Pese a tener 11 unicornios, un fenómeno de capitalización bursátil y proyección regional y global como Mercado Libre y abundante talento doméstico, que incluso exporta, la Argentina está perdiendo terreno en los sectores más promisorios de la economía global, aquellos que ya venían creciendo con fuerza desde hace más de una década, aceleraron el paso con la pandemia y todo apunta a que serán líderes indiscutibles de la economía post-covid.
Se trata de diferentes actividades, pero que pueden agruparse como industrias y servicios “basados en el conocimiento”: desde desarrollo de software, diseño y fabricación de semiconductores, medios y entretenimiento, hasta ventas minoristas, siempre que la actividad se realice, al estilo Amazon, en base a las nuevas armas del saber sistematizado, mediante uso –por caso- de robots, grandes bases de datos, algoritmos e inteligencia artificial.
Lo cierto es que la Argentina, que hace años se jacta de que su “industria del conocimiento” vende al mundo unos USD 6.000 millones anuales y tiene una ley específica de promoción, exporta hoy, en términos per cápita, un cuarto de lo que exporta Uruguay y entre una quinta y una sexta parte de lo que venden al exterior Costa Rica y dos nuevos “tigres” del centro y este europeos: Rumania y Polonia. Mientras las ventas externas de “servicios basados en el conocimiento” de la Argentina fueron el año pasado de USD 134 por habitante, las de Uruguay fueron USD 526, las de Costa Rica USD 720, las de Rumania USD 711 y las de Polonia USD 796, siempre en términos per cápita.
En 2020, las exportaciones argentinas del sector fueron de USD 6.070 millones. El grueso (60,8%) fue en concepto de “servicios profesionales, empresariales y técnicos”, 29.9 % en “servicios de informática”, 5,7% en “servicios personales, culturales y recreativos” y 3,5% en concepto de “propiedad intelectual”.
Otros ritmos
La pérdida de posiciones se dio a lo largo de una década. Entre 2010 y 2020 las exportaciones argentinas del rubro crecieron a paso glacial, 1,3% anual, contra el 7,3% por año que en ese mismo período crecieron las ventas de Costa Rica, 9,5% las de Polonia, 12,6% las de Rumania y 13,7% las de Uruguay. El ritmo de las ventas argentinas de “servicios basados en el conocimiento” fue además inferior al promedio mundial, del 5,8 por ciento. De resultas, la Argentina, que en 2010 originaba 0,37% de las exportaciones mundiales del sector, en 2020 había caído al 0,24%, lo que le permitió a Rumania, que en 2010 exportaba menos de esos servicios que nuestro país, lo más que duplicara el año pasado: USD 13.689 millones contra USD 6.070 millones (Rumania tiene menos de 20 millones de habitantes y según una reciente revisión de “artículo 4” que le hizo el FMI, una inflación de 2,2% anual).
Las cifras surgen de un trabajo de Jorge Vasconcelos y Guadalupe González, investigadores del Ieral, que hurgaron, a partir de datos de capitalización bursátil, exportaciones y otros indicadores, en la dinámica por sectores de la economía mundial. Constataron, por ejemplo, que hacia mediados de este año la “capitalización bursátil” global (esto es, el valor de todas las empresas que cotizan en las bolsas del mundo) alcanzó los USD 66,9 billones (millones de millones), equivalente al casi 70% del PBI global, un 58% más que en 2017.
Abran cancha
Pero más relevante fue la dinámica interior del fenómeno: sobre 24 sectores identificados por el índice MSCI (Morgan Stanley Capital Internacional), la participación de las empresas de “Medios y Entretenimiento” pasó del 2,4 al 7,3% de la capitalización total, la de “Semiconductores”, del 2,8 al 5,1%, la de “Ventas al por menor” de 3,5 a 5,8 por ciento. Otros rubros que ganaron espacio fueron Tecnología, Equipamiento Sanitario y Software y Servicios.
A su vez, los sectores que más participación perdieron fueron “Bancos”, que retrocedió 3,8 puntos porcentuales, y “Energía” (- 2,8). Otros que perdieron espacio en términos de valor fueron Alimentos y Tabaco, Telecomunicaciones, Seguros y Bienes de capital.
“La falta de conexión plena de la Argentina con las tendencias globales es un problema en sí mismo, pero se potencia en los momentos disruptivos de la economía mundial. Y la irrupción de la pandemia, así como el mundo post-covid que se perfila parecen entrar en esa categoría, obligando a nuestro país a redoblar el esfuerzo por aggiornar la agenda de políticas públicas”, dice el trabajo, según el cual “de ningún modo puede asegurarse que el país haya llegado al techo de su potencial en las exportaciones de servicios basados en el conocimiento”.
Los sectores que más participación perdieron en la capitalizaciòn global fueron “Bancos”, que retrocedió 3,8 puntos porcentuales, y “Energía” (- 2,8).
Lo que sí señalan Vasconcelos y González es que el ritmo al que creció en 10 años la exportación de servicios del conocimiento “refleja un desacople muy inoportuno de cara al mundo pos-covid”. Un mundo en el que en los últimos 4 años el valor bursátil de las empresas asociadas al conocimiento pasó del 18,4 a 23,5% de la capitalización global. La economía argentina se estaría así “desenganchando” del mundo.
Vaca lenta
Otro señalamiento del estudio, a partir de la pérdida de peso de los bancos y de las empresas de energía tradicionales (esto es, el sector de hidrocarburos) es que “ya ha comenzado la transición hacia un mundo con menor emisión de gases de efecto invernadero y el avance de las fuentes renovables en detrimento de las no renovables”, otro factor que puede dejar a la Argentina a contramano del mundo.
“Si el valor de los activos hidrocarburíferos habrá de seguir una curva declinante en el futuro (aun cuando esto ocurra más tarde de lo que hoy se prevé), entonces la agenda de la política energética de la Argentina necesita adecuarse”, dice el trabajo, que cita estimaciones del ex secretario de energía Emilio Apud de que el país está hoy aprovechando sólo 0,28 % de la capacidad de Vaca Muerta, como si la transición energética fuera a demandar más de 200 años, en lugar de los 50 (o menos) a que apuntan los países avanzados y los acuerdos ambientales de París.
La Argentina está tan retrasada en la exploración de Vaca Muerta que -precisa el trabajo- en los 7 primeros meses de 2021 la balanza comercial energética entró de nuevo en terreno negativo, con un déficit de USD 713 millones, tras un leve superávit en 2020 y antecedentes ominosos. Por ejemplo, que tomando los 7 primeros meses de cada año, el país pasó de un superávit energético de casi USD 3.500 millones en 2006 a un déficit de USD 4.500 millones apenas 8 años después.
Según el estudio, el mundo pos-covid bosqueja cambios visibles en el ritmo diferente de normalización de la industria y los servicios, nuevas relaciones de trabajo, revalorización del comercio electrónico y transición más rápida hacia energías renovables. “Aquellas firmas que se valorizan en relación al resto tienden a reflejar expectativas de mayor rentabilidad, de un crecimiento diferenciado en el tamaño del mercado sobre el que operan, de avances tecnológicos que les proporcionan ventajas en términos de productividad y/o de captura de nichos a los que la competencia no está en condiciones de acceder”, explican los autores.
Un mundo en el que la valorización bursátil (no espasmódica, como la que en los últimos días tuvo lugar en la Argentina) facilita financiar proyectos de inversión por vía directa (colocación de acciones) o indirecta (crédito) y puede acentuar y prolongar las nuevas tendencias, dándoles casi carácter de profecía autocumplida.
“¿Por qué la Argentina no pudo seguir el ritmo de países como Rumania o, dentro de la región, como Costa Rica y Uruguay”, se preguntan los autores, y apuntan a razones como “el factor cambiario” con su volatilidad de cotizaciones y hasta de regímenes.
El actual “sesgo antiexportador” -más intenso y directo para los servicios, ya que las empresas deben facturar sus ventas al exterior al dólar oficial, mientras sus costos, incluidos sus técnicos más requeridos, tienden a copiar la trayectoria del dólar libre- subrayan, plantea una seria duda de cara al mundo pos-covid: ¿puede la Argentina aprovechar las oportunidades que se abren con un régimen cambiario como el actual?
La respuesta se orienta al no, ya que junto a las actuales políticas fiscal y monetaria y con los impuestos aplicados el actual esquema define una brecha cambiaria superior al 80 %, incompatible con la viabilidad exportadora de los “servicios basados en el conocimiento”. Por eso, concluyen los autores, “mientras subsista el control de capitales, debería aspirarse a una brecha inferior al 25 % (planteado como orden de magnitud) para no obstaculizar la recuperación de terreno perdido por parte de este sector clave de la economía”.
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