Son días de sospecha sobre las criptomonedas: las fuertes oscilaciones de Bitcoin, las advertencias y prohibiciones a Binance, la mayor plataforma mundial de transacciones cripto, y la reciente advertencia de la Reserva Federal de EEUU, sobre las stablecoins, las criptodivisas de cotización fija con algún activo, como el dólar, que supuestamente respaldan su circulación con reservas de igual valor de la moneda norteamericana, han echado sombras sobre un sector del que hay cada vez más evidencia de que es en parte usado para lavar dinero y encubrir actividades criminales.
“En este país hay una tradición de que el dinero de la gente está en lo que se supone es un activo seguro. Tenemos, por ejemplo, un fuerte sistema regulatorio para los depósitos bancarios”, dijo Jerome Powell, titular de Fed, el miércoles ante el Comité de Servicios Bancarios de la Cámara Baja del Congreso norteamericano. “Eso no existe para las stablecoins, y si éstas van a ser una parte significativa de nuestro sistema de pagos, entonces necesitamos un marco apropiado, que francamente no tenemos”, agregó Powell, y prometió un pronto plan regulatorio.
La mitad de las operaciones mundiales de Bitcoin (que a su vez explica la mitad de la capitalización mundial del sector) se hacen con Tether
Por su alta volatilidad, criptodivisas como Bitcoin y Ether no son muy usadas como medio de pago. Y las stablecoins, de cotización fija con el dólar, son muy usadas para operar entre criptomonedas. De hecho, la mitad de las operaciones de Bitcoin (que a su vez explica la mitad de la capitalización mundial del sector) se hacen la stablecoin más usada, Tether (en inglés, infinitivo del verbo “atar”).
Tim Swanson, fundador de Frim Post Oaks Labs, una asesoría tecnológica, calificó a las stablecoins de “parásitos; porque operan como intermediarios financieros que proveen servicios similares a los bancos comerciales tradicionales, pero fuera de la regulación bancaria”.
A fines de febrero, en una “semana negra”, el Bitcoin cayó 19%. Un factor fue entonces el fallo de la fiscal general de Nueva York, Letitia James, que impuso a Tether una multa de USD 18,5 millones, le prohibió operar en el distrito y calificó de “fraudulentas” sus operaciones y las de una plataforma asociada, Bitfinex, ambas sospechadas de manipular el valor del Bitcoin.
Pérdidas por el camino
Según James, cientos de millones de dólares que pasaron por Bitfinex (cuyos dueños son los mismos de Tether) se “perdieron” en un centro de procesamiento cripto en Panamá. La fiscal citó además un estudio académico que vincula las compras de Tether con “marcadas oscilaciones” en los precios del Bitcoin y halló que dos tercios de las operaciones en Bitcoin auditadas en un período de 24 horas se habían hecho con Tether, una capacidad de manipulación enorme, pues la cantidad de Bitcoins es cuasi-fija mientras que los Tethers, que en ese momento circulaban por valor de USD 34.000 millones, no tenían el respaldo en dólares que afirmaban tener.
Poco menos de cinco meses después, en julio, los Tether en circulación bordean los USD 60.000 millones y una investigación del Financial Times precisó que sólo el 3% están respaldados con dólares de verdad. El resto son activos que cotizan en dólares.
La investigación del diario británico, reproducida por el medio italiano “Il Fatto Quotidiano”, sacó también a la luz a un notable personaje: Giancarlo Devasini, el “cerebro” y operador detrás de Tether y Bitfinex,
Moldear carne como cirujano plástico no satisfizo a Devasini. Su límite fue cuando no pudo convencer a una paciente de que sus senos le quedaban perfectamente bien y no necesitaba una operación de reducción
Devasini, de 57 años, nacido en Turín (la investigación no aclara si es hincha del Torino o la Juventus) se graduó en Medicina en Milán y durante unos años ejerció como cirujano plástico. Moldear carne no le satisfizo. Su límite, confesó, fue cuando no pudo convencer a una paciente de que sus senos le quedaban perfectamente bien y no necesitaba una operación de reducción. Devasini se rehusó a hacerla, abandonó la Medicina y empezó una carrera variada, lucrativa y en la que tuvo choques con enemigos de gran porte.
Al principio, Devasini cambió la cirugía por el mundo de los productos electrónicos y construyó un grupo que, según reza la webpage de Bitfinex, llegó a facturar 100 millones de euros y vendió en 2008, justo antes de la crisis financiera. Documentos italianos, sin embargo, revelaron que los ingresos llegaban a solo 12 millones de euros y el “imperio Devasini” se convirtió en cenizas tras un fatal incendio en sus oficinas y depósitos, en febrero de ese año. La compañía-madre, Solo, se liquidó ese mismo año. Sus subsidiarias, Acme, Compass y Freshbit, tenían un valor de un euro cada una en las cuentas de Solo.
En sus 20 años de vender computadoras y hardware, Devasini se hacía llamar “Merlín”, por el mítico mago de las historias del siglo V, la época del Rey Arturo y los Caballeros de la Mesa Redonda, y en sus comunicaciones por Skype se presentaba como “merlinmagoo”, lo que no lo eximió de tener que pagar a mediados de los 90s una compensación de 100 millones de liras por una demanda de falsificación que le hizo Microsoft. Giancarlo no es de hacerse enemigos chiquitos: en 2007 una de sus “entidades”, Acme, fue demandada por la japonesa Toshiba por no respetar sus patentes, debido a las especificaciones de formato de los DVDs que vendía Devasini.
Un pedazo de madera
En 2010, Perpetual Action Group, otra creación de Devasini, con sede en Mónaco, fue vedada de participar en un popular sitio de reventa de componentes electrónicos usados: a un comprador americano, en vez de chips de memoria le había enviado un pedazo de madera.
De hecho, en 2012, cuando Devasini participó por primera vez en un foro de Bitcoin, llamó la atención cuando preguntó a los demás participantes si a alguno le interesaba comprar DVDs o CDs, a 1 centavo de Bitcoin por unidad y en grandes volúmenes. Ofrecía envío gratuito para grandes pedidos.
En sucesivos foros cripto, Devasini fue llamando la atención por la simpatía que dispensaba a algunos y el grado de confrontación que exhibía con otros. Tether se lanzó en 2014 y el ex cirujano y exvendedor de electrónicos usados italiano se convirtió pronto en su cerebro. De hecho, es el “Chief Financial Officer” tanto de Tether como de Bitfinex.
Todavía en 2016 Devasini debió afrontar cuentas de su pasado. Alcosto, otro de sus viejos emprendimientos electrónicos, fue acusado por la Comisión Tributaria de Gran Bretaña de fraude fiscal por su participación en una larga cadena de transacciones generadas para, al final, solicitar al fisco británico reembolsos del Impuesto al Valor Agregado.
Los diferentes cargos han sido impávidamente respondidos por Tether y Bitfinex, con explicaciones poco verosímiles (por ejemplo, que el pedazo de madera en vez de chips electrónicos lo pudo haber puesto alguien que interceptó el envío). Devasini, cuya cuenta en Skype, “merlinmagoo”, lo sitúa en la isla africana de Santo Tomé y Príncipe y sus registros fiscales en Suiza, Italia y la Costa Azul, no da entrevistas a la prensa y tiene sus propios y enjundiosos defensores. Uno de ellos, Sam Bankman Fried, administrador de FTX, una plataforma de criptomonedas con sede en Hong Kong, dijo: “Giancarlo está muy orgulloso de lo que construyó con Bitfinex y Tether, muy agradecido con las personas que lo ayudaron y seguramente muy fastidiado con las personas que echan un montón de mierda sobre sus negocios, sin que haya una verdadera razón”.
No parece ser lo que piensa Letitia James, la fiscal de Nueva York, quien describió a Tether, Devasini y sus colegas como “individuos sin licencia ni regulación, que hacen negocios en los rincones más oscuros del sistema financiero”. Ni lo que cree Eric Rosengreen, presidente de la de la Reserva Federal de Boston (uno de los que integra el sistema de la Fed) quien señaló que Tether es un desafío a la estabilidad financiera y lo calificó como “un muy riesgoso fondo primario” (aquellos que invierten en bonos corporativos y permiten a los inversores retirar sus fondos cuando quieren, suerte de ruleta rusa financiera).
Sobre ese sistema, y sobre personajes como Devasini, se posan cada vez más las miradas de fiscales y reguladores.
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