La Argentina quedó esta semana debajo de la categoría de “mercado fronterizo” y se terminó de caer del mapa para los inversores extranjeros. Adentro las cosas no están mucho mejor. El Índice de Confianza del Consumidor que elabora mensualmente la Universidad Di Tella cayó un 12%, casi la mitad de la gente cree que la economía va a estar peor dentro de un año según una encuesta de Synopsis y la expectativa de inflación para los próximos 12 meses se ubica en el 51%. Revertir la desconfianza extrema es hoy el principal desafío que tiene el Gobierno y posiblemente la única salida para evitar una crisis aún más profunda luego de las elecciones legislativas.
El dólar, como siempre, se transformó en el principal termómetro de la “sensación térmica” de los consumidores y de los inversores. Luego de mantenerse estable a $ 140 en los primeros meses del año, a partir de abril empezó un repunte que siguió hasta las últimas jornadas. A $ 174, la brecha con el tipo de cambio oficial ya está por encima de 80%, con lo que entró en “zona de riesgo”.
Con una diferencia tan grande entre el tipo de cambio oficial que defiende el Central y el que se opera en la calle, se acentuarán las tendencias de toda la vida: aumentará la demanda de importaciones para aprovechar un tipo de cambio bajo y a su vez habrá reticencia para ingresar los dólares provenientes de las exportaciones.
También crecerá la demanda por el “Dólar solidario”, ya que pasó a estar más barato que el libre. Por lo tanto, a principio de mes se incrementará la compra de USD 200 en los bancos por parte del público. Y también debería aumentar el interés por el “dólar tarjeta”, ya que ahora volvió a ser más barato comprar con plástico en el exterior que hacerlo en efectivo. Claro que las fuertes restricciones de viajes limitarán sustancialmente esa fuente de salida de divisas al menos temporalmente.
El aumento de la brecha a su vez alienta las expectativas de devaluación, ya que los desequilibrios se vuelven cada vez más difíciles de sostener. La discusión en torno a si el dólar a $ 100 es competitivo pasa a tener poca relevancia. No se trata sólo de calcular si el tipo de cambio real es más conveniente que el de hace uno o dos años. Empieza a cobrar más relevancia la cantidad de reservas que tiene el Banco Central para defender esa paridad, teniendo en cuenta que la masa de pesos aumentará aceleradamente en la segunda parte del año. La respuesta no es tranquilizadora.
La brecha cambiaria alienta las expectativas de una devaluación del tipo de cambio oficial. El Central sostiene el aumento de 1,3% y seguramente seguirá así hasta las elecciones. Pero es imposible que sostenga esta conducta después de noviembre
No es casual que la vicejefa de Gabinete, Cecilia Todesca, haya salido en las últimas horas a defender las supuestas bondades del cepo cambiario. En realidad, las fuertes restricciones al movimiento de capitales no hacen más que disimular la desconfianza que lleva a los inversores a desprenderse de sus pesos y protegerse en moneda dura. La historia ya es conocida: los controles se vuelven cada vez más rígidos pero ni siquiera así logran cuidar los pocos dólares en poder del Gobierno.
Lo sucedido en el primer semestre es una buena muestra. El Central consiguió gracias al cepo comprar más de USD 6.500 millones en el mercado cambiario. Sin embargo, las reservas sólo subieron USD 3.300 millones, a pesar de haberse registrado la mayor liquidación de divisas de la historia en mayo, en el que las cerealeras aprovecharon los elevados precios de la soja para vender.
Semestre desafiante
Pero el segundo semestre es muy desafiante para el Banco Central. Las elecciones gatillarán un mayor nivel de dolarización, que amenaza con hacer subir todavía más al dólar financiero. Además, el aumento de la brecha cambiaria también provoca una mayor demanda de divisas. Por eso, es probable que buena parte de los dólares que se acumularon en el primer semestre se terminen “devolviendo” en el segundo para evitar una nueva crisis.
El Banco Central acumuló un “colchón” de reservas para ganar capacidad de fuego y llegar mejor parado a las elecciones. Pero luego es probable que se quede con escasas reservas líquidas, lo que podría desatar una nueva crisis cambiaria y, por ende, una nueva aceleración inflacionaria
El Gobierno recibirá otro ingreso excepcional de divisas. Se trata de los Derechos Especiales de Giro que enviará el Fondo Monetario como parte de su proceso de capitalización. Son USD 4.300 millones, que justamente alcanzarán para repagar los vencimientos con el propio organismo en septiembre y en diciembre. Es casi imposible que Martín Guzmán negocie un “pago a cuenta” para ganar tiempo para firmar un nuevo acuerdo.
El gran interrogante ahora es qué pasará después de las elecciones legislativas. El objetivo de corto plazo es bajar lentamente la inflación a costa del congelamiento de tarifas y naftas, además de mantener el dólar oficial virtualmente planchado hasta noviembre. Y al mismo tiempo evitar que el dólar libre se “desmadre”, para lo cual el Central saldrá a desprenderse de reservas.
El escenario post electoral es muy complejo. El mercado ya empezó a descontar que resulta totalmente inviable que el dólar oficial aumente a un ritmo de apenas 1,3% mensual, totalmente desalineado con la inflación. Guzmán, por su parte, solo atina a prometer que no habrá una “devaluación brusca”. Lo aconsejable sería que, como mínimo, el tipo de cambio volverá a subir como mínimo a la par de los precios, como venía sucediendo en los primeros meses de 2021.
El principal escollo que presenta el panorama de cara a fin de año es que el Central terminará con una posición sumamente complicada. Si bien las reservas netas aumentaron por las compras de los últimos meses, el nivel de reservas líquidas está en valores mínimos. Esto significa que tiene poder de intervención en el corto plazo, pero tiene serios riesgos de perderlo en los próximos meses.
El panorama post electoral se presenta sumamente riesgoso para la economía. El Gobierno tiene la chance de alinear expectativas con un nuevo acuerdo con el FMI. Pero los inversores desconfían: “Lo más probable es también imcumplan lo que se comprometa ante el Fondo”, se escucha reiteradamente en Wall Street
Este escenario plantea que por delante habrá más cepo y no menos. Cada vez más restricciones para disimular la escasez de divisas. Y al mismo tiempo la brecha podría seguir aumentando y volver al 100%.
La hora de las urnas
Claro que ninguna historia es absolutamente lineal. Existen dos factores que pueden modificar esta proyección. En primer lugar, el resultado de las elecciones legislativas, aunque son cada vez menos los que esperan un gran cambio de expectativas. Si gana el Gobierno, difícilmente vaya a corregir el rumbo, aún cuando los inversores le den la espalda. Una buena elección de la oposición tampoco sería determinante.
Depende mucho de cómo queda el oficialismo en el Congreso (por ejemplo si gana o no presencia en Diputados) y por otra parte la experiencia de Mauricio Macri dejó muchas heridas entre los grandes fondos internacionales. Quien sufrió las quejas y críticas de los brokers de Wall Street por la fallida gestión macrista fue María Eugenia Vidal durante su paso por Nueva York la semana pasada. Por lo tanto, una derrota del kirchnerismo ya no genera entre los inversores el mismo nivel de entusiasmo que en el pasado.
El otro factor determinante será la negociación con el FMI. El Gobierno consiguió patear la pelota para adelante y dejar todo para el primer trimestre de 2022, como quedó claro en el “acuerdo puente” con el Club de París.
Para marzo del año que viene deberá quedar definido si hay acuerdo y las condiciones del mismo, porque a fin de mes vencen USD 4.800 millones del millonario préstamo otorgado por el Fondo.
Allí se verá hasta qué punto el Gobierno está comprometido con ir hacia un sendero de equilibrio fiscal, volver más eficiente el gasto, ponerle un límite a los subsidios y a la política de asistencialismo. Además, también se verá la voluntad para avanzar en reformas estructurales, por ejemplo en materia laboral o tributaria.
El panorama post electoral que enfrenta la Argentina presenta una enorme cantidad de riesgos. El Central quedará al borde de quedarse sin dólares líquidos y por ende su capacidad de intervención para mantener las dos puntas de la brecha bajo control quedará bajo serio riesgo. El peligro de una nueva crisis cambiaria quedaría así a la vuelta de la esquina, generando un nuevo fogonazo inflacionario y sumergiendo a más gente por debajo de la línea de pobreza. Una nueva aceleración de la crisis, por lo tanto, es un escenario más que probable si no se reacciona a tiempo.
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