En los últimos meses, no sólo la disparada en la cotización de la soja salvó al Gobierno de quedarse sin dólares y verse forzado a devaluar más bruscamente. La apreciación de las monedas de los mercados emergentes, especialmente del real brasileño, ayudó a la Argentina a no perder competitividad frente a la estrategia de anclar el tipo de cambio oficial para contener la inflación. Los planetas se alinearon y el equipo económico logró moderar el ritmo de depreciación del peso, reducir el ritmo de los precios a partir de mayo y acumular reservas.
Hacia adelante, en los despachos oficiales aseguran que no hay motivos para pensar en una devaluación más acelerada luego de las elecciones, pero los analistas privados insisten en que la brecha cambiaria sigue siendo un problema -a pesar de que hoy el BCRA tiene mayor poder de fuego para intervenir- y que necesariamente no puede sostenerse un esquema como el actual, donde el dólar sube a un ritmo mucho más bajo que la inflación.
Un informe que circula en el equipo económico sostiene que “lejos de los análisis que buscan vincular el cambio en la estrategia cambiaria con un escenario de insostenibilidad que obligará a una corrección cambiaria tras los comicios electorales, el análisis de la información estadística y los cambios ocurridos en el contexto internacional reflejan que la moderación del ritmo de depreciación no sólo aportó al proceso de desinflación en curso, sino que no implicará pérdidas sustantivas de competitividad cambiaria, al tiempo que convive con una mejora en la posición de reservas internacionales”.
En el Gobierno festejan que pareciera estar funcionando, desde mayo, la política de administración del tipo de cambio orientada a contribuir con el proceso de desinflación. La tasa de depreciación mensual del peso dejó de acompañar el ritmo de inflación mensual para ubicarse por debajo de la misma (en los meses de mayo y junio los registros se ubicaron en el orden del 1,2%). “Los resultados reflejan que los esfuerzos han sido efectivos para desacelerar la dinámica de precios”, admiten los funcionarios en el informe al que accedió Infobae.
Y agregan que contra lo que algunos analistas consideran riesgoso en términos de apreciación real de la moneda, las revaluaciones de las monedas de los países emergentes y la fuerte suba de los precios internacionales le permitieron al país avanzar con su estrategia cambiaria sin “sacrificar otros objetivos vinculados al nivel de la competitividad y la sostenibilidad del resultado externo de la economía”, especifica el documento.
Según datos oficiales, el tipo de cambio real multilateral se ubica, a junio de este año, en niveles similares al promedio de los últimos 23 años (+0,5%) y se ha mantenido relativamente estable durante los meses en los cuales el BCRA desaceleró el ritmo de devaluación (-1,9% respecto de mar-21). Ello se explica, básicamente, por lo ocurrido en Brasil con el real, principal socio comercial de la Argentina.
Los analistas privados reconocen que estos factores mencionados en el informe oficial morigeraron el efecto del menor ritmo de devaluación respecto de la inflación. “Pero en el promedio se ahogan los petisos. La pregunta que uno se tiene que hacer es si la situación actual se parece al promedio. Y la realidad es que estamos peor que antes: venimos de una pandemia que nos pegó muy duro; hace 12 años que no crecemos; tenemos el PBI per cápita del 2006; y necesitamos un cepo para que no se vayan todos los dólares. Entonces la sensación que tengo es que vas a necesitar un tipo de cambio más alto que el promedio histórico”, explicó el economista jefe de Econviews, Andrés Borenstein.
Según el analista, el hecho de haber podido acumular reservas durante los últimos meses -sumó USD 6.300 millones en lo que va del año- le permitirá al Gobierno mantener el tipo de cambio devaluándose al 1 a 2% mensual en un año de elecciones, pero pronosticó que después de los comicios el escenario será diferente. “Creo que después de las elecciones va a haber una devaluación más rápida porque no van a poder sostener por mucho tiempo una suba del dólar de 1% y una suba de precios de 3%. Y no vemos la inflación bajando de 3%. De hecho, para 2022 proyectamos 40%”, agregó Borenstein.
Lorena Giorgio, economista de la consultora Equilibra, precisó que en relación con el dólar, la apreciación real del peso ya supera el 5% en lo que va del año y está en línea con la acumulada durante el mismo período de 2007. En esa oportunidad, repasó, se llegó a las elecciones generales de octubre con una apreciación real del 12%, similar al número con el que terminó cerrando el año. La meta del presupuesto 2021 es llegar a diciembre con un tipo de cambio promedio de $ 102,40 por dólar, lo que implica un avance del 1,2% mensual para lo que resta del año. Con esta trayectoria, se llegaría con una apreciación real del 15,2% a las elecciones de noviembre y del 15,8% a fin de año, estimó Giorgio.
Reconoció igualmente que “el empujón externo por el lado de la apreciación del real brasileño y la aceleración de la inflación global lo morigeran”, al igual que ocurre con el tipo de cambio para los exportadores de soja -muy favorable por los altos precios internacionales-, pero “si se ajustan los cálculos por variables como el PBI per cápita, productividad, salarios industriales o términos de intercambio, el tipo de cambio terminaría el año con algo de atraso”, dijo.
“No hay margen para llegar a marzo sin acuerdo con el FMI porque entre septiembre y diciembre vencen USD 3.800 millones con el organismo y en el primer trimestre de 2022 hay vencimientos por USD 7.000 millones de los cuales USD 4.000 son con el Fondo. Además, está lo del Club de París” (Dal Pogetto)
La economista de Equilibra coincide con sus colegas respecto de que el tipo de cambio avanzará más rápidamente tras las elecciones, lo que “no quiere decir que pegará un salto, sino que se va a ir amoldando y convergiendo a la inflación”. También cree que el Gobierno avanzará por este camino la titular de la consultora EcoGo, Marina Dal Poggetto, quien sostuvo que “es probable que el gobierno intente evitar un salto fuerte del tipo de cambio y que primero busque que acompañe a la inflación”.
“El problema es la brecha. El programa no cierra si no se comprime esa brecha”, manifestó la economista, al agregar que si bien las reservas netas crecieron en los últimos meses -hoy se ubican en los USD 6.400 millones- y restan ingresar los USD 4.370 millones de los Derechos Especiales de Giro (DEG) del FMI, hay vencimientos de deuda por delante y “probablemente el BCRA tenga que vender en los próximos meses en lugar de comprar”. “No hay margen para llegar a marzo sin acuerdo con el FMI porque entre septiembre y diciembre vencen USD 3.800 millones con el organismo y en el primer trimestre de 2022 hay vencimientos por USD 7.000 millones de los cuales USD 4.000 son con el Fondo. Además, está lo del Club de París”, recordó Dal Poggetto.
Sobre si el tipo de cambio está o no atrasado, la titular de EcoGo no dudó en manifestar que “se está atrasando” y que “si bien la apreciación del real algo ayuda, se está usando al dólar como ancla en un contexto de alta dispersión de precios”. El Gobierno afirma que la estrategia cambiaria que comenzó a aplicar desde marzo el BCRA comenzó a dar sus frutos y se ilusiona con que los precios crezcan por debajo del 3% en el segundo semestre. ¿Será posible?
Como explicó Ariel Barraud, del Instituto Argentino de Análisis Fiscal (IARAF), “el freno de la inflación aún es muy escueto” y qué suceda con la dinámica de los precios dependerá de otras variables, como por ejemplo la fiscal. Según explicó, hoy el déficit está muy contenido, pero “es difícil pensar que va a seguir así en lo que queda del año porque se vienen las elecciones y hay gastos que podrían crecer”.
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