“Mi querido gobernador”, dijo hoy Alberto Fernández para referirse a quien tenía a su izquierda, Oscar Herrera Ahuad, subrayando la frase con una palmadita en el hombro del mandatario misionero, que hizo de anfitrión del presidente, del ministro de Turismo y Deportes, Matías Lammens, del de Medio Ambiente, Juan Cabandié, y de la Primera Dama, Fabiola Yáñez.
El presidente destacó la presencia de su pareja, citando los comentarios que ella le había ´hecho previamente sobre la espectacular vista de las Cataratas del Iguazú que podía verse a espaldas de donde el presidente encabezaba el acto.
Pero tal vez más relevante sea que nuevamente la emprendió, aunque sin nombrarlo, contra el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, endilgándole la bajante del Paraná y problemas en la Central Atómica de Atucha.
Antes que él, Herrera Ahuad había recordado que el puente entre Foz (del lado brasileño) y Puerto Iguazú (del lado argentino) había sido durante un período de 2020 el único lugar por el que miles de argentinos lograron reingresar al país, desde Brasil.
El Gobernador lo había dicho positivamente y los misioneros quieren reabrir ese vínculo físico, pero el presidente abordó la cuestión de un modo extraño. Primero dijo “tenemos que ver cómo” para luego recordar que “muchos argentinos llegaron a través de Foz de Iguazú cuando Brasil era bastante liberal en el tratamiento de la pandemia; y de ahí llegaban, y con esos pasajeros muchas veces venía un virus y se propagaba entre todos nosotros”.
Más adelante en su discurso -en tono circunspecto pero a la vez cálido y entusiasta, al punto de cerrar con dos menciones a “la vida que queremos”, el slogan de campaña del Frente de Todos-, el Presidente volvió a apuntarle a Bolsonaro, siempre sin nombrarlo.
El amigo Jake
Fue cuando hizo referencia al cuidado del ambiente, evocando la reciente visita del Consejero de Seguridad Nacional de los Estados Unidos, Jake Sullivan, con quien –contó- habían hablado del Amazonas.
“Yo le dije que tenía un gobernador que cuida el ambiente; acá están los pulmones del mundo; si no los cuidamos, el mundo se degrada y deteriora”, recordó, para luego volver a criticar al mandatario brasileño. “Yo me pregunto cuánto de la deforestación de la Amazonia tiene que ver con la bajante del Paraná, porque la deforestación cambió el régimen de lluvias”.
Deforestados
La actual bajante del Paraná, aseguró el presidente, “termina afectando el funcionamiento de la Central Atómica de Atucha”. Bien diferentes son quienes, como él mismo y el gobernador de Misiones, prosiguió, “prefieren cuidar los pulmones del mundo, mientras en otros lugares prefieren sembrar soja y avanzar con la deforestación”.
Ahora bien, la Argentina no es ajena a estas problemáticas. También aquí hay y ha habido proyectos y prácticas ambientalmente polémicos, como las represas sobre el río Santa Cruz, el Yacimiento Carbonífero de Río Turbio y la importación de fueloil de alto contenido de azufre de Venezuela.
En cuanto al cuidado de los bosques, un estudio sistemático sobre la Argentina que hizo el Banco Mundial en 2018 advertía: “40 % de la población argentina es vulnerable a caer en la pobreza” y alertaba que los espasmos de crecimiento del siglo XXI en una economía tan propensa a las recesiones se habían logrado “a expensas de la sostenibilidad ambiental, con una pérdida del 12% de los bosques nativos entre 2001 y 2014, el doble que la media mundial y casi sin crear empleos en el sector privado formal”. La principal explicación de ese pobre desempeño, decía el estudio, “es la inusualmente alta volatilidad macroeconómica”.
Tres años después, la proporción de pobres se acerca al 50 por ciento. Y la Argentina carece de una política clara y abarcativa en materia ambiental.
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