La nueva normalidad -con su cuota de digitalización, vínculos remotos y cambios constantes- transformará las ciudades y sus habitantes. Y en ellas, aún con los interrogantes que todavía trae la pandemia, es claro que mucha gente no podrá, o no querrá, volver a trabajar, entretenerse, viajar, consumir y convivir de la forma en que lo hacía antes. Según un estudio de Trendsity, una consultora que investiga tendencias e inovaciones en el mercado y la sociedad, las “ciudades inteligentes” están más cerca de lo que parece.
En ese nuevo escenario, “se prioriza la tecnología a favor del bienestar, la seguridad, la sustentabilidad, la cercanía y prácticas de distanciamiento físico. Nuevas expectativas y tendencias que impactan en la economía, el diseño urbano y de los hogares”, señaló a Infobae Mariela Mociulsky, CEO de Trendsity y presidenta de Sociedad Argentina de investigadores de Marketing y Opinión (SAIMO). Las smart cities, las ciudades inteligentes del futuro, tendrán mucha tecnología pero serán humanizadas: la innovación no llega como una carrera por modernizarse, sino como una herramienta para mejorar el desarrollo y la calidad de vida de las personas. El estudio de Trendsity muestra seis tendencias que reflejan ese fenómeno que cruza la vida de individuos, familias y empresas afectadas por la pandemia.
La ciudad del futuro incorpora más tecnología pero al servicio de la calidad de vida y de estimular la planificación colaborativa.
No se trata de un futuro de ciencia-ficción, sino de uno que exigirá soluciones para nuevas necesidades. “Llegarán mejoras en la calidad de vida a través del uso de big data y de la profunda digitalización de todos los ámbitos que aceleró la pandemia. Lo principal es que la tecnología ayude a hacer más eficiente el aprovechamiento del tiempo. La innovación tecnológica es el eje transversal para encontrar soluciones en términos de movilidad, planificación urbana, medio ambiente, seguridad, educación y salud,” explicó la CEO de Trendsity.
Los desafíos para hacer reales estas ciudades requieren de políticas públicas tendientes a un desarrollo integrado y sostenible, optimizando tiempos y costos para facilitar un desarrollo productivo innovador. Según la presidenta de SAIMO, cada vez los datos se vuelven un insumo más crítico para la producción económica. Su uso inteligente trae una oportunidad “para estimular el crecimiento a través de la eficiencia”. Con ese criterio se planificarán las ciudades.
Vivir en entornos naturales generará un cambio en el vínculo con las ciudades.
Del mismo modo en que se busca trasladarse generando menos contaminación, hay una vocación de un mayor contacto con lo natural a la hora de elegir cómo y dónde vivir. Mociulsky explicó que hay ejemplos de llegada a los entornos naturales aún en los modos de vida más urbanos: “En la pandemia crecieron las huertas comunitarias, en un hogar o en una plaza, o la hidroponia en las terrazas. Son soluciones rápidas y fáciles de implementar”. De este modo, surgen proyectos del “natural state”, que combinan la bioarquitectura, que es “la construcción en equilibrio con el entorno y con materiales nobles, la permacultura (la permanencia de lo natural), la generación de energías renovables y la producción de alimentos orgánicos”, como tendencias de una nueva relación de los habitantes con sus ciudades.
La movilidad compartida y la micromovilidad se acelerarán para minimizar el impacto sobre el medio ambiente.
Las nuevas alternativas “individuales, sostenibles y accesibles” como los monopatines, scooters y bicicletas ya muestran su crecimiento en ventas y se apoyan en las redes de bicisendas. También crecerán las apps para compartirlas, pensando “en usar antes que en poseer”. Esta micromovilidad se combinará con la expansión de los automóviles híbridos o eléctricos que contaminan menos. El carpooling, compartir el auto para hacer viajes habituales, forma parte de esta tendencia pero quedó rezagado frente a la pandemia por razones sanitarias.
Las posibilidades de innovar no se limitan al ámbito privado sino que llegan también al transporte público, según la experta: “Muchas aplicaciones para celulares, tal como ocurre en muchas ciudades del mundo, dan la posibilidad de planificar mejor el tiempo al avisar cuándo llega el próximo colectivo o subte y poder evitar los horarios pico de mayor congestionamiento”.
En este punto, Mociulsky advierte una consecuencia de la pandemia aún difícil de prever. Aún el día que ya no existan los peligros sanitarios, muchas personas habrán desarrollado una baja tolerancia a las aglomeraciones de gente, que pueden manifestarse en el transporte público, en los lugares de trabajo o en un momento de esparcimiento. Quien tenga esa aversión a estar en lugares con mucha gente, también será asistido por la tecnología. Una app puede avisar en tiempo real, por caso, cuánta gente hay en un shopping para ver si alguien prefiere entrar o quedarse afuera.
También, la CEO de Trendsity explica que entre los urbanistas surgió el concepto de “la ciudad de los 15 minutos”: su diseño debe privilegiar la proximidad para que sus habitantes puedan resolver sus necesidades sin trasladarse más de 15 minutos a pie o en bicicleta, incluyendo las “supermanzanas”, donde se amplían las calles para caminar.
“La innovación tecnológica es el eje transversal para encontrar soluciones en términos de movilidad, planificación urbana, medio ambiente, seguridad, educación y salud” (Mociulsky)
La inteligencia artificial llegará a los hogares y tendrá cada vez más protagonismo.
“La domótica ya está presente, con la intención de una concepción alineada con prácticas de sostenibilidad y ahorro de energía. En ese terreno tendrá mucha importancia el hecho de controlar funciones a través de los smartphones”, señaló la experta. En ese camino de automatización de la vivienda, apagar o encender artefactos del hogar desde el teléfono, programar en forma inteligente la climatización o la videovigilancia, pensando a la vez en la sustentabilidad del consumo y en la comodidad, serán opciones que se volverán cada vez más cotidianas.
El co-living será el eje de las futuras viviendas, con espacios compartidos para trabajar.
“Todo lo que ya hemos visto en materia de coworking, en donde cada uno deja de tener su despacho, su sala de reuniones, su cocina, etcétera y pasa a utilizar espacios comunes que cumplen esas funciones, lo vamos a ver en las viviendas. Aparecerán nuevos ambientes, edificios en los que se compartirán espacios, desde una sala de lectura hasta una cocina o un lavadero, espacios para el trabajo o el entretenimiento”, apuntó Mociulsky. Para adaptarse a estos cambios, aclaró, “no todos van a tener los mismos metros cuadrados que tienen ahora”. Muchas de estas tendencias son para la punta de la pirámide, en un contexto de déficit habitacional crónico.
Una investigación reciente de Trendsity sobre el homeoffice en la Argentina buscó responder la pregunta que hoy se hace tanto el mercado laboral como el inmobiliario: una vez atravesada la pandemia, ¿continuará la ola de teletrabajo con la intensidad actual? Una medición entre 1.000 casos arrojó como resultado que las opiniones se dividen en partes iguales. Un 50% de los encuestados dijo que ya no quiere volver a trabajar de la misma forma que antes. Al mismo tiempo, el estudio determinó que la jornada laboral en casa se extendió en 2 horas por día, en medio de esa confusión en la que no se sabe si un momento hogareño es laboral o personal.
Se disociará el vínculo estrecho entre la ubicación de la vivienda y la ubicación del trabajo.
Linkeado con el punto anterior, un cambio relevante en la vida de mucha gente y muchas empresas será que el hecho de vivir cerca del trabajo dejará de ser determinante. “Si bien depende de cada actividad laboral, el trabajo no va a volver a ser como antes de la pandemia. Tampoco se va a volver completamente virtual, ya que mucha gente empezó a atravesar una saturación de lo digital”, señaló Mociulsky, quien destacó que la pandemia “nos puso intolerantes con el tiempo de viajar”.
Entre los urbanistas surgió el concepto de “la ciudad de los 15 minutos”: su diseño debe privilegiar la proximidad para que sus habitantes puedan resolver sus necesidades sin trasladarse más de 15 minutos a pie o en bicicleta
En los ámbitos en que no se precise de la presencialidad cotidiana, habrá teletrabajo o un modelo híbrido, con pocos traslados. Y allí tomarán impulso todas las formas de micromovilidad descriptas anteriormente.
Un último apunte de Mociulsky señala que hoy, con la incertidumbre sobre los tiempos de la pandemia, es difícil saber qué ocurrirá con el microcentro porteño, hoy desierto y lleno de oficinas locales vacíos: “Los grandes edificios de oficinas no van a desaparecer, pero deberán cambiar. En esa transformación aparecerán las posibilidades de coliving y coworking, con una tendencia hacia lo colaborativo y lo cooperativo. Las ciudades no van a morir”.
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