La economía nacional transita por dos senderos claramente opuestos, aunque sin marcar al cierre del primer semestre una tendencia definida. Por un lado, los grandes indicadores de la macroeconomía, como las cuentas externas: balance comercial y reservas del Banco Central; las finanzas públicas y más recientemente la inflación y la actividad fabril y comercial, registran mejores niveles que en los primeros meses del año. Por el otro, el poder de compra de los salarios, el empleo efectivo y la confianza de los consumidores, reflejan un claro deterioro, aunque dentro de un marco muy heterogéneo.
En el caso de la macroeconomía, la perspectiva se ve amenazada por la estacionalidad desfavorable de la liquidación de divisas del campo, junto a las restricciones impuestas a las exportaciones de carnes vacunas, porque afectará tanto al saldo comercial, como a la recaudación de los impuestos aduaneros; la inflación cede por el ancla cambiaria hasta las elecciones, junto con el congelamiento de las tarifas; y el aumento de la presión tributaria no allana el camino para reanimar la inversión productiva, que es la llave para la generación de empleos y recuperación de los salarios, y mejorar el escenario del mercado laboral y las finanzas personales en general.
María Castiglioni Cotter, directora de CyT Asesores Económicos, profesora de Macroeconomía en la UCA, y especialista en el análisis de la coyuntura, con especial foco en las finanzas públicas, moneda y modelación financiera, dio su visión en una entrevista con Infobae sobre esa coyuntura y las perspectivas para el corto plazo.
— Coincidente con la aceleración de la inflación en los primeros 5 meses tuvo lugar la disminución del déficit fiscal ¿existe una correlación entre esos dos indicadores de la economía que permitan deducir que la suba de los precios le permite al Gobierno “licuar” el gasto público?
— En los cinco primeros meses del año el déficit fiscal se redujo notablemente por una combinación de aceleración fuerte de los ingresos y desaceleración del gasto. Parte de esto, sin duda, fue gracias a la aceleración de la inflación, ya que ésta acompañó a los ingresos más ligados a la actividad como IVA, Internos e impuestos a la importación, mientras que el gasto tiene cierta demora en ajustar, sobre todo teniendo en cuenta que las jubilaciones tienen una fórmula de ajuste rezagada, que sólo en parte sigue a la inflación, mientras que otros rubros dependen de otro tipo de variables.
Del lado del gasto, se evidenció una postergación de los ligados a las ayudas sociales, ya sea en forma directa como vía transferencias a provincias
Sin embargo, a este desempeño hay que agregarle el aporte de la mayor carga tributaria que tuvo lugar este año, así como la fortísima suba de la recaudación de retenciones a la exportación gracias a los altísimos precios internacionales de las materias primas. Y del lado del gasto, se evidenció una postergación de los ligados a las ayudas sociales, ya sea en forma directa como vía transferencias a provincias. Asimismo, la partida de salarios del sector público se mantuvo sin cambios en estos primeros meses del año y se redujeron las vinculadas al covid-19. Es decir, que buena parte del gasto público se contuvo en forma transitoria y más allá de la situación de la inflación, pero generando fuertes tensiones, algo que se puede ver en las marchas de los grupos sociales en forma diaria.
— ¿Cabe esperar que la desaceleración de la inflación en mayo y posible continuidad de ese proceso en junio y julio coincida con la interrupción de la baja del déficit fiscal?
— La esperable suave desaceleración de la inflación no va a tener mayor impacto en las cuentas públicas, ya que en paralelo los ingresos comparados contra el año pasado van a seguir mostrando buenos números. Sin embargo, sí se va evidenciar un menor ingreso estacional por retenciones, especialmente a partir de julio, mientras que algunos otros ingresos extraordinarios, como el impuesto a la riqueza, van a terminar de registrarse en junio. Por lo tanto, esto va a condicionar el resultado fiscal, sumado al aumento del gasto público.
Como mencioné, en los primeros meses el Gobierno había postergado muchos gastos, pero ya se fueron anunciando incrementos, entre ellos, el ajuste de los salarios de los empleados públicos del 40%, mayores aportes a los sectores de menores recursos, probables mayores transferencias a las provincias, especialmente cerca de las elecciones, entre otros rubros. Así, el déficit fiscal mostrará un incremento, pese a que en C&T descontamos que logrará cumplir con creces la meta pautada en el Presupuesto.
— A pesar de que el Banco Central decidió seguir una política cambiaria que implica atrasar la cotización del dólar comercial respecto de la inflación muchos economistas creen que hay margen para seguir con esa estrategia sin afectar la competitividad de la producción nacional. ¿Hoy el tipo de cambio real es competitivo?
— El Banco Central en los períodos de cepo cambiario previo había realizado en años electorales una política de contención del tipo de cambio oficial para bajar la inflación y este año no es excepción. El punto de partida de la competitividad era bueno para esta estrategia y todavía el tipo de cambio real es relativamente competitivo. La depreciación del dólar en 2020 había colaborado en contener la apreciación cambiaría de nuestra moneda. Sin embargo, seguir acumulando meses de una inflación más alta que la devaluación va a llevar a niveles más cercanos a límites aceptables de competitividad. A pesar de eso creemos que la estrategia se va a mantener por lo menos hasta las elecciones.
El déficit fiscal mostrará un incremento, pese a que en C&T descontamos que logrará cumplir con creces la meta pautada en el Presupuesto
— ¿Cómo puede afectar la política cambiaria, o al menos la competitividad cambiaria, el comienzo de la revaluación del dólar en el mundo?
— La revaluación del dólar que comenzó y se anticipa a raíz de la política de la Fed sin duda no es positiva para esta estrategia, ya que pone más presión sobre la competitividad. Esto, entre otros factores como la cercanía de las elecciones, que se traduce en mayor demanda estacional de dólares, y la menor afluencia estacional de divisas por partes de las exportaciones, ya está mostrando más presión en los tipos de cambio alternativos. Se ve tanto en un aumento de la brecha como en el freno del proceso de recuperación de reservas por parte del BCRA, lo que pone más tensión sobre el mercado oficial, y sin duda de agudizarse puede incrementar las expectativas de devaluación post elecciones.
— Atrasar el tipo de cambio, como congelar tarifas y aumentar los instrumentos de regulación de precios, posibilitó desacelerar la inflación ¿Ese proceso estima que se extenderá durante toda la gestión del actual Gobierno, como ocurriera entre 2011 y 2015?
— Es una gran pregunta. Sin duda en el corto plazo este proceso va a seguir. Sin embargo, los resultados en términos de baja de inflación son cada vez menos positivos. Es decir, se está acelerando el retraso de ciertos precios que implican inflación futura, por lo tanto, es difícil pensar que este proceso tal como está hoy se pueda sostener 2 años más, aunque no descartamos que esto se intente al menos parcialmente. Encarar otra estrategia implica tomar la decisión de volver a definir un sendero de aumento de tarifas, flexibilizar el cepo cambiario, plantear nuevos esquemas en términos de precios, algo que hoy no se ve en el corto plazo como un objetivo del gobierno.
— El Presidente dijo a comienzos de su gestión que no creía en los planes económicos; el ministro Martín Guzmán sostiene que no se puede tener un plan económico antes de cerrar un acuerdo de reestructuración de los vencimientos de la deuda, lo hizo con acreedores privados, pero se atrasa con los gobiernos (Club de París) y el FMI; mientras que la vicejefe de Gabinete de Ministros sorprendió con una respuesta contundente: “Cuando dicen que no hay plan, es porque no es el plan de ellos” ¿Para usted, hay un plan económico?
— El Gobierno en general tiene una visión más que un plan económico diría yo. La visión es que el Estado tiene que ser grande, que la reducción del déficit fiscal puede ser lenta, pero va a ser sin reducción del gasto público y más bien con incremento de ingresos, ya sea por recuperación de la actividad como de la carga tributaria. De hecho, ya se está hablando de nuevos aumentos de impuestos: se deslizó una suba en la carga de bienes personales y se insinuó si no había que elevar las retenciones a las exportaciones ante el aumento de los precios internacionales de las materias primas. Es decir, el Gobierno tiene una idea de que el Estado tiene que ser el que lidere la recuperación, que la economía tiene que estar concentrada en el mercado doméstico sustituyendo importaciones y eso requiere controles en el mercado cambiario, controles a las importaciones y un rol muy activo con tasas subsidiadas para el sector doméstico. Más allá de esa idea, en la práctica, se han ido resolviendo los problemas del cortísimo plazo intentando atacar los resultados más que las causas, conteniendo la inflación a través de los controles y las regulaciones, y negando una relación de la inflación con la emisión monetaria. Por otro lado, no se desliza un plan que ayude a bajar las expectativas de inflación. Este esquema también es el que está impidiendo justamente alcanzar un acuerdo de facilidades extendidas con el FMI, que permitiría postergar vencimientos y acordar con el Club de París.
El Gobierno tiene una idea de que el Estado tiene que ser el que lidere la recuperación, que la economía tiene que estar concentrada en el mercado doméstico sustituyendo importaciones
— El 2021 comenzó con la inercia de una incipiente reactivación de la economía, al punto que el ministro de Desarrollo Productivo destacó: “La Argentina es uno de los países cuya industria más creció en el mundo en el primer cuatrimestre del año”, pero los indicadores del Indec mostraron en abril una notable desaceleración ¿Cuál es su mirada sobre el desempeño de la economía real?
— A nivel del conjunto de la economía la recuperación después del piso de actividad de mayo pasado comenzó progresivamente, a medida que la economía fue reabriendo actividades. Sin embargo, fue perdiendo impulso hacia el final del año y después de un muy buen enero del 2021, los datos muestran que la economía en su conjunto no creció en términos mensuales desde ese momento. En el caso de la industria, la actividad mostró algo más de dinamismo que el promedio. Sin embargo, también los datos marcan ciertos sectores con freno en los últimos meses. Incluso la construcción, que había recuperado fuerte después de una caída muy grande al principio de la cuarentena, también está frenándose en los últimos meses. En definitiva, la economía no está creciendo, más allá de que algunos sectores puntuales sigan teniendo buen dinamismo. En parte, las trabas al comercio exterior son un factor que limitan la actividad en algunos sectores por falta de insumos, pero también la demanda doméstica en muchos rubros está muy contenida básicamente por la caída de los ingresos reales de la población. La aceleración de la inflación sin duda impactó notablemente de cara al consumo interno.
— El último Informe de Estabilidad Financiera del BCRA destaca que: “Sigue contribuyendo con la normalización del funcionamiento de la economía, en coordinación con la estrategia fiscal del Gobierno Nacional, a fin de sentar las bases macroeconómicas de un sendero de desarrollo económico con equidad social” ¿Más allá de las limitaciones que impone la irrupción de la pandemia, observa un avance hacia la “normalización de la economía y la situación social?
— Este año las restricciones impuestas por la pandemia estuvieron afectando a la actividad en menor medida que el año pasado. Sin embargo, hay sectores que no logran recuperarse, especialmente los sectores ligados a los servicios de turismo, gastronomía, mientras que hay otros que lograron una mejor performance. Los datos más recientes marcan que se ha recuperado parte del empleo y que el aumento del desempleo no fue tan grande, en parte, por las limitaciones que hay en el mercado formal a los despidos, y en parte porque el sector público mantuvo un leve crecimiento. Sin embargo, muchos de los empleados no logran cubrir con sus ingresos la canasta básica y eso se refleja en los indicadores de pobreza. Por lo tanto, hay un gran desafío por delante para lograr la normalización de la economía, pero, sobre todo, de la situación social, que requiere, por un lado, de crecimiento económico para generar empleo, pero también una desaceleración de la inflación para que el poder adquisitivo comience a recuperarse más allá de que en estos meses se pueda lograr una mejora puntual.
Las restricciones fiscales y sobretodo financieras hacen difícil pensar que en el corto plazo la Argentina pueda crecer a un ritmo elevado
— ¿El éxodo de empresas, de empresarios y de talentos, afectará las posibilidades de reactivación de la economía, o el alto grado de subutilización de la capacidad instalada, en la industria, el comercio y los servicios permitirá disimular ese fenómeno?
— Sin duda un proceso de éxodo de empresas, empresarios y talentos afecta tanto al ritmo de reactivación como y sobre todo a las posibilidades de crecimiento sostenido en el largo plazo. Sin embargo, en sectores de alta subutilización de capacidad instalada hay todavía margen para recuperar actividad económica a pesar de ello. De todos modos, las restricciones fiscales y sobretodo financieras hacen difícil pensar que en el corto plazo la Argentina pueda crecer a un ritmo elevado.
— ¿Cuáles son las últimas estimaciones de C&T sobre PBI, inflación, tipo de cambio y empleo, para el corriente año y el próximo?
— Para 2021 estimamos que el PBI pueda crecer en torno al 5,5%, que es básicamente el resultado de meses donde la economía está cayendo y tal vez algunos meses donde la actividad pueda aumentar, sobre todo cerca de las elecciones, dejando para el año que viene bajo arrastre estadístico. Así, en 2022 el desempeño va a ser bastante mediocre, con un crecimiento entre 1,8 y 2%. La inflación podría cerrar en torno a niveles del 48% a 49% si el Gobierno logra éxito en su estrategia de contener el tipo de cambio oficial hasta las elecciones, y probablemente con alguna aceleración hacia fin de año. Para el año próximo será muy difícil que la inflación este por debajo del 40%, si bien esperamos que intente mantener la estrategia de controles con algunos ajustes de tarifas moderados.
— ¿Una reflexión final?
— La Argentina arrastra décadas de enormes frustraciones en materia económica, que derivaron en un piso creciente e inadmisible para el nivel de pobreza. ¿Qué caracterizó a nuestro país en este período frente a otros países más exitosos? Una enorme volatilidad macroeconómica, una de cuyas caras más visibles es la persistencia de una inflación largamente superior a la del resto. Empezar a torcer este rumbo requiere un consenso político amplio sobre la necesidad de terminar con esa volatilidad, que tiene como punto neurálgico el desequilibrio fiscal crónico. Podrá no ser la causa última, pero sin dudas que es un aspecto clave que hay que atacar. Lógicamente, no es un tema sencillo porque su corrección generará ganadores y perdedores, de ahí la necesidad de un amplio consenso político. Lamentablemente, el gobierno actual no parece consciente de esta necesidad y repite prácticas que son las que contribuyeron en el pasado a dicha volatilidad macroeconómica. Las elecciones de este año serán clave para conocer si la sociedad está dispuesta a iniciar un cambio de rumbo.
Fotos: Thomas Khazki
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