“Efecto Instagram”. Así llamó Paul Donovan, economista de UBS (Unión de Bancos Suizos) al aumento de la inflación que se viene registrando en los últimos meses en los países más avanzados en los procesos de vacunación y limitación de los daños de la pandemia y en los que el regreso de mucha gente a una vida más próxima a la normalidad de prepandemia se refleja en un aumento de las salidas, las comidas afuera, la compra de indumentaria y calzado nuevos, viajes y turismo.
Según Donovan, la mayoría de los habitantes de países desarrollados concentró sus gastos y consumos en la etapa más restrictiva y dura de la pandemia en dispositivos y chiches electrónicos, para estar mejor conectados, instalarse gimnasios caseros o embellecer sus hábitats, mientras ahora, a medida que la vida se normaliza gradualmente con el retiro de restricciones que los gobiernos dispusieron o los propios ciudadanos se impusieron, los consumos y hábitos del encierro quedan de lado y vuelven aquellos más tradicionales y vedados durante largo tiempo.
“En los próximos meses, la gente solo gastará dinero en cosas que después pueda publicar en Instagram: esto es, básicamente, salir y ropa nueva”, dijo Donovan que en 2018, durante una etapa de guerra comercial e intensos enfrentamientos verbales entre China y EEUU había acuñado el “efecto Trump”, debido al cual –decía- las grandes compañías habían congelado sus decisiones de inversión de largo plazo.
Fenómeno transitorio
Al “efecto Instagram” se debe, dijo Donovan, que el costo de comer afuera y las tarifas de los hoteles en EEUU hayan llegado a aumentar 0,6% en un mes, la moda se encareció un 1,2% y el precio de los pasajes aéreos subió entre 7 y 10%, a medida que se relajaron las restricciones al turismo. Según el economista de UBS, el efecto operará durante un tiempo y al desplazar la demanda de consumo hará que se moderen los precios de otros bienes y servicios, pero será al fin de cuentas un fenómeno transitorio.
En EEUU, el índice de precios al consumidor (CPI, por su sigla en inglés, o inflación minorista) llegó a registrar un máximo del 5% anual en mayo pasado, el nivel más alto desde agosto de 2008, en la antesala de la crisis de las hipotecas, y hay economistas como Nouriel Roubini, el llamado “Doctor Catástrofe” que han alertado sobre el riesgo de un retorno de un período de estanflación (estancamiento con inflación), al punto de catalogar a la política económica del presidente Joseph Biden de “neo-populista”.
En Europa el aumento la inflación ha sido más moderado: en la llamada “eurozona” la inflación de junio fue del 1,9% anual según Eurostat (la agencia estadística de la Unión Europea) y de 2,2% para el conjunto de países de la UE.
En la Argentina el “efecto Instagram”, si así se puede llamar una tasa de inflación que en los últimos 12 meses superó el 50% anual, se nota en el aumento de la vestimenta y el calzado, la línea de consumo familiar cuyos precios –y no los de los alimentos, como suele señalar el Gobierno- más aumentaron en el último año. Lejos de llamarlo “efecto Instagram”, Pablo Besmedrisnik, director de la consultora Invenómica explicó que ya en 2020 el sector había incrementado sus precios por encima del promedio de la canasta total, pues la pandemia produjo un fuerte ajuste de la oferta textil (muchas empresas recortaron sus turnos por razones sanitarias en 2020 y la reducción de inventarios fue solo parcialmente compensada con el aumento de la producción en los últimos meses.
Efecto cuotas
Precisamente, en ese contexto, el Gobierno relanzó el “Ahora 12”, de compra en cuotas, volviendo a incorporar los bienes de indumentaria y calzado, lo que hizo que en el relanzamiento del programa el presidente Alberto Fernández pidiera que el sector no aproveche la situación para aumentar aún más los precios.
Además de anunciar, este viernes, un alivio de las restricciones de movilidad y un aumento de los aforos gastronómicos, el Gobierno trabaja en un regreso de los empleados públicos al modo presencial de trabajo. Por caso, el ministro de Trabajo, Claudio Moroni, dijo hoy que 94% de los empleados de su cartera ya fueron vacunados y que “hay que volver a la comunidad de trabajo presencial”.
Habrá que ver, a medida que se produzca ese retorno, qué ocurre con el “efecto Instagram”, no tanto porque la gente vuelva luciendo ropa y calzado nuevos, sino por el costo de comer fuera de casa. Por caso, cuál será la reacción de los empleados públicos, y también de los privados, cuando vean que comer un sándwich y tomar una gaseosa o cafecito fuera de su casa les cueste un quinto, un cuarto o más del salario que ganan por jornada laboral.
Indonovando
Además del “efecto Instagram” y el “efecto Trump”, Donovan ganó cierta notoriedad cuando en 2018 pronosticó que debido a los procesos de automatización, en los siguientes 20 años entre 10 y 15% de los actuales empleos se perderían y el 50% cambiaría y propuso la siguiente fórmula para evaluar qué podría suceder con el de cada uno: “si más del 50% de las tareas que un trabajador desempeña pueden automatizarse, probablemente su trabaje termine desapareciendo”.
Mucho más sofisticada es su crítica a las criptomonedas. Además del argumento de que no sirven como unidad de cuenta ni como medio de pago debido a su altísima volatilidad, Donovan señaló que la “falla fundamental” inherente a las criptomonedas es que si su demanda cae, no hay forma de que la oferta pueda ser reducida, como hacen los bancos centrales con la oferta de liquidez cuando se reduce la demanda de dinero. Al no existir esta posibilidad, dijo Donovan, en una situación de crisis el valor de una criptomoneda puede caer hasta cero.
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