La plataforma de educación digital Coderhouse, creada en la Argentina en 2014, consiguió USD 13,5 millones en una ronda de inversiones por parte de fondos de América Latina y de Silicon Valley con los que espera consolidar su sistema de enseñanza online y expandirlo en la región. El vertiginoso crecimiento de la compañía fundada por Christian Patiño y Nahuel Lema la llevó a una facturación de USD 1 millón mensual con una definición clave tomada en agosto de 2019, poco antes de que la pandemia cambie todo: funcionar 100% online y en vivo. Así ofrece cursos y carreras de “habilidades digitales”, con foco en programación, desarrollo web, diseño de experiencia del cliente (UX), marketing digital y comercio electrónico, entre otros tópicos para capacitarse en la era digital
En enero, Coderhouse había conseguido USD 500.000 de “capital semilla” por parte de la aceleradora Y Combinator y de otros nombres de peso como David Vélez (CEO del banco digital Nubank), Guillermo Rauch, (CEO del “unicornio” argentino Vercel), y hasta un ex Facebook, Hugo Barra. La semana pasada completó su ronda Serie A liderada por Monashees con la participación de Reach Capital y los fundadores de las empresas como Loggi, Rappi, Wildlife Studios, Méliuz, MadeiraMadeira, Cornershop, Bitso, Casai, Clara, RunaHR y Belvo.
“Nuestro foco está en la expansión regional a cualquier país hispanoparlante de la región. Tenemos un producto que es replicable y vamos a darle la escala para cumplir nuestra misión: democratizar la educación de calidad en América Latina. Tenemos que utilizar la inversión para hacerlo conocido fuera de la Argentina, lo que requiere una inversión de marketing y de desarrollo de marca muy fuerte, que comenzará en México y Colombia. Brasil y Estados Unidos están en nuestro roadmap, pero más adelante” explicó Patiño a Infobae.
“Tenemos un producto que es replicable y vamos a darle la escala para cumplir nuestra misión: democratizar la educación de calidad en América Latina” (Patiño)
“Siempre fuimos rentables”, explicó el empresario, quien destaca que en mayo de este año, siete años después de haber dictado el primer curso de programación en una oficina en Palermo, por primera vez Coderhouse facturó un millón de dólares en un solo mes. Ese primer millón de Patiño y sus socios no es el único dato que impresionó a los inversores. La empresa tiene 150 empleados full time, una red de más de 1.000 profesores y mentores, 22.000 estudiantes activos y más de 50.000 ya graduados en sus cursos. Toda esa comunidad tiene base en la Argentina pero funciona de modo remoto con presencia en 7 países, una expansión que se intensificará a partir de ahora. De hecho, estiman que entre un 15 y un 20% de esos graduados no son argentinos.
Entre tanta innovación, el factor diferencial que destaca Patiño para explicar el éxito de la compañía que fundó es bien tradicional: una buena relación precio-calidad. “Lo que nos hace diferentes es que somos la única plataforma que hace educación efectiva, de calidad, a precio bajo. En este mercado hay dos clases de players: los que tienen ideas pregrabadas, de costo muy accesible pero con baja efectividad y alta tasa de abandono. Solo el 10% de los estudiantes que se anotan, terminan el curso. Del otro lado, hay otras opciones que tienen alta efectividad pero no son accesibles: o cobran al principio o bien una vez que se consiguió un determinado puesto de trabajo, pero siempre dejan mucha gente afuera. Coderhouse tiene lo mejor de ambos mundos, con alta efectividad y una tasa de finalización de los cursos de más del 90%”, explicó .
Patiño tiene un acento casi indescifrable que refleja su historia personal. Hijo de madre venezolana y padre argentino, nació en Estados Unidos, pero se crió entre Caracas, Miami y Buenos Aires, donde terminó el secundario en el colegio Lincoln, de La Lucila. Luego pasó por universidades como la UADE y la Di Tella, pero no finalizó ninguna carrera. “Siempre quise crear el lugar donde me hubiera gustado estudiar y graduarme. Cuando quise estudiar programación, tuve que aprender solo”, recuerda. Notó que ese lugar, al menos en Buenos Aires, no existía. Así nació la idea de Coderhouse (que en sus comienzos tuvo un tercer fundador, Pablo Ferreiro, quien luego dejó la compañía) iniciada con cursos presenciales sobre programación hasta evolucionar hacia la virtualidad total.
Para conseguir inversores en plena crisis por la pandemia, para Patiño “la clave es la escalabilidad, tener mirada local pero al mismo tiempo desarrollar un plan que permita replicar el negocio en otros países.” Además, en medio de tantas quejas por falta de financiamiento por parte del empresariado, “en el mundo hay dinero”, aclara.
No se detiene en las dificultades macro, sino que pone el acento en su capital humano: “Hacer negocios en la Argentina tiene dificultades, hay mucha presión impositiva, cualquier trámite es complicado y despegar nunca se hace fácil. Pero al mismo tiempo, en la Argentina hay un talento increíble, que no se encuentra en otra parte, y al final del día hay que saber apostar a eso”.
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