Elon Musk está envuelto en algo más que una carrera constante con Jeff Bezos para definir quién es el hombre más rico del mundo. Persigue, más bien, otros objetivos algo más ambiciosos. Asegura, por ejemplo, querer liderar la transformación energética con Tesla, su empresa automotriz que se transformó en la más valiosa del mundo. También, apenas, transformar a la humanidad en una especie interplanetaria y conquistar Marte de la mano de su empresa Space X.
Pero para financiar algunos de sus objetivos más ambiciosos, Musk depende en gran medida de que sus negocios arrojen rendimientos suficientes como para financiar sus proyectos faraónicos. Y, en esa línea, el negocio potencialmente más prometedor es otro: Starlink, su red global de pequeños satélites con los que aspira a conectar a Internet a todos los rincones del planeta a los que la fibra óptica no llega.
Su proyecto no es ajeno a las dificultades. Desde choques de satélites a problemas de costos fueron situaciones a enfrentar, pero ahora parece haber encontrado un nuevo archienemigo impensado: las palomas.
Alan Woodward, experto en ciberseguridad de la Universidad de Surrey, en Inglaterra, y uno de los clientes que está probando la versíón beta de Starlink, dio este último lunes la voz de alarma en la BBC.
“La conexión ha ido más o menos bien, pero a veces la perdía por algunos segundos. Puede deberse a unas palomas que se han aficionado a posarse en la antena”, ha dicho.
Este profesor, que vive en una zona donde la conexión por fibra óptica es poco menos que un sueño, ha dicho a la BBC que su experiencia con la tecnología por ahora es en general positiva.
“La conexión ha ido más o menos bien, pero a veces la perdía por algunos segundos. Puede deberse a unas palomas que se han aficionado a posarse en la antena”
Esto no quiere decir que no haya estado exenta de problemas. Más allá de estos pequeños cortes de conexión que podrían estar vinculados con aves, Starlink perdió la conexión la semana pasada durante una hora entera. Por ahora, la empresa no ha aclarado por qué.
Son inconvenientes que compensa su velocidad de conexión. Esta, ha detallado Woodward, ronda los 150-200 megabits por segundo (mbps) de descarga y los 10-20 mbps de subida.
Hubo alguna que otra caída de velocidad, pero nada que interrumpiera, por ejemplo, la conexión a la televisión. “Esto deja en evidencia cualquier otra cosa que pueda obtener aquí”, ha dicho el experto.
Starlink, que ya está proveyendo su servicio satelital y global de banda ancha en América del Norte, Gran Bretaña y Alemania, es una apuesta de la que Musk depende.
Según la Unión Internacional de Telecomunicaciones, una agencia de Naciones Unidas, 48% de la población mundial todavía estaba “offline” (desconectada) en 2019. Esa es apenas una parte del mercado al que apunta la empresa de Musk, cuyo Jefe Operativo, Gwyne Shotwell lo estimó entonces en un billón de dólares (esto es, un millón de millones de dólares).
Cada 1% que Starlink pueda capturar de ese mercado equivale a una decena de miles de millones de dólares anuales, cifras que empiezan a dimensionarse al tamaño de las ambiciones de Elon Musk. Hasta ahora, las pruebas del servicio han satisfecho a los usuarios, aunque el costo tentativo (USD 100 mensuales, a los que debe agregarse la compra del receptor de señal, por USD 500) es todavía muy alto para lograr masividad, con lo que el desafío de Starlink es lograr reducciones de costos.
Como comparación, el mercado de lanzamientos espaciales alcanzó en total unos USD 6.000 millones en 2019, según precisó un reciente artículo de The Economist. Demasiado poco para financiar las ambiciones espaciales de Musk.
En los últimos dos años Starlink logró reducir el costo de producción de sus platos de recepción a la mitad, pero le queda un largo camino por recorrer. Empresas como Iridium, Intelsat, SpeedCast y OneWeb ya han intentado lo que se propone Starlink, y hasta ahora han fracasado.
Ahora, además, deberá buscar una forma de convencer a las palomas que no dificulten aún más su trabajo.
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