Las fuertes internas desatadas en el Gobierno en las últimas horas reflejan dos situaciones simultáneas: la desazón por la dura derrota electoral del domingo y, además, la impotencia en el equipo económico para revertir esa situación en el futuro. Más allá de las promesas de nuevas medidas económicas, difícilmente logren tener el impacto deseado para dar vuelta la elección el 14 de noviembre. Es más, existe un riesgo cierto de una diferencia aún mayor para la oposición.
El paquete económico que Martín Guzmán tenía previsto anunciar hoy no presentaba mayores sorpresas, básicamente más gasto para “poner plata en los bolsillos”. Pero el impacto de este tipo de avances es muy acotado. La inflación ya hizo estragos en los ingresos familiares y todo el mundo ya está enterado que se trata de aumentos que rápidamente serán asfixiados por más inflación futura.
Por lo tanto, las posibles medidas en danza conllevan un doble riesgo. Uno de ellos es que no generen el efecto deseado en el electorado. El otro es acelerar una suerte de “plan bomba”, ya que la fuerte expansión monetaria podría dar lugar a un impacto en el tipo de cambio que descontrole la situación para el verano del 2022.
Las medidas que viene preparando Martín Guzmán para “poner plata en los bolsillos” difícilmente tengan el resultado esperado, teniendo en cuenta la caída acumulada de los ingresos reales de las familias. Y además provocarían un impacto cambiario e inflacionario después de fin de año
Por lo tanto, la discusión por estas horas también pasa por acelerar o no a fondo, teniendo en cuenta los riesgos de “descarrilar”. Ahora no es Mauricio Macri el que tomaría la posta, como sucedió en 2015, sino que es el propio Alberto Fernández quien debería hacerse cargo del descontrol generado por él mismo. Esa tensión es la que también hay detrás de la ofensiva del ala dura kirchnerista sobre el ministro de Economía, Martín Guzmán.
Sacarlo a Guzmán es todo un desafío, no porque el ministro haya tenido una buena gestión ni mucho menos. El problema es por quién reemplazarlo. Ningún candidato que surja del riñon kirchnerista mejoraría la confianza de los inversores ni de los consumidores. La opción de optar por Augusto Costa un alfil del gobernador Axel Kicillof, no parece demasiado potable luego de la sorpresiva derrota sufrida en territorio bonaerense. Otra posibilidad es el ingreso de Martín Redrado al ministerio de Economía, de la mano de Sergio Massa. Sería la elección más potable para los inversores y la que ayudaría a reencauzar las expectativas.
El gobierno nunca pudo recomponer la confianza y ahora no es posible echar culpas sólo a los “fondos buitre” o los “especuladores financieros”. Esa desconfianza se trasladó a la gente, como lo demostró el resultado de las PASO
El “pecado original” de la fórmula Fernández-Fernández es no haber dado vuelta la desconfianza de los inversores. El Presidente nunca pudo revertir el duro impacto que sufrieron acciones y bonos luego de haber ganado las PASO. Es más, con el paso de los meses se fue profundizando y ni siquiera el canje de deuda del año pasado logró mejorar las expectativas de los mercados.
Ahora no son sólo los “fondos buitre” o los “especuladores financieros”. Esa desconfianza se trasladó a la gente, como lo demostró el resultado de las PASO. Con una inflación acumulada de 51% en los últimos doce meses, era imposible que los ingresos de las familias (salarios, jubilaciones o planes sociales) no pierdan poder adquisitivo. Conseguir una mejora palpable en menos de 60 días resulta una tarea de improbable éxito. Por eso, Cristina prefirió no esperar el resultado del 14 de noviembre y presiona por los cambios, aunque sin explicitar por el momento una opción superadora.
La agencia Moody´s fue la primera en lanzar una serie de advertencias tras el resultado del domingo. En primer lugar, advirtió sobre los efectos que podría generar un aumento del gasto en los equilibrios macroeconómicos. Dijo además que un aumento del déficit fiscal profundizaría las dificultades para llegar a un acuerdo con el FMI. Y dejó en claro además que la Argentina se encuentra en situación de default, es decir no estaría en condiciones de afrontar el pago de deuda a futuro si continúa sin acceso a los mercados.
SEGUIR LEYENDO