Sin ganadores, la política del Gobierno permitió que se protegiera a los trabajadores registrados durante la pandemia, mientras que los informales fueron los que más sufrieron por la estrategia elegida desde abril del año pasado.
Así lo indica un trabajo de los economistas Eduardo Levy Yeyati y Federico Revilla, que analiza la situación laboral en la Argentina durante la crisis sanitaria y socioeconómica del COVID, que todavía está lejos de terminar.
“Mientras que los asalariados formales fueron protegidos por la permanencia laboral en el Estado y por la prohibición de despidos y el apoyo estatal al pago de sueldos en el sector privado, los trabajadores ‘precarios’ (cuentapropistas y asalariados informales) sufrieron drásticas reducciones de sus horas trabajadas y de su ingreso laboral”, indicó Levy Yeyati, director del Centro para la Evaluación de Políticas basadas en la Evidencia (CEPE) de la UTDT, en el trabajo publicado en el blog académico Foco Económico.
Según los economistas, “el aislamiento social, preventivo y obligatorio (ASPO) trajo graves consecuencias en el corto plazo y desnudó, como en otros países de Latinoamérica, una limitada capacidad estatal para administrar sus costos”.
En particular, “la cuarentena puso en evidencia la importancia del canal del mercado de trabajo –en particular, su naturaleza dual– en la distribución de la transmisión del shock en dos grandes grupos de trabajadores”: los registrados y los que están afuera del sistema, que tuvieron una protección temporal con el Ingreso Familiar de Emergencia (IFE).
“Si a fines de 2019 sólo el 19,6% contaba con un trabajo asalariado formal en el sector privado, este porcentaje cayó a 18,2% un año más tarde, a pesar de un amplio apoyo salarial (ATP) y de la aún vigente prohibición de despidos a nivel nacional, lo que obliga a los empleadores a buscar arreglos particulares para reducir la planta”. La contrapartida de esta caída del porcentaje asalariado privado ha sido “el aumento del trabajo por cuenta propia y de la inactividad y desocupación”, se aclaró.
Además, se subrayó que “el impacto de las restricciones con motivo del COVID se concentró en la población activa no asalariada formal, alimentando el desempleo y la inactividad de los trabajadores más precarios, revirtiendo sólo parcialmente hacia fin de año”.
“Mientras los trabajadores estatales y asalariados privados formales se mantienen estables en 2020 (cerca del 80% permanecen en la misma categoría), el porcentaje, de por sí menor, de trabajadores precarios que mantiene su categoría laboral (aproximadamente 50%) cae dramáticamente (a 28% para privados informales y 37.4% para cuentapropistas)”.
Estos trabajadores migraron por diferentes caminos. “Los independientes, hacia el estado inactivo (previsiblemente, dada la imposibilidad de salir a buscar trabajo en cuarentena; los asalariados informales, a inactivos y, en menor medida, desocupados)”, se explicó.
“Si bien todas las categorías de trabajadores sufrieron una caída del ingreso laboral real, las pérdidas inmediatas para trabajadores precarios resultaron 30 puntos porcentuales más grandes que la de los trabajadores estatales, y fueron recuperadas sólo parcialmente tras el relajamiento de la cuarentena (a la mitad para los trabajadores independientes; cerca del 6% para los informales)”, se detalló.
Si bien todas las categorías de trabajadores sufrieron una caída del ingreso laboral real, las pérdidas inmediatas para trabajadores precarios resultaron 30 puntos porcentuales más grandes que la de los trabajadores estatales
“La caída del ingreso laboral resume la naturaleza dual del mercado de trabajo en la Argentina. Los trabajadores precarios redujeron más sus ingresos debido a una pronunciada caída en las horas trabajadas que no fue compensada, como en el caso de los asalariados formales, por prohibiciones y subsidios”.
Así, “la reducción de horas de los trabajadores formales privados casi no se vio reflejada en el empleo, por la permanencia en el caso estatal, y por la prohibición de despidos en los privados (donde adicionalmente fue compensada por el Estado mediante la asistencia estatal al pago de sueldo)”. Por este motivo, “los salarios formales por hora de estos dos grupos crecieron en el pico de la crisis, particularmente para los asalariados estatales, los ganadores relativos de la segmentación”.
Además, aclararon que “si bien no hay indicios de que las mujeres hayan perdido sistemáticamente en relación con los hombres, quienes más sufrieron la pérdida de ingresos en 2020 fueron mujeres cuentapropistas e informales”.
Quienes más sufrieron la pérdida de ingresos en 2020 fueron mujeres cuentapropistas e informales
“Si bien los independientes varones sufren la caída relativa más pronunciada en el segundo trimestre, las de las mujeres es más persistente, con un pico acumulado en el tercer trimestre (que refleja una caída en el salario horario en el mismo período) y el mayor acumulado promedio para todo el año”.
En síntesis, “el impacto del COVID reflejó la dualidad que caracteriza el mercado laboral argentino, afectando de manera más marcada a los trabajadores precarios, sin protección laboral, que vieron reducir sus horas de trabajo y su ingreso laboral durante la cuarentena, para recuperarlo solo parcialmente hacia fin de año”.
“Este patrón, similar en hombres y mujeres, fue particularmente pronunciado para mujeres independientes que enfrentaron una reducción de horas más profunda y persistente. Estos resultados, combinados con el hecho de que los trabajadores precarizados suelen ser los de menores ingresos, ilustran cómo la segmentación y creciente precarización del mercado laboral sumó regresividad al impacto del COVID, y agrega evidencia a favor de una reforma que facilite la formalización e introduzca beneficios laborales para los trabajadores independientes”, sentenciaron.
Con una pobreza superior al 40%, una alta informalidad en el mercado laboral, desempleo abierto de dos dígitos y una inflación anualizada del 50%, las perspectivas de una mejora en este sentido parecen ser, al menos en el corto plazo, muy débiles.
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