El sindicalista ultra K Sergio Palazzo, representante de los bancarios, negoció un incremento del 29% anual para su gremio en enero. Apenas cinco meses después Hugo Moyano, hoy también alineado al kirchnerismo, cerró un 45% en cuotas con el aval del ministerio de Trabajo. Esta enorme diferencia de 16 puntos porcentuales refleja varios fenómenos: la aceleración inflacionaria de la primera parte del año, la menor injerencia de Martín Guzmán a la hora de marcar el rumbo de la política económica, y sobre todo la imperiosa necesidad de reactivar el consumo en los meses previos a las elecciones.
Moyano volvió a transformarse en una suerte de “caso testigo” para disparar reclamos salariales de otros sectores, que quedaron bien por debajo de ese 45% en sus negociaciones. Los propios bancarios ya están negociando para reabrir aquella negociación de principio de año. Y las paritarias que se cierren de ahora en más arrancan con un “4”. El 35% promedio que acordaron distintos sectores también quedó atrás.
El Gobierno apoya reclamos salariales más fuertes, porque entiende que esto es lo que podrá impulsar el consumo en los próximos meses. El PAMI, por ejemplo, cerró un acuerdo salarial del 43% para sus trabajadores y ANSES del 45,5%.
Los ajustes salariales para impulsar la demanda interna son un arma de doble filo. En medio de una caída generalizada de ventas, para muchas empresas las demandas de aumentos pueden ser imposibles de asumir. Y en muchos casos la única manera es subiendo más los precios para compensar ese mayor costo.
Además de los ajustes salariales que se irán dando en cuota, muchos asalariados pasarán a cobrar más por el nuevo piso de Ganancias y además recibirán en 5 cuotas la devolución de lo que ya cobró indebidamente el Estado por aplicación de Ganancias.
El nuevo piso para las paritarias arranca en 40%, ante una inflación que subió mucho más de lo esperado en el primer semestre. Los reclamos sindicales son apoyados por el Gobierno, que quiere una recuperación del salario real para reanimar el consumo
El consumo interno es el único motor que podría encender el Gobierno en la segunda mitad del año. La elevada inflación de la primera parte del año, que llegaría a casi 25% en el primer semestre, volvió a tener un duro efecto sobre el poder adquisitivo del salario. La canasta básica para una familia de cuatro integrantes ya se ubica en $ 64.500. Por eso la pobreza se mantiene sin modificaciones en niveles de entre 43% y 45%.
Desacelerando
La “buena noticia” es que existe una buena chance que los valores inflacionarios se moderen en los próximos meses. El 3,3% de mayo marcó un punto de inflexión, que podría mantenerse en junio o incluso continuar con la baja gradual.
El dólar oficial casi planchado, el semi congelamiento tarifario, más el fin del ajuste de los combustibles debería tener un efecto positivo en los precios en el corto plazo. Además, en la primera parte del año hubo un fuerte ajuste de la base monetaria, que creció sólo 8% con una inflación acumulada de casi 25%. El objetivo del Gobierno es ir a niveles del “2 y pico” mensual, lo que luce bastante probable.
El dólar
La reducción gradual de la inflación debe ir acompañada de estabilidad cambiaria. Todo indica que el Banco Central tendrá que “devolver” al menos una parte de los dólares que compró en los últimos meses, aprovechando el ingreso de dólares de la soja. El balance no fue del todo bueno. Es cierto que el Central compró casi USD 7.000 millones, pero las reservas aumentaron menos de USD 3.000 millones, que se irían perdiendo gradualmente ante el objetivo de controlar que no se produzca un aumento mayor de la brecha cambiaria, hoy en torno al 75%. Por lo pronto, las reservas brutas que habían arrancado en US$ 42.700 millones la semana terminaron en USD 42.200 millones, quebrando una racha de varias semanas consecutivas de suba. En el Congreso Anual del IAEF, el economista Ricardo Arriazu indicó que el BCRA “está en condiciones” de evitar un salto del “contado con liquidación” y al mismo tiempo continuar con la suba muy gradual del dólar oficial como mínimo hasta las elecciones.
En cuanto al dólar oficial, todavía restaría un importante margen para seguir con el ritmo de aumento de apenas 1,3% mensual. Luego de las elecciones, los mercados pronostican a través de la cotización de futuros y del relevamiento de especialistas que efectúa el BCRA, que el tipo de cambio volverá a moverse en línea con la inflación, tal como ocurrió en 2020 y hasta principios de 2021.
Un informe elaborado por Fernando Marul destaca que “hoy el dólar oficial ajustado por inflación y el resto de monedas (TCRM; línea celeste) está en máximos de 12 años. Más aún, si tenemos en cuenta el efecto precio de las materias primas y además le restamos las retenciones, este dólar “efectivo” se encuentra en un nivel que incluso supera el boom de los 2000′s. Básicamente, atrasar el dólar unos meses no compromete la competitividad”.
El Banco Central tendría relativamente controlado el frente cambiario. Mantendrá el dólar oficial subiendo al 1,3% mensual hasta las elecciones y tendrá que intervenir con reservas para evitar que se dispare la brecha más allá del nivel actual de 75%
La política asistencial es otra de las patas del plan para reanimar la demanda interna. Esta semana el ministro de Desarrollo Social, Daniel Arroyo, confirmó un bono de $ 6.000 para los beneficiarios del plan Potenciar Trabajo (900.000 personas) y habrá otro bono para jubilados en compensación por la pérdida semestral contra la inflación. En los próximos meses estos “extras” estarán a la orden del día.
Aperturas
La apertura de las actividades económicas es otro elemento clave de la estrategia. El segundo trimestre arrojaría una caída de 2,5% respecto al primero, en buena medida por los cierres que sufrieron distintos sectores en todo el país, ante el avance de la segunda ola de COVID-19. Por eso, es esperable un repunte a partir de julio, sustentado justamente en el aumento de la circulación y de la actividad comercial.
Los últimos datos indican que ya pasó lo peor de la segunda ola, aún cuando el número de fallecimientos sigue elevado. Sin embargo, se están reduciendo los contagios y baja la ocupación de terapias intensivas, un dato clave.
El repunte, sin embargo, tiene poco alcance si no hay cambios de fondo y no aparece un programa económico que recupere la confianza. El economista Rodolfo Santángelo lo graficó así: “La economía recuperó un 60% de lo que perdió por el cierre provocado por la pandemia y hay pocos indicios que vaya a tener una mejora significativa, más allá de alguna mejora de corto plazo”.
El FMI
Como ya era de esperarse, el FMI dio indicios a fines de esta semana que el acuerdo con la Argentina deberá esperar hasta el 2022. El Gobierno no dio señales de querer sentarse a negociar en medio de la campaña electoral. Y hasta ahora los reclamos fueron todos inadmisibles, especialmente los 20 años de plazo para devolver los USD 44.000 millones. Ese fue un reclamo que en su momento efectuó Cristina Kirchner y desde entonces prácticamente no hubo avances.
La nueva fecha límite con el Fondo sería en marzo de 2022, cuando vencen más de USD 4.800 millones. Para ese momento, la Argentina precisa sí o sí tener un nuevo acuerdo a 10 años, que postergue cinco años los pagos de capital. De lo contrario, el país entraría en default con el organismo, lo que lo convertiría en un “paria internacional”, según definió el propio Martín Guzmán hace pocos meses.
No habrá acuerdo con el FMI este año, pero habrá que hacer frente a vencimientos por USD 4.000 millones entre septiembre y diciembre. La nueva fecha clave para llegar a un entendimiento es marzo de 2022, cuando vencen otros USD 4.800 millones que serán impagables sin una refinanciación
Los USD 4.000 millones que se adeudan entre septiembre y diciembre serían pagados con los propios recursos que girará la entidad como parte de su capitalización, vía Derechos Especiales de Giro, lo que ocurriría en los próximos 60 días.
Este escenario no descarta un default con el Club de París, al que hay que pagarle USD 2.400 millones a fin de julio como plazo final. Volver a reestructurar esa deuda no tendría grandes efectos en la práctica, aunque sí multiplicaría el volumen adeudado por la aplicación de intereses retroactivos y punitorios. Casi igual que atrasarse con la tarjeta de crédito.
El Gobierno decidió seguir pateando la pelota para adelante y no encarar los problemas de fondo. Tampoco está claro que esté dispuesto a hacerlo en una futura negociación con el FMI. El plan es aprovechar el “colchón” que quedó de la primera parte del año: usar reservas para contener la brecha cambiaria y el ajuste fiscal para salir a gastar más y llevar adelante políticas activas para reanimar la economía.
En una Argentina que vive el día a día, la reanimación del consumo se transforma en algo vital para que el Gobierno recupere parte del terreno perdido en los últimos meses, entre una campaña de vacunación que tardó mucho en arrancar, la reducción de la circulación del segundo trimestre y el deterioro continuo del salario real.
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