La actividad económica no logró hilvanar en los primeros meses de 2021 un proceso sólido de recuperación cómo el que se insinuó sobre el cierre del año anterior, a medida que el Gobierno fue flexibilizando las medidas de restricciones a la movilidad de las personas y al desarrollo de sectores vedados por ser concentradores de gente.
Claramente, la aceleración de la inflación, por no haber corregido las autoridades económicas el severo desequilibrio monetario observado a lo largo de 2020, parcialmente justificado por la irrupción de la crisis sanitaria, erosionó la capacidad de compra de los debilitados salarios y jubilaciones, junto a las crecientes restricciones a las importaciones, aun de insumos esenciales para el proceso productivo, fueron los determinantes del regreso de las tasas negativas de variación del Estimador Mensual del PBI en febrero y marzo, y se habría sostenido en abril según los indicadores adelantados de las industrias automotriz, siderúrgica, y del comercio en general.
Infobae entrevistó a Miguel Ángel Broda, director de Carteco desde hace 34 años; uno de los economistas más consultados por parte de las grandes corporaciones locales, y también del exterior y organismos internacionales, aunque pocas veces por parte de funcionarios del Poder Ejecutivo Nacional de turno, pese a que, asegura, “siempre estoy dispuesto, menos para aceptar un cargo”, para que de su visión de la nueva coyuntura, y sus expectativas para el corto plazo.
“La expansión de la oferta de dinero es principalmente causada por el déficit fiscal y cuasi fiscal, y donde la demanda de dinero depende de las expectativas”
— El Gobierno, en expresión del propio Presidente, está convencido de que los precios suben por la acción inescrupulosa de los empresarios ¿Cuál es la verdadera causa de la inflación en la Argentina?
— La causa principal de la inflación es un desequilibrio en el mercado monetario, provocado por la oferta de dinero que crece más que la demanda, donde la expansión de la oferta de dinero es principalmente causada por el déficit fiscal y cuasi fiscal, y donde la demanda de dinero depende de las expectativas de algunas variables (como la tasa esperada de inflación, la tasa esperada de devaluación, la tasa de interés, el nivel de ingreso, etc.). Además, la teoría económica (ya “vieja” porque en el mundo ya no hay inflación) dice que en el corto plazo la tasa de inflación no reacciona igual a la tasa de expansión monetaria porque la demanda de dinero se ajusta con rezagos a los cambios en la oferta de dinero. Hay también, en el corto plazo, shocks de oferta y/o cambios de precios claves que afectan la tasa de inflación -y la expectativa de inflación- como la tasa de devaluación (que afecta el costo de los insumos importados y los precios de los exportables); la tasa de ajuste de los salarios; la actualización de las tarifas de los servicios públicos; etc. Además, los cambios en la demanda de dinero (por ejemplo, por un cambio en el nivel de ingresos) tienen también impacto sobre la inflación.
— ¿Entonces cómo explica usted la inflación reciente?
— Lo cierto es que después de las PASO de 2019 se aceleró el ritmo de expansión monetaria con un oficialismo que intentaba desesperadamente no perder la elección presidencial, observándose entre septiembre y diciembre un aumento de los agregados monetarios de 68,1% nominal anualizada y una tasa de inflación similar, 63,3%, con una sociedad que se desprendió muy rápidamente de los pesos sobrantes (casi instantáneamente) ante el deterioro de expectativas y el aumento de la tasa esperada de inflación como consecuencia del retorno al poder de un gobierno kirchnerista-populista.
Pese a la fuerte expansión monetaria, la cantidad real de dinero no subió, sino que se mantuvo casi constante (en bajos niveles) porque la sociedad se desprendió velozmente de los pesos sobrantes. Luego, al asumir el gobierno de Alberto Fernández, se aceleró el ritmo de expansión monetaria, pero extremando controles y manteniendo congelamientos hasta que sobrevino la pandemia en marzo de 2020 y el Gobierno aceleró aún más la “maquinita de emitir” para financiar auxilios y paliativos (con el agregado monetario M2 creciendo a una tasa anualizada promedio de 162% entre febrero y mayo de 2020), pero la tasa de inflación se desaceleró fuertemente a 32,8% anualizada en dicho período.
“Sobrevino la pandemia en marzo de 2020 y el Gobierno aceleró aún más la “maquinita de emitir” para financiar auxilios y paliativos”
¿Por qué con semejante aceleración de la expansión monetaria, la tasa inflación se desaceleró fuertemente? La razón es simple: en este período también fue muy significativo el aumento de la cantidad real de dinero demandada (138,4%), resultando en una inflación de solo 32,8% anualizada en febrero-mayo. Es que, frente al aluvión de pesos, la sociedad se “quedó” con buena parte de estos pesos, o sea, no los gastó, con lo cual no se tradujo en más inflación, por dos razones: 1) aumentó la tenencia precautoria de dinero frente a la incertidumbre generada por la pandemia y 2) las fuertes restricciones a la movilidad le impidieron a la sociedad gastar el exceso de pesos.
Además de los factores monetarios, la “baja” inflación tuvo que ver con la recesión económica, que es fuertemente anti-inflacionaria, y con la intensificación de controles de precios y el congelamiento tarifario. Debido a lo antedicho se produjo una fuerte (y transitoria) monetización. Luego en junio-julio del año pasado disminuyó fuertemente la expansión monetaria, pero la inflación comenzó a subir y no paró de hacerlo debido al rezago en la corrección del desequilibrio del mercado monetario provocado por el aluvión de pesos de los meses anteriores. Entre febrero y abril 2021 la inflación fue de 63% anualizada, mientras que el dinero se expandió a una tasa anualizada de solo 28%, con una cantidad real de dinero alta, pero declinante. O sea, hoy estamos con una tasa de inflación dos veces superior a la tasa de expansión monetaria y, por lo tanto, se observa una caída en la cantidad real de dinero. El ajuste monetario más el ajuste al alza de algunos costos que se habían anclado por la pandemia hicieron con que hoy la tasa de inflación exceda la tasa de expansión monetaria.
“La inflación comenzó a subir y no paró de hacerlo debido al rezago en la corrección del desequilibrio del mercado monetario”
Insisto. Pese a la moderación de la expansión monetaria (resultado de la excepcional austeridad fiscal del primer cuatrimestre del año), la tasa de inflación se aceleró escalando hasta 4,8% en marzo y se mantuvo arriba de 4% en abril. Ello llevó al ministro Martín Guzmán a afirmar que la inflación se debe a que “falla el mercado” y, por ende, “el Estado tiene que intervenir para bajarla...”. Intervenir mediante el anclaje de variables nominales clave como el dólar oficial, las tarifas y los salarios, los controles de precios y el congelamiento de ciertos precios regulados. En el mundo la inflación es un problema macroeconómico, consecuencia de la política económica que impulsa el Gobierno. Por lo tanto, el argumento del ministro buscando justificar dosis crecientes de represión inflacionaria yerra desde su misma raíz, al querer explicar un fenómeno macro a partir de un fenómeno micro, como pueden ser las “fallas de mercado”, por ejemplo, por la existencia de monopolios o concentración en determinados sectores económicos.
Según el argumento heterodoxo (microeconómico) sobre la existencia de “fallas de mercado” para defender una mayor intervención gubernamental, los monopolios/ oligopolios/ mercados concentrados, debido a su poder de mercado, pueden llegar a fijar precios excesivamente altos y, en dicho caso, (correctamente) sería aconsejable la intervención del Estado, pero en defensa de la competencia para penalizar y eliminar dicho poder monopólico/ oligopólico en la fijación de precios. La inflación, sin embargo, no es un problema microeconómico, sino un problema macroeconómico fundamentalmente consecuencia de la política macro que lleva adelante el propio Gobierno.
— ¿Por qué en los países vecinos en particular, y en el resto del mundo en general, la crisis sanitaria afectó menos que en la Argentina sobre el nivel de actividad y la suba de los precios?
— Porque la Argentina está en recesión económica desde abril de 2018 y, como carece de credibilidad y financiamiento, las expectativas son muy negativas. Con el confinamiento, en marzo y abril del año pasado se desplomó el nivel de actividad. Luego, sobrevino el (lógico) rebote. Pero lo cierto es que ya antes de la irrupción de esta segunda ola del coronavirus el nivel de actividad se había amesetado (en febrero- marzo). Encima, esta segunda ola y las restricciones a la circulación y actividades terminaron dilapidando la chance de alguna mejora punta a punta del PBI en 2021 (IV trimestre 21 vs IV trimestre 20). Este año la suba (promedio) del PBI será de entre 5% y 6%, fundamentalmente por el arrastre estadístico que recibió el 2021 del 2020. Nótese que en una región ya de por sí de bajo crecimiento, la Argentina para fines de 2021 será el segundo peor país de América Latina porque para entonces su PBI aún se ubicará un 4,5/5% por debajo del nivel previo a la irrupción de la pandemia.
— ¿Cuánto gravita en una economía como la Argentina, exportadora de alimentos, la suba de los precios internacionales de las materias primas sobre la inflación?
— No nos engañemos: en el mundo, hay varios países exportadores de alimentos y todos ellos tienen una tasa de inflación entre el 1% y el 5% anual. Aunque, claro está, que hay algún impacto (menor) de la suba actual de los precios internacionales de las materias primas sobre la altísima inflación crónica de la Argentina. Pero no hay país en el mundo que habiendo recibido una “lluvia de dólares” por los altos precios internacionales de la soja, el trigo, el maíz, la carne opte por cerrar las exportaciones. Es como si un empleado le dijera al gerente que por favor no le aumente el sueldo.¡Esto es increíble! Estamos en el mundo del revés.
“No nos engañemos: en el mundo, hay varios países exportadores de alimentos y todos ellos tienen una tasa de inflación entre el 1% y el 5% anual”
— Sólo después de crisis terminales como la hiperinflación de 1989-1990 y la de fines de 2001, la Argentina se abocó a planes de estabilización que posibilitaron reducir la inflación al rango de un dígito bajo ¿Por qué cree que ahora, con datos del Indec de pobreza medidos por ingresos cercanos a 50% de la población, no despierta en el Gobierno la necesidad de un plan económico consistente orientado a quebrar la inercia alcista de los precios?
— Este Gobierno, con una orientación económica populista-heterodoxa, no percibe ni la decadencia económica en que se encuentra inmersa la Argentina hace ya largas décadas ni tampoco la estanflación crónica. Solo está centrado en atenuar los “síntomas” de los problemas, pero no en atacar sus causas. Y, por ende, sale a las apuradas a recurrir a más medidas, controles, regulaciones e intervenciones, como un “bombero sin buscar al piromaníaco”. Este Gobierno tampoco parece tener la intención de poner en marcha un plan integral de estabilización y crecimiento en sus dos últimos años de mandato, aunque deje un “campo minado” después de las elecciones de medio término. La coalición gobernante seguramente va hacer “algo” después de las elecciones, pero creo que estará muy lejos del plan económico integral que el país requiere.
El impuesto inflacionario
— Un aliado de los gobiernos populistas es el cobro del denominado “impuesto inflacionario” ¿Es así? ¿En qué consiste?
— Los recursos reales (señoreaje) que el Estado suele apropiarse cuando emite moneda para financiar sus gastos provienen de dos fuentes (y ambas, a su vez, dependen del comportamiento de la demanda de dinero): 1) la expansión monetaria que es demandada por la sociedad (o sea, del aumento de la cantidad real de dinero) y 2) del impuesto inflacionario. Por ejemplo, si un individuo tiene un ingreso de $1.000 y la inflación es de 50%, pues tendrá que disminuir su nivel de gasto a fin de sacar de su ingreso $500 y metérselos en el bolsillo para mantener constante la cantidad real de dinero que tiene (que es la que le proporciona liquidez o el dinero para cualquier imprevisto, etc.). Cuando disminuye su nivel de gasto a causa de la inflación ese individuo está “pagando” el impuesto inflacionario.
“Cuando disminuye el nivel de gasto a causa de la inflación ese individuo está ‘pagando’ el impuesto inflacionario”
— ¿Cuánto representa el impuesto inflacionario de los recursos totales que cobra y recibe el Gobierno?
— Los recursos reales que financiaron el notable incremento del déficit fiscal primario en 2020 provinieron dos tercios del transitorio incremento de la cantidad real de dinero y solo un tercio del impuesto inflacionario (profundamente recesivo). El problema para adelante es que se terminó la monetización de la economía (en realidad ésta está cayendo) y todos los recursos reales que el Estado puede extraer de la demanda de dinero provendrán del impuesto inflacionario, probablemente con una tasa de inflación más alta que la leve baja que habrá transitoriamente hasta las elecciones.
— El Gobierno intenta desacelerar el ritmo de la inflación atenuando la tasa de devaluación y postergando los aumentos de algunas tarifas, tal vez hasta después de las elecciones de medio término ¿Es suficiente para llevar la suba de los precios a una tasa compatible con la pauta presupuestaria del 29 por ciento?
— Por supuesto que no. Pero toda esta represión inflacionaria (pisar el dólar oficial, casi-congelar las tarifas, reforzar los controles de precios, etc.) probablemente ayude a bajar la tasa de inflación del 4% / 4% y pico mensual actual a 3% / 3% y pico hasta las elecciones, dando como resultado una suba del IPC del Indec de entre 46% y 52% diciembre 21 / diciembre 20. Aunque será una baja transitoria, acumulando enormes distorsiones de precios relativos, que seguramente golpearán con fuerza cuando haya que corregirlos. Lo cierto es que nunca hubo una probabilidad razonable de tener este año una tasa de inflación del 29% anual.
“Nunca hubo una probabilidad razonable de tener este año una tasa de inflación del 29% anual”
— ¿Qué espera de las negociaciones del Gobierno con el FMI para postergar el pago de los vencimientos de la deuda, y hacer lo propio con el Club de París?
— Espero que políticamente el Gobierno logre conseguir la emisión de una carta por parte del FMI comunicando que se mantienen las conversaciones y que se está trabajando en un programa económico. Un programa que aun cuando no sea el plan integral que la Argentina requiere, al menos sea un programa con cierta consistencia fiscal, monetaria y cambiaria. Además, espero que la Argentina autorice en el corto plazo la misión para la revisión de la cuentas públicas que estable el artículo IV del organismo internacional que por lo general se hace anualmente.
— ¿Cómo imagina el escenario económico y social hasta las elecciones, y desde el día después?
— Creo que la Argentina puede llegar a la elección de medio término sin una crisis macroeconómica. Puede llegar sin una crisis cambiaria por el golpe de suerte de los altos precios internacionales de los granos, los DEG extra del FMI, el súper-cepo y la predisposición que muestra el BCRA para seguir interviniendo en el CCL y el MEP. Además, puede llegar sin un fogonazo inflacionario con represión inflacionaria a pleno. Pero llegará sin crecimiento económico, con pobreza, indigencia y desocupación levemente crecientes.
— ¿Cuáles son las últimas estimaciones del Estudio Broda para el corriente año sobre inflación, tipo de cambio; PBI y empleo?
— Según nuestras estimaciones, la inflación se ubicará entre 46% y 52% (dic./dic), el PBI mostrará una suba (promedio) de 5/6% en 2021 con respecto al 2020, pero sin crecimiento durante el año (la variación del PBI IVT21 contra IVT20 será probablemente nula). Además, el Gobierno seguirá con el esquema de devaluar a un ritmo de poco más de 1% por mes y después de las elecciones puede haber un muy pequeño aumento de modo que el año concluiría con un dólar para diciembre de entre 108 y 110 pesos (promedio del mes).
— ¿Una reflexión final?
— La Argentina requiere de una vez por todas de un programa económico integral que reduzca el déficit fiscal primario (para converger a un leve superávit) y le posibilite salir de la trampa cambiaria, la inflación crónica y la profundización de su decadencia económica.
“La Argentina requiere de una vez por todas de un programa económico integral que reduzca el déficit fiscal primario y le posibilite salir de la trampa cambiaria, la inflación crónica y la profundización de su decadencia económica”
Hay que dejar de preocuparse exclusivamente por atenuar los síntomas de los problemas y pasar a concentrarse en atacar las causas a fin de resolverlos. En ausencia de un programa integral intertemporal de estas características (que sin duda requeriría de cierto consenso político) y con la visión ideológica estatizante de la coalición gobernante no se puede esperar ningún cambio en el clima de pesimismo imperante sobre el futuro económico. Desafortunadamente, este programa integral probablemente quedará para el próximo gobierno.
Sin un plan de estabilización y crecimiento en serio muy difícilmente la Argentina crecerá y tampoco pagará su deuda, con lo cual seguirá profundizando el retroceso económico y social en que se encuentra inmersa hace ya larga data.
Fotos: Lihue Althabe
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