Una de las autocríticas, y pase de facturas, que surgió tras la derrota electoral del domingo fue que debería haberse inyectado más dinero en el bolsillo de los argentinos, especialmente en aquellos sectores vulnerables, los más afectados por la crisis económica agravada por la pandemia. La economía fue la gran culpable del fracaso en las PASO y la demanda del sector más kirchnerista dentro de la coalición gobernante es aumentar el gasto, que hoy debe financiarse con emisión monetaria, aún con los riesgos que ello conlleva: más brecha cambiaria y más inflación a mediano plazo.
La crisis generada al interior del Frente de Todos -a partir del resultado electoral y del reclamo de cambios de gabinete por parte del ala K, resistidos por el albertismo- desencadenó en la renuncia de una decena de ministros que responden a Cristina Fernández y en un escenario de inestabilidad política que forzará la definición de un rumbo en materia económica.
Lo que parece más claro, perdida la elección y con miras a revertir los números, es que durante los próximos dos meses habrá más pesos en la calle. Entre los analistas, hay plena coincidencia en que hasta noviembre habrá mayor gasto destinado a los sectores más afectados por la caída de los ingresos, el desempleo y la inflación, y que habrá mayor emisión monetaria para financiarlo. Ello -advierten- generará más presión sobre el tipo de cambio, pero no recalentaría los precios, al menos en los próximos meses. Poco más, poco menos, las cartas para este 2021 están echadas y algo más de asistencia del BCRA al Tesoro que lo previsto no modificará tanto el escenario.
“No se puede volver a crecer si no se baja la inflación. No hay casos en el mundo de crecimiento con niveles de inflación del 50%. Hace cuatro años que la Argentina tiene niveles de inflación superiores al 40%; no hay manera de que el salario le gane” (Delgado)
Pero así como los economistas coinciden en ese punto, también afirman que no puede sostenerse esta misma política por los próximos dos años. La afirmación, viable en países con economías más sólidas, de “es preferible un poco más de inflación pero no abortar el crecimiento” -que se sostuvo, incluso, durante parte del gobierno K en el pasado- no aplica para la Argentina actual, con niveles de inflación del 50% y fuertes desequilibrios macroeconómicos. Para crecer, hay que bajar la suba de precios, aseguraron a coro varios economistas consultados por Infobae.
“No se puede volver a crecer si no se baja la inflación. No hay casos en el mundo de crecimiento con niveles de inflación del 50%. Desde octubre del 2015, la caída del salario real fue del 20% para el sector privado registrado; del 30% para el sector público, y del 40% para el informal. Hace cuatro años que la Argentina tiene niveles de inflación superiores al 40%; no hay manera de que el salario le gane”, aseguró el economista de Analytica, Ricardo Delgado.
Lorenzo Sigaut Gravina, de la consultora Equilibra, precisó que en el corto plazo el Gobierno podrá volcar más dinero en la cancha aumentando el gasto y la emisión, incluso dando una señal al sector privado de que la situación cambiaria se tensará un poco más. Sin embargo, a partir de mediados de noviembre, cuando se termine la campaña, no habrá margen para mantener esta política expansiva si el oficialismo quiere llegar sano y salvo y tener chances de competir en las elecciones del 2023, de acuerdo con el analista.
Para Sigaut Gravina, el Gobierno tiene dos caminos posibles: 1) apostar a corregir algunos desequilibrios en 2022, pagando los costos políticos, para poder volver a tensar la cuerda al año siguiente, que es electoral. En este caso, podrían ajustar las tarifas de servicios públicos para reducir el peso de los subsidios -hoy se ubican en 3% del PBI- y el tipo de cambio, en el marco de un acuerdo con el FMI, lo que llevaría a tener algo más de inflación el primer año, pero luego ir reduciéndola y poder empezar a crecer en 2023; 2) La otra alternativa sería no realizar ajustes y seguir aumentando el gasto financiado con emisión. En este caso, no se lograría reducir la inflación y podría darse un escenario de estanflación, dijo el analista.
“No es viable esta idea de ‘le doy a la maquinita para generar más crecimiento’, porque si hacés eso, habrá más brecha, más temores y menos inversiones” (Rubinstein)
Consultado al respecto, el titular de Econviews, Miguel Kiguel, afirmó que “hoy las chances de reactivar la economía a través de políticas keynesianas es muy difícil porque el país no tiene un problema sólo de demanda, sino de confianza y de oferta”. Recordó la etapa del kirchnerismo en donde se priorizaba la actividad a costa de unos puntos más de alza de precios, pero “era otra Argentina, con niveles mucho más bajos de inflación y capacidad ociosa”. “La inflación ya es muy alta. Fue saltando de escalón, primero pasó del 12% al 20%, luego al 35%, y ahora está en el 50%. Estás en un terreno muy peligro porque el próximo salto es a 70% y ya se vuelve inmanejable”, dijo el economista, quien manifestó que luego de las elecciones de noviembre el objetivo deberá ser acordar con el FMI, bajar la inflación, la brecha cambiaria y acumular reservas.
También coincidió con esta posición Gabriel Rubinstein: “No se trata de bajar la inflación o aumentar el crecimiento. En la Argentina no funciona así, pero si se logra un acuerdo con el FMI que inspire cierta confianza, se va cumpliendo y se dan las condiciones para tener menos déficit y menos emisión, bajará la brecha cambiaria y la inflación. Eso será lo que impulsará una mayor inversión y crecimiento”. Y remató: “No es viable esta idea de ‘le doy a la maquinita para generar más crecimiento’, porque si hacés eso, habrá más brecha, más temores y menos inversiones”.
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