El precio de la carne vacuna, ¿influye más sobre el valor de la canasta de consumo y la inflación, o sobre el humor de los argentinos, o sobre el relato del gobierno?
La pregunta viene a cuento de que, al fin y al cabo, el Indec le asigna una ponderación del 5,45% en la canasta de consumo del Gran Buenos Aires, la de más peso (44,7%) en el cálculo del “Indice de Precios al Consumidor” (IPC), que mide la inflación “nacional”.
Si se agregan “otras carnes rojas frescas” (0,14%), “carne de ave” (1,88%), “pescados frescos y congelados” (0,38%) y “fiambres, embutidos y conservas” (1,1%) se tiene que “las carnes” inciden un 8,93% en la inflación minorista del GBA. En la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA) la ponderación es bastante menor: 2,6% para la carne vacuna y 4,4% para el conjunto de las carnes.
Es cierto que la carne vacuna aumentó 65% en el último año, pero los datos de inflación de abril revelan que de las 12 divisiones que componen el IPC, la que más aumentó, un 6% a nivel nacional, fue “Prendas de Vestir y Calzado”, con un pico del 9,1% en la Patagonia y un mínimo del 4,9% en GBA. Esto es, donde menos subió, lo hizo más que “Alimentos y Bebidas No Alcohólicas”, que incluye carnes y aumentó un 4,3% a nivel nacional.
Las diferencias son mayores si se estira el período de observación; en los primeros cuatro meses del año el aumento de Alimentos y Bebidas No Alcohólicas fue de 18,7%, contra 22,4% a nivel nacional (y 24,9% en GBA) que aumentaron las prendas de vestir y calzado y 32,6% que se encarecieron los bienes y servicios del rubro “Educación”.
Además, en los últimos 12 meses, el aumento del “Alimentos y Bebidas” fue casi idéntico al del IPC general: 46,4 vs 46,3%. El precio de las prendas de vestir y calzado subió, en el mismo período, 79,1 por ciento. No es un rubro que no pese; el INDEC le asigna un 8,5% de incidencia en la inflación general, menos que alimentos y bebidas, pero más que la carne vacuna y casi lo mismo que el conjunto de “carnes”.
De sabihondos y suicidas
En la entrevista radial en la que explicó por qué decidió suspender las exportaciones de carne vacuna, el presidente señaló, a propósito del peso de China como comprador, “hay exportadores que como antes compraban camisas y las exportaban, ahora compran carne y la exportan”.
La comparación es llamativa por al menos dos motivos. En primer lugar, la referencia a un bien del rubro textil que, como precisa la agencia estadística oficial, en el último mes, el último cuatrimestre y el último año aumentó mucho más que “Alimentos y Bebidas”. En segundo lugar, por el peso de China como comprador: cerca de 68% de las ventas de carne vacuna, efecto no sólo del crecimiento y el apetito del gigante asiático, sino también de medidas que dejaron “de garpe” a otros compradores. Como el cierre en mayo de 2006 de las ventas a Europa, a semanas del mundial de fútbol de Alemania, en que las cadenas de restaurantes de ese país, hasta entonces comprador (en valor) número uno de la Argentina, esperaban ofrecer a un público multinacional la carne argentina de alta calidad: los cortes del “cuarto trasero”: bifes ancho y angosto, lomo y cuadril. Además, sugiere una clara preferencia del Gobierno por los grandes frigoríficos nucleados en el consorcio ABC, que podrían quedar como los únicos habilitados cuando se reanuden las ventas al exterior.
Puesto a pontificar sobre cosas que no tiene por qué saber, Alberto Fernández incurrió en errores groseros, como decir que el rodeo vacuno argentino llegó a 3 millones de cabezas al fin del segundo gobierno de Perón y es el mismo en la actualidad (el rodeo era de 44 millones en 1955 y es ahora de 54,4 millones, según los datos más recientes del ministerio de Agricultura y Ganadería de su propio gobierno).
Días antes el presidente había afirmado que los argentinos no teníamos por qué pagar el precio de la carne como los franceses. La periodista agraria Alejandra Groba comparó precios en cadenas de supermercados de Argentina y Francia y encontró que el precio del bife angosto es allá (faux filet) más de cuatro veces superior, el bife ancho sin hueso (noix d’entrecôte para los franceses), cuesta allá más de 6 veces más, y así en cortes como la picanha, que los brasileños pusieron de moda, o la tapa de paleta, que los argentinos llamamos marucha y los franceses paleron ou macreuse.
Exageraciones y olvidos
El gobierno y sus voceros exageran sobre la carne mientras soslayan la incidencia del rubro textil y el segundo de Matías Kulfas, el ministro de Desarrollo Productivo, es Ariel Schale, supersecretario de Industria, Gestión de Comercio Exterior y Conocimiento y antes director ejecutivo de un lobby textil de nombre explícito: Fundación Pro-Tejer.
Los argentinos también llevamos años pagando electrónicos y electrodomésticos caros para sostener la “industria fueguina”, protegida por sucesivas extensiones de la ley 19.640, de Promoción Industrial, que en 2022 cumplirá 50 años. Una de las empresas, Newsan, armó una flota de 8 buques de pesca (entre ellos uno de pesca en profundidad, para atrapar la exclusivísima “merluza negra”) para satisfacer el “encaje” de exportaciones e importaciones que en su momento pergeñó Guillermo Moreno. Un documento de la Oficina de Presupuesto del Congreso precisa que en 2021 el régimen fueguino costará $ 77.796 millones de “gasto tributario”, 57% más que los $ 48.413 millones que insumió en 2020, sin contar $ 8.016 millones en exenciones de impuestos a los empleados en relación de dependencia que trabajan en la isla.
Inflación, exportación y salarios
El consultor Esteban Domecq comparó la tasa de inflación argentina con la de los países que completan el Top 10 de exportadores mundiales de carne vacuna. Para los últimos 12 meses, el ejercicio arroja un 46,3% en nuestro país y un promedio de 3,4% en los 9 restantes, la suma de cuyas tasas de inflación es 15 puntos inferior a la argentina. “Las exportaciones no tienen nada que ver, Terminemos con esta locura” apuntó el economista.
Es cierto, sin embargo, que la carne es cada vez más cara para los argentinos. Un salario promedio (medido por el RIPTE que informa el gobierno) de septiembre de 2019, calculó Domecq, compraba 191 kilos de asado en septiembre de 2019, contra 119 kilos ahora, un 37% menos. La caída del poder adquisitivo del Salario Mínimo Vital y Móvil es aún más brutal: en septiembre de 2019 compraba 65 kilos de asado, contra 34 ahora, casi la mitad. “El problema no es el precio de la carne, el problema es que el salario vale cada vez menos y cada vez somos más pobres”, concluyó Domecq.
El problema, en definitiva, es que el peso cada vez vale menos porque hay demasiados. Tanto, que los billetes que el gobierno emitió el año pasado alcanzan para dar 6 vueltas alrededor de la tierra.
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