Perrier es el agua mineral francesa por excelencia, una marca icónica, casi es parte de la esencia nacional de Francia, definida en algunos avisos como “el anfifaz original de la sed”. La característica de la popular bebida de la botellita de vidrio verde es la de estar gasificada en la fuente, es decir, de modo natural. Su sabor, dicen los entendidos, no tiene parangón con otras “aguas con gas”.
Pues bien, la marca ha reparado en nuestra yerba mate y lanzó al mercado latas de bebida energizante con yerba mate, pero a la francesa, es decir, con acento en la “e”: “Yerba Maté”. El producto viene en diferentes sabores frutales.
Perrier vende su elixir “energizante” incluso por Amazon. La ubicua catedral de consumo del mundo la presenta como “bebida de agua carbonatada Perrier Energize, una bebida energética orgánica con cafeína a base de plantas y extracto de yerba mate para el impulso de la tarde”, en sabores de mandarina, uva, pomelo”
En los afiches publicitarios, Perrier incluye una advertencia: “Contiene cafeína, que contribuye a aumentar la atención y mejorar la concentración. Consumir con moderación en el marco de una alimentación equilibrada y un modo de vida sano”.
Una rápida consulta arrojó que el producto está “temporalmente agotado”. Pero a no desesperar. “Estamos trabajando duro para volver a tener inventario lo antes posible”, dice la gente de Jeff Bezos, que vende el producto a un precio picante. Un paquete de cuatro latas de 11,5 onzas (340 centímetros cúbicos, es decir una lata chica) cuesta USD 27,88. Esto es, cada lata duele $ 700 al tipo de cambio oficial y $ 1.100 al “blue”. La versión pomelo cuesta un centavo de dólar más el paquete y la de mandarina se puede conseguir “desde USD 28” el paquete.
No es para perdérselo. “El espíritu efervescente de agua mineral Perrier de Francia, llena de burbujas y ahora alimentado por cafeína vegetal de extractos de café verde orgánico y yerba mate vive con el vibrante sabor del sabor de mandarina”. No es para menos, está hecha “con extracto de yerba mate orgánico certificado, azúcar de caña y extracto de café verde y sin edulcorantes artificiales o colores para el impulso de energía justo”. Al pie, el viejo lema, “Perrier, el antifaz original de la sed desde 1863”.
Ya que vivimos en los tiempos absurdos de cancelaciones, algún argentino o algún paraguayo podrían por ejemplo acuasr a Francia de “apropiación cultural”... Pero en realidad, Francia podría incoar a Aimé Bonpland, el naturalista francés amigo de Darwin y de Humboldt, que se radicó en la Argentina, herborizó los alrededores de Buenos Aires y en la Isla Martín García encontró plantas de yerba que habían llevado los jesuitas, expulsados del continente en 1768.
Bonpland se enamoró del llamado “té de Paraguay” e hizo del cultivo de la yerba una obsesión, al punto de redescubrir el método de regerminación de la semilla, que había desaparecido con los jesuitas. Después, se estableció en un lugar llamado Santa Ana, frente a la ciudad paraguaya de Encarnación, se aquerenció con una mujer del lugar e instaló una colonia agrícola dedicada a la yerba.
Por todas estas cosas, la ciudad de Buenos Aires lo homenajeó dándole su nombre a una calle en el barrio de Palermo.
Celosos de sus marcas
Los franceses son muy celosos de sus productos y sus marcas (se dice que Charles de Gaulle, héroe de la resistencia a los nazis y el más grande líder francés del siglo XX, sintetizaba la dificultad de gobernar su país refiriendo el sólo dato de que tenía más de 300 quesos diferentes) así como en Argentina y Uruguay (y también en Siria, donde prendió el hábito) somos celosos del mate y en principio reticentes a variaciones que alteren su espíritu.
Tal vez eso contribuyó al sonoro fracaso de Nativa, una gaseosa con extracto de hojas de yerba mate que Coca Cola desarrolló especialmente para el mercado argentino. Eran tiempos de consumo en aumento, pero en el primer semestre de lanzada la bebida, mientras las ventas de Coca Cola crecían 16%, las de Nativa no despegaban, por lo que Coca y sus embotelladoras decidieron dejar de producirla en 2004, antes de cumplir un año en el mercado.
Ahora bien, ¿qué pasaría se les aplicamos a los franceses el mismo celo con el cual ellos defienden sus marcas, sus vinos, sus quesos, sus métodos de elaboración y sus “denominaciones de origen”?
Es cierto que aquí también hicimos de las nuestras cuando inicialmente llamamos “Malbeck” al vino elaborado con las variedades que Sarmiento había traído de Francia -donde se escribía Malbec, sin k- y que sobrevivieron solo en la Argentina. Aconsejado por sus clientes extranjeros, el fallecido bodeguero Ricardo Santos, el primer exportador del entonces “Malbeck” argentino, luchó duramente para que el Instituto Nacional de Vitivinicultura aceptara sacarle la “k” final a su producto. Santos vendió finalmente su bodega, Norton, a una empresa austríaca, y sus hijos hoy mantienen la tradición del “Malbec de Ricardo Santos”.
Anécdotas aparte, no puede menos que ser auspicioso que una marca como Perrier se interese por la yerba mate. Ya va siendo hora de que el mundo conozca nuestro secreto verde. En tiempos de nuevos consumos, de hábitos alimentarios saludables de interés por nuevos sabores y productos, ¿no deberían los productores de yerba y las autoridades tanto nacionales como de las provincias yerbateras emprender una campaña para difundir el consumo de la yerba en el mundo, en la forma que sea más adaptable a los usos y costumbres de cada lugar?
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