Los conflictos que pueden generar la burocracia y los controles cambiarios en el camino de un empresario argentino pueden condensarse en el relato de Rodrigo Córdoba, un emprendedor que detalla lo complejo y oneroso que es el comercio exterior para las pymes.
Con actividad central en España pero todavía con un pie en la Argentina, Córdoba explica esas dificultades cuando su filial argentina le tuvo que facturar 72 dólares a su par europea. “Hicimos una transferencia desde España por 72 dólares el 16 de septiembre. Hoy me avisan que a mi cuenta en la Argentina llegaron 54 dólares, entiendo la diferencia se queda en costos o gastos. El banco, además, me cobra 10 dólares más IVA como comisión. Para acceder a ese dinero, tengo que llenar un formulario que se llama ‘Solicitud de liquidación de órdenes de pago’, pedir un turno en el banco y llevarlo a la sucursal”, relató desde Madrid.
Aún cuando ya decidió instalarse en España, ya comprometió 60 máquinas a clientes en la Argentina. El costo total de esa importación es de USD 8.000, pero todavía no recibió la aprobación oficial
El banco le explicó que una vez recibido ese formulario, lo analizará durante 96 horas. Si no hay otras objeciones, siguiendo las normas del Banco Central, los fondos serán acreditados en una cuenta en pesos al tipo de cambio oficial. A los trámites y las demoras, habrá que añadir la pérdida económica que implica la brecha cambiaria. “El Banco Central es el enemigo, se nota que nunca tuvieron una empresa. No es posible que un exportador tenga que pasar por esto”, se enoja Córdoba.
“Era una operación que hice como prueba. Tal vez ni siquiera haga el trámite, pierdo plata”, se lamentó.
La historia de Rodrigo Córdoba y su empresa, Tigoût, según relató Infobae poco tiempo atrás, es un caso de talento argentino que termina desarrollándose en el exterior. Córdoba inventó “la Nespresso de la pastelería”: una máquina similar a una cafetera, que funciona con cápsulas para cocinar en el hogar un muffin o un volcán de dulce de leche. Tras años de desarrollar el producto, conseguir financiamiento para el proyecto y ponerlo en marcha, Córdoba decidió que Tigoût funcione en España, donde acaba de radicarse con su familia. ¿El motivo? Las máquinas se importan desde China y los controles cambiarios le dan un grado de incertidumbre al negocio que lo hacen viable.
Su dificultosa exportación de 72 dólares no es la única traba de Córdoba frente al cepo. Aún cuando ya decidió instalarse en España, ya comprometió 60 máquinas a clientes en la Argentina. El costo total de esa importación es de USD 8.000, pero todavía no recibió la aprobación oficial. “No me aprueban la SIMI, presentada hace dos meses. Para el Banco Central y el ministerio de Desarrollo Productivo se trata de un producto suntuario, dentro de la categoría de hornos eléctricos. Di la orden de despachar las 60 máquinas esperando el milagro, pero no ocurrió”, explicó Córdoba a Infobae.
El Sistema Integral de Monitoreo de Exportaciones (SIMI) es la herramienta desarrollada por la AFIP y la secretaría de Industria para evaluar cada importación. Pocos días atrás, una resolución de ambos organismos extendió de 30 a 60 días el plazo para analizar las operaciones, lo que ya generó malestar entre los industriales.
La primera tanda de 1.300 máquinas pasteleras que Tigoût mandó a fabricar en China ya está en España, a excepción de las 60 que serán enviadas a la Argentina. Córdoba asegura que recibirá otras 1.700 el mes que viene y que con esas casi 3.000 máquinas lanzará definitivamente en Europa su empresa, la misma que desarrolló durante 5 años en la Argentina.
Tigoût espera vender 9.000 máquinas en España durante 2022, lo que requerirá la producción de 2 millones de cápsulas anuales, el jugo del negocio. Las primeras 100.000 cápsulas se producirán en la Argentina, pero Córdoba asegura que ya está montando una fábrica en España, por la que incluso ya recibió una oferta de un inversor que pondrá 800.000 euros para instalarla.
“En Argentina vamos a dejar una estructura mínima. Y a pérdida, porque obviamente tener 60 clientes no es sustentable, pero nos comprometimos y vamos a cumplir. Si en algún momento la Argentina me permite vender las máquinas en el país, veremos si es posible volver a instalarnos”, explicó el empresario.
“No hay que acostumbrarse, es una locura. No es normal que para girar o recibir divisas tengamos que hacer todos estos trámites. Tampoco es normal el impuesto al cheque, Ingresos brutos, la Ganancia Mínima Presunta y tantas otras cosas” (Rodrigo Córdoba)
Para explicar su desazón, Córdoba enumera una lista de curiosidades impositivas de la Argentina: “No hay que acostumbrarse, esto no es normal, es una locura. No es normal que para girar o recibir divisas tengamos que hacer todos estos trámites. Tampoco es normal el impuesto al cheque, Ingresos brutos, la Ganancia Mínima Presunta y tantas otras cosas”.
“Tampoco es normal tener la inflación que tenemos. El problema es que todo esto está tan metido adentro nuestro que lo naturalizamos. Da mucha pena, es muy triste y frustrante, porque el potencial de la Argentina es enorme”, agregó.
En su seguidilla de luchas contra las decisiones oficiales, Córdoba también fue uno de los miles de argentinos varados en el exterior. Tras cuatro meses en España, quiso volver a la Argentina para reunirse con su familia y emprender viaje a Madrid para radicarse definitivamente. Y en ese momento, le llegó otro cepo: el de los viajeros.
“El 6 de agosto fui a Barajas y conseguí el último pasaje para ir a Buenos Aires, tras varias semanas de insistir sin éxito. ¿Cómo es posible que los propios ciudadanos argentinos no podamos entrar a nuestro país?”, se preguntó.
A comienzos de septiembre, Córdoba consiguió viajar con su esposa y sus 5 hijos, entre 9 y 24 años, para instalarse en Madrid. Su plan empresarial está en marcha y consiguió lo que anhela todo emprendedor: que la idea que alguna vez nació en su cabeza se transforme en un producto y llegue al mercado. Pero no todo es positivo: “A pesar de todo, amo mi país. El dolor que me genera irme es enorme”.
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