La mayoría de los países encontró el mismo antídoto para combatir los efectos de la pandemia en la economía: la megaemisión monetaria. El Gobierno argentino recurrió al mismo “remedio” para hacer frente a la caída de la actividad en medio de una estricta cuarentena. Pero la recesión que se arrastraba en los años previos y la debilidad de la moneda provocaron un fuerte impacto cambiario y alta inflación, complicando mucho más el panorama.
El 2021 será un año de recuperación a nivel global. Las vacunas permiten una reapertura de actividades en todo el mundo y las economías se van acercando a niveles de producción previos a la pandemia. La Argentina no se quedará al margen y tras caer 10% este año, rebotará cerca de 7 por ciento. Pero el envión se agotará pronto si no aparecen nuevos motores que impulsen el crecimiento.
La economía argentina acumula cada vez más distorsiones, exacerbadas por los efectos de la pandemia. La inflación persistente, que este año volvería a niveles del 50%, y la continuidad del cepo cambiario (ahora incluso con nuevas restricciones en el mercado bursátil) son sólo dos de las manifestaciones de esos grandes desequilibrios.
Mientras tanto, la economía tendrá una reactivación de corto plazo impulsada por la reapertura gradual de actividades. Mantener un buen ritmo dependerá de suavizar todo lo posible la llegada de una “tercera ola” de COVID-19 y sobre todo de la circulación de la denominada “variante Delta”, mucho más contagiosa.
La propia reapertura de actividades permitirá que la economía repunte en la segunda mitad del 2021, aunque acumulando más desequilibrios. El peligro sigue siendo que la “variante delta” llegue con fuerza y obligue a dar marcha atrás en el camino de la flexibilización
No se trata sólo de volver al punto de partida, o sea la situación previa al inicio de la pandemia en marzo de 2020, sino de recuperar un ritmo de crecimiento genuino. El punto de partida es pésimo. Además de la inflación y las fuertes restricciones cambiarias, la pobreza subió a niveles cercanos al 43% y el 60% de los chicos que habita el conurbano son pobres. La situación social sufrió un deterioro dramático y llevaría años dejar atrás ese deterioro.
Por el momento el Gobierno no dio respuestas a los principales interrogantes que enfrenta la economía: cómo se generará empleo, cuáles serán los incentivos para invertir o cómo reinsertar a la economía en el mundo. Ni siquiera está claro cuál será el camino que se elegirá luego de las elecciones legislativas, el 14 de noviembre, que se transforman en una suerte de hito que dividen un antes y un después en materia de política económica.
¿Habrá o no acuerdo con el FMI luego de las elecciones? Hace pocos meses nadie dudaba que la Argentina debía embarcarse en un nuevo programa de facilidades ampliadas que permita refinanciar la deuda de USD 44.000 millones y comprometerse a una serie de metas fiscales y monetarias. Se trata de los programas “clásicos” que se acuerdan con el organismo para estabilizar en momentos de crisis.
Hoy ya nada es seguro. Existen fuertes presiones del kirchnerismo duro para no acordar. Y el propio Martín Guzmán ya explora la idea de conseguir nuevos préstamos de países como Rusia para repagar la deuda con el organismo y evitar un nuevo programa. La otra opción es ir lisa y llanamente a un default con el Fondo, algo inédito y que tendría un duro impacto financiero para el país.
Lo que todo el mundo espera es que se alcance un acuerdo con metas razonables con el FMI, que al mismo tiempo reduzca los altos niveles de desconfianza que hoy existen sobre la Argentina
Claro que esta suerte de “creatividad financiera” de Guzmán difícilmente sea entendida por los mercados y por los inversores en general. Lo que todo el mundo espera es que se alcance un acuerdo con metas razonables con el FMI, que al mismo tiempo reduzca los altos niveles de desconfianza que hoy existen sobre la Argentina.
En definitiva, la economía llegará a fin de año con reactivación económica, pero con enormes desafíos que la pueden llevar a otra crisis si no son encarados adecuadamente. El congelamiento tarifario requiere de enormes subsidios, la brecha cambiaria ya está en 75% y con riesgo de seguir aumentando, las escasas reservas del Central llevarían a nuevas restricciones para acceder al mercado cambiario y la inflación presenta fuertes resistencias a caer del 3% mensual.
Con este panorama, dejar atrás la pandemia apenas es una condición necesaria, pero muy lejos de ser suficiente para superar la crisis y volver a crecer.
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