El renovado clima de nerviosismo en el mercado cambiario, que se expresa en la suba del dólar blue desde que la semana pasada el Banco Central y la CNV impusieron nuevas restricciones para acceder a divisas a través del mercado de bonos, empezó a permear en el sector productivo.
El temor concreto que crece en grandes compañías industriales es que el incremento de la tensión sobre el dólar en los meses de campaña electoral derive en una nueva ola de controles que afecten su operatoria habitual. Sobrevuela aún el fantasma de la drástica Comunicación 7030 del BCRA y sus complementarias que, a mediados del año pasado, impuso un severo régimen de control para los pagos al exterior, tanto de deudas como de importaciones. Con ese recuerdo todavía vívido es que en varias multinacionales recibieron en los últimos días el llamado de funcionarios del equipo económico, indagando sobre el calendario de pagos a proveedores del exterior y también el de ingreso de cobros por exportaciones. La consulta concreta, según fuentes que participaron de estas conversaciones, apuntó a conocer en qué medida se podían dilatar los pagos al exterior aunque, se destacó, que en ningún momento se discutió la posibilidad de implementar nuevas normas. “Al menos no sin consultar y consensuar previamente”, aseguraron las fuentes del sector privado.
En el Banco Central niegan rotundamente que exista bajo estudio una nueva batería de medidas en ese sentido. Sin embargo, admiten que actualmente se distinguen claramente dos rubros que insumen cada vez más dólares a las arcas de la entidad: los pagos por la importación de energía y también los pagos por la importación de bienes intermedios.
El dilema no sería nuevo para las autoridades económicas: pax cambiaria mata reactivación. Es decir, siempre el mayor mal a evitar es cualquier salto abrupto en la cotización del dólar o la brecha cambiaria
En el primer caso, la preocupación no deja mucho margen de acción ya que esa cuenta es imposible de morigerar en pleno invierno, más aún con precios del gas 50% por encima de lo que se calculó a principios de año. Por el contrario, la expectativa es que el impacto de la factura energética, por la que se le escurrieron al Central unos USD 800 millones el mes pasado y USD 2.300 millones desde que empezó el 2021, sea mayor al menos hasta septiembre.
Por el lado de los bienes intermedios, es decir, insumos y bienes destinados a la producción, muchas veces con destino final de exportación, tampoco se considera en el equipo económico que exista mucho margen ni demasiadas clavijas que ajustar. Al menos sin consecuencias indeseadas. Un recrudecimiento del cepo a las importaciones en este renglón afectaría el nivel de actividad económica, cuya recuperación lo más potente posible el Gobierno considera indispensable de cara a las elecciones de noviembre. De hecho, las restricciones a la circulación y actividad durante abril y mayo implicaron un retroceso en ese objetivo que se buscará contrarrestar en los próximos meses.
Desde el BCRA descartan complicaciones y aseguran que la posición de reservas logradas durante la primera parte del año gracias al ingreso récord de dólares, que incluso todavía en estos días les permite seguir comprando divisas, ahuyenta los peores pronósticos
Sin embargo, en caso de que se vuelva a presentar, el dilema no sería nuevo para las autoridades económicas: pax cambiaria mata reactivación. Es decir, siempre el mayor mal a evitar es cualquier salto abrupto en la cotización del dólar o la brecha cambiaria.
Por lo pronto, desde el BCRA descartan complicaciones y aseguran que la posición de reservas logradas durante la primera parte del año gracias al ingreso récord de dólares, que incluso todavía en estos días les permite seguir comprando divisas, ahuyenta los peores pronósticos. En el mercado, sin embargo, fueron las propias decisiones de la entidad implementadas la semana pasada las que encendieron las luces de alerta e instalaron en la agenda (y en los precios) un motivo de preocupación que todavía no se había activado.
De ahí que algunos directivos de grandes compañías del sector industrial temen que una estrategia extremadamente defensiva por parte del Gobierno podría, en plan de anticiparse a nuevas dificultades, contar con nuevos capítulos que impacten de lleno en la producción.
SEGUIR LEYENDO