El dato de inflación interanual de julio alcanzó el 51,8% y en muchas consultoras económicas hubo sonrisas de satisfacción, pese a lo extremadamente negativo de ese número. Ocurre que en el Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM) de un año atrás, la proyección de los economistas fue de 51,9%, apenas una décima de diferencia. Tanta precisión al pronosticar contrasta con las críticas hechas desde el Gobierno hacia las consultoras, en cuanto a que sus proyecciones son erradas o que, peor aún, tienen un sesgo contrario al gobierno. Y también pone en evidencia lo impracticable de la pauta oficial: si en julio es del 51,8% anual, es imposible que en diciembre llegue al 29% fijado en el Presupuesto.
Doce meses atrás, en ese informe el REM preveía un nivel de inflación del 2,4% para julio (que en los hechos, fue de 1,9%), de 3% para agosto (2,7%), 3,5% para septiembre (2,8%), 3,8% para octubre (3,8%) y 4% para noviembre (3,2%). Para diciembre y enero, la proyección fue de 4%, dato verificado en la realidad en ambos casos.
Entre los economistas todavía resuenan las palabras del presidente del Banco Central, Miguel Pesce, cuando en el inicio de su gestión recomendó con cierta ironía a los consultores que ajusten sus modelos predictivos. Tampoco se quedó atrás el ministro de Economía, Martín Guzmán, cuando en una reunión con importantes empresarios (es decir, los clientes de los consultores) les echó la culpa a los economistas de sus “alocadas proyecciones” que generaban una expectativa inflacionaria que impulsaba las remarcaciones de precios.
En abril pasado, el BCRA dio un paso más y publicó un detallado informe denominado “Errores de pronóstico del REM”, donde señaló que “las y los pronosticadores que participan en el Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM) han exhibido errores significativos en sus predicciones en los últimos tres años”. También les dijo que “atinan más su pronóstico a medida que van incorporando nueva información y se aproxima el período sobre el cual deben realizar su proyección, en línea con lo esperable”.
“Desde septiembre de 2019 la mediana de los pronósticos del REM generalmente insinuaba una inflación superior a la que luego terminó verificándose, mientras se consolidaba una desaceleración de la inflación,” dando a entender que la proyección del REM había sido pesimista en la gestión de Alberto Fernandez y optimista durante el gobierno de Cambiemos. A lo largo de las críticas y las sospechas del Gobierno, algunas consultoras decidieron dejar de participar, como EcoGo, Inveq, LCG o Macroanalistas, de Ricardo Arriazu.
“Las y los pronosticadores que participan en el REM han exhibido errores significativos en sus predicciones en los últimos tres años” (BCRA)
“Dejamos de participar hace 3 meses por los comentarios que señalaban que había animosidad en los pronósticos. Uno cuando hace escenarios evalúa el contexto y trata de ver cómo va a responder la política económica. No es sencillo hacer esos ejercicios en un marco de incertidumbre, pero en ningún momento hay animosidad”, dijo a Infobae Guido Lorenzo, director de LCG.
“Para este año, el pronóstico era que se destape la presión de precios del año anterior, con una economía que había caído 10% pero seguía con una inflación elevada, y que iba a ser muy difícil quebrar un piso del 3,5% mensual. Ese fue el pronóstico y no estaba desacertado. Sí lo estaba la pauta presupuestaria del gobierno”, agregó el economista.
Cómo funciona el REM
El REM es una encuesta mensual que el Banco Central hace entre unos 50 consultores, bancos y universidades con sus proyecciones sobre cuál va a ser el nivel de la inflación, el dólar, el crecimiento del PBI, la tasa de interés y el resultado fiscal. El BCRA hace una recopilación de los pronósticos, por lo que no los considera una proyección propia.
Este tipo de relevamiento es realizado por muchos bancos centrales del mundo, como una herramienta de uso público para todo el sistema económico.
Pero la Argentina, por supuesto, hay bemoles. El BCRA comenzó a publicar el REM en 2004, cuando era presidido por Alfonso Prat Gay, quien lo consideraba un parte del andamiaje para un esquema de metas de inflación.
Ese esquema nunca llegó pero el REM siguió adelante hasta que desde 2007 llegó un dilema insólito para los consultores: ¿qué inflación debían proyectar, la que los argentinos veían en el supermercado o la que cada mes publicaba el Indec? La paulatina deserción de los economistas, que dejaron de responder la encuesta, hizo que en 2012 la gestión de Mercedes Marcó del Pont lo discontinuara.
“Uno cuando hace escenarios evalúa el contexto y trata de ver cómo va a responder la política económica. No es sencillo hacer esos ejercicios en un marco de incertidumbre” (Lorenzo)
“En esa época, cuando nadie creía en el Indec, había llamados por telefónicos para decir ‘ojo con lo que ponés’”, señala el economista jefe de un banco líder, que destaca que “en todo el mundo” los relevamientos de este tipo son utilizados. “Ese condimento político es uno de los problemas del REM, igual que los rankings: se usan para atacar y descalificar. Otro problema es que en la Argentina a los economistas a veces nos tratan como gurúes y algunos colegas, encima, se lo creen”, agregó.
Junto a la normalización de las estadísticas, el REM volvería a retomarse recién en 2016, con la llegada del macrismo y esta vez sí, un régimen de metas de inflación. Durante la gestión actual del BCRA, junto con las críticas se intensificó la publicación del ranking de aciertos, para clasificar a quienes mejor dieron en la tecla. El informe incluye, solo en algunos casos, proyecciones del “Top 10 de los Mejores Pronosticadores”.
Para Gabriel Caamaño, de la consultora Ledesma, no está mal la existencia de un ranking para clasificar a los consultores, si bien “no es la usanza habitual en ese tipo de encuestas”, porque buscan generar incentivos a generar mejores pronósticos en lugar de a la simple participación. Pero también destaca que el REM pierde razón de ser si no es usado por el Banco Central como un insumo para guiar la tasa de referencia u otros indicadores: “Las encuestas de expectativas tienen lógica en los regímenes que las usan como input para el seteo de la política monetaria, por lo que el REM está huérfano de sentido. Pero no por culpa de cómo está hecho el Relevamiento, sino por culpa de la propia política monetaria”.
A Lorenzo, no le parece mal un ranking que destaque a quienes pronostican mejor. “Lo incorrecto es extrapolar que eso implica ser un buen analista. Imagínate si yo pienso que la economía va a crecer mucho el año que viene y por lo tanto se va a acelerar la inflación. Y después lo que sucede es que subió el tipo de cambio, subieron los precios y la economía entró en recesión. Si me evalúas solo por el dato de pronóstico de inflación quizás sea el mejor, pero tenía una mirada completamente errada. No hay que reducir el trabajo al pronóstico de la evolución de una variable”, apuntó el director de LCG.
Las encuestas de expectativas tienen lógica en los regímenes que las usan como input para el seteo de la política monetaria, por lo que el REM está huérfano de sentido (Caamaño)
En el comienzo del gobierno actual, los economistas proyectaron un IPC del 42,2% para 2020; la realidad, pandemia de por medio, lo ubicó en 36,1%. En las críticas del ministro Guzmán subyace además el discurso de la profecía autocumplida: sugiere que son las proyecciones elevadas las que, por la vía de las expectativas, le agregan combustible a los precios. Lo cierto es que la pauta del 29% nunca fue convalidada por ningún actor de la economía, ni siquiera los más cercanos al gobierno.
“A fin del año pasado, mirando la emisión, la tasa y la falta de anclaje de expectativas, no había otra conclusión posible que una aceleración de la inflación. Por lo tanto, el 29% de la meta oficial era inconsistente. Sin un plan de estabilización, era mucho más lógico estimarla más cerca del 50% que del 29%. Y esto terminó pasando. Lo del REM no fue ninguna magia,” concluyó Caamaño.
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