Martín Guzmán viene cumpliendo al pie de la letra con el planteo que había efectuado en marzo: reducir drásticamente la suba del tipo de cambio oficial. La “tablita” dispuesta por el ministro de Economía implica una suba de apenas tres centavos diarios, cerca de un peso por mes. De esta manera la suba en julio apenas superará el 1%, frente a una inflación que estará cerca del 3%.
El tipo de cambio oficial finalizó ayer a $ 96,61 y se descuenta que continuará con el mismo ritmo de incremento al menos hasta las elecciones. Planchar el dólar y utilizarlo como ancla anti inflacionaria es algo que todos los gobiernos intentan en tiempos legislativos.
Todas las dudas se centran en lo que podría suceder justamente después de las elecciones. ¿Es posible mantener este ritmo de aumento del dólar oficial, en dosis mínimas, mientras la inflación es el triple? Claramente se trata de una apuesta que tiene fecha de caducidad, ya sea las elecciones a mediados de noviembre o a más tardar a fin de año.
Tanto las cotizaciones de los futuros de dólar como de los bonos ajustados al tipo de cambio muestran que el mercado está esperando un aceleración en el ritmo de aumento mensual, siempre después de las elecciones.
El Gobierno, sin embargo, descarta cualquier posibilidad de aumento brusco o megadevaluación. La última vez que sucedió esto con cepo cambiario fue en enero de 2014, cuando después de las elecciones el gobierno de Cristina Kirchner definió un aumento del tipo de cambio de $6,50 a $ 8, es decir alrededor del 23%. La intención sería acelerar la suba mensual del tipo de cambio, pero siguiendo con el ajuste gradual.
Tanto en el BCRA como en Economía sostienen que aún a pesar de estos ajustes bien por debajo de la inflación, el tipo de cambio continúa siendo competitivo. La revaluación del real fue clave en esta etapa para que no se profundizará el atraso cambiario. No obstante, las distorsiones son cada vez más notorias y se manifiestan en una brecha cambiaria que se ubica en torno al 80%.
La suba de los dólares financieros de las últimas semanas justamente profundizó la brecha cambiaria, una situación que podría resultar peligrosa para la economía en caso de no revertirse. El motivo es que se acelera la demanda de dólares para quienes pueden acceder al precio oficial. Esto ocurre especialmente con los importadores, que intentan asegurarse todo el stock posible antes de que se produzca un salto cambiario.
La “tablita” que ajusta mensualmente al dólar oficial aumenta al 1% mensual, mientras que la inflación lo hace a una velocidad crucero de 3%. Este esquema será casi imposible de sostener después de las elecciones o más allá de fin de año. El Gobierno, sin embargo, descarta una devaluación brusca
En el segmento minorista, hay más incentivos para comprar el cupo mensual del “dólar solidario”, que está por debajo del libre, o para utilizar tarjeta para gastos en el exterior.
El Banco Central tiene otro frente de preocupación inmediato, que es la baja en la liquidación de divisas por parte de las cerealeras. Esto lo obligó a intervenir en el mercado ayer por segunda día consecutivo, por ventas que rondaron los USD 70 millones.
Así, el mercado cambiario ingresó en época de “vacas flacas” por motivos estacionales. Pero además se suma la bajante del río Paraná, que aumenta las importaciones en cerca de USD 500 millones mensuales para abastecer la demanda energética.
El panorama, por ende, viene complicado. Por un lado, la necesidad de mantener a rajatabla el ritmo lento de devaluación del tipo de cambio oficial, pero al mismo tiempo hacer malabares para no perder muchas reservas hasta las elecciones. En cualquier escenario, el Central cerrará el 2021 con una posición sumamente debilitada.
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