Los precios de los metales industriales aumentaron el último año mucho más que los de los commodities agrícolas y la energía y están ya casi 50% por encima de los niveles de prepandemia.
En los últimos 12 meses, el mineral de hierro aumentó 116% y el cobre 89 por ciento. Otros metales, como el litio y el níquel, cuyo precio subió “apenas” 41%, aumentaron menos, pero afrontan una expectativa de demanda creciente y sostenida por muchos años, debido a la transición hacia la electromovilidad y fuentes de energía más “sostenibles”.
Durante la pandemia de coronavirus, tanto los precios de los metales industriales, los commodities agrícolas y la energía tocaron un piso en el segundo trimestre de 2020. Desde entonces, los precios de los metales se empinaron mucho más que los de las materias primas agrícolas, que habían tenido un muy superior desempeño en los años precedentes. En los años previos, el precio de los metales había sido mucho más volátil. Además, como puede observarse en el gráfico, el precio de los metales no alcanzó aún el máximo que había alcanzado en 2011. El caso de los commodities agrícolas es aún más notable: el índice actual sigue por debajo de los niveles del bienio 2011-2012 y parte de 2013.
¿Cuáles son los motores del actual envión de los metales industriales? ¿Podrá mantenerse? Según Martin Stuermer y Nico Valckx, economistas del departamento de investigación del FMI especializados en commodities, intentaron responder a esas preguntas. Detrás del fenómeno actual listaron cuatro poderosos factores.
1 - La recuperación económica se basó más en la industria que los servicios. Al inicio de la pandemia, explican, la actividad manufacturera no cayó tanto como la del sector servicios. Y además se recuperó mucho más fuerte y rápidamente, en buena medida debido a China, que es el principal demandante de metales del mundo. Al mismo tiempo, sectores de servicios intensivos en el uso de energía, como el transporte, siguen deprimidos, al punto –ejemplifican- que el uso de combustibles para transporte terrestre está aún 7% por debajo del nivel de prepandemia, lo que en cierta medida limita el alza de los precios del petróleo.
2 - Factores de oferta. Muchas explotaciones mineras sufrieron importantes disrupciones por la pandemia, las tarifas de transporte de material mineral alcanzaron un pico de 10 años debido a congestiones, cuarentenas, problemas portuarios y dificultades de las navieras para completar sus tripulaciones, a lo que a partir de septiembre pasado se sumó el rebote de los precios de los combustibles hicieron que los costos de la minería aumentaran fuertemente y empujara el precio de los metales.
3 - Expectativa de una rápida transición energética y fuerte gasto en infraestructura. La demanda y políticas para acelerar el paso hacia una economía “más verde” y los programas de infraestructura para lograrlo fueron un impulso adicional y aumentaron la “intensidad metálica” de la economía global. Una transición energética más rápida, precisan Stuermer y Valckx, podría multiplicar por 40 (esto es, un aumento del 3.900%) la demanda de litio para autos eléctricos y energías renovables y por 20 a 25 (esto es, entre 1.900 y 2.400% de aumento) la demanda de níquel, basados en cálculos de la Agencia Internacional de Energía. Además, los ambiciosos programas de infraestructura de EEUU y la Unión Europea pondrá presión sobre los precios del cobre, el mineral de hierro y otros metales industriales.
4 - Almacenabilidad y tasas de interés. Las metales son más fáciles de almacenar que el petróleo, la energía y los bienes agrícolas, que necesitan instalaciones especiales. Esto hace que los precios de los metales industriales sean más sensibles a las tasas de interés: las bajas tasas actuales disminuyen el costo y seguro de existencias, facilita el manejo de stocks y brinda mejor soporte y expectativa a los precios.
Stuermer y Valckx, sin embargo, reconocen que es un “desafío” predecir qué sucederá. Los mercados de metales industriales sugieren que los precios llegarían pronto a un pico: los precios de los futuros apuntan a un aumento del 50% este año (buena parte ya ocurrió) y un retroceso de 4% en 2022. De todos modos, creen que los precios se mantendrán altos y pueden subir algo más de lo que sugieren los mercados. Lo que sí podría debilitarlos, concluyen, es que los procesos legislativos en EEUU y en la Unión Europeo traben y al final impidan la concreción de los programas de infraestructura. Esto es, que la política meta la cola.
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