó a decenas de funcionarios y exfuncionarios del Banco Mundial.
Según el Financial Times, el informe de Wilmer Hale repercutió fuertemente en los entes financieros multilaterales con sede en Washington. Georgieva dijo que explicará “pronto” la cuestión a los miembros del directorio del FMI, que aún no llegaron a ninguna conclusión. Sin embargo, destaca el FT, ninguno de los gobiernos de los países asociados al Fondo, incluida el de EEUU, ha dicho si confía en la capacidad de Georgieva para seguir en su actual función.
El escándalo, dice el diario británico, mancha tanto al FMI como al Banco Mundial, a poco de que ambas instituciones tengan su Asamblea Anual, a mediados de octubre. “La integridad de los datos es algo central a nuestras instituciones y que ha guiado mi carrera de servidora pública y nunca sería parte a ninguna alteración de datos con fines políticos”, dijo Georgieva en su comunicado, en el que también afirmó que en un mundo que enfrenta desafíos urgentes y complejos, “desde el Covid hasta el crecimiento inclusivo, desde el cambio climático hasta la igualdad racial y de género, nuestro trabajo en el FMI nunca ha sido más vital”.
A su vez, la funcionaria reconoció que las alegaciones contra ella y su silencio inicial desde la publicación del informe de Wilmer Hale, causaron malestar en el staff del Fondo. “Me he esforzado para ser abierta e inclusiva y estoy muy apenada de saber que parte del personal sintió que sus preocupaciones no fueron escuchadas”, dijo Georgieva. En el futuro, prometió, “me aseguraré de ser todavía más atenta y receptiva a las visiones del staff y de que haya canales accesibles para que los colegas expresen sus puntos de vista”.
La cuestión, ahora, es si esas palabras serán suficientes.
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