El propio presidente, Alberto Fernández, anunció ayer oficialmente el fin del plan Guzmán para este año. Si bien nunca fue del todo creíble el dato de que no existieran en la hoja de ruta del ministro de Economía partidas destinadas al “gasto Covid” ante una eventual segunda ola, más allá de lo estrictamente orientado al sistema de salud, el Presidente puso ayer en negro sobre blanco la magnitud del desvío, el verdadero golpe de gracia a cualquier proyección del ministro. Los recursos no previstos asociados a la asistencia económica en función de las nuevas restricciones ascenderán, en esta instancia, anunció el Presidente, a un total de $480.000 millones. La cifra es equivalente a 1,3% del PBI, más de una tercera parte de lo que se gastó en todo 2021. El monto, además, está muy por encima de las primeras previsiones, tanto públicas como privadas, realizadas cuando empezó a arreciar la segunda ola de contagios y se empezó a limitar la actividad. Esos primeros cálculos llevaban el gasto, como máximo, a no más de $300.000 millones y lo ubican siempre por debajo de 1 punto del producto.
La realidad sanitaria y la gestión de la pandemia obligan ahora a rehacer las cuentas. Lo que para el mercado lucía “manejable” hasta la semana pasada, entra ahora en una nueva fase de incertidumbre. La posibilidad de que el Gobierno recurra nuevamente a más emisión monetaria para financiar el impacto de las medidas genera inquietud en los mercados. Ya ocurrió a mediados de abril, cuando empezaron a operar las primeras limitaciones a la actividad y el dólar paralelo acumuló una suba de $20 en pocos días. La suba imparable de la cotización de la soja y la decisión durante mayo de no reforzar las restricciones a la economía contribuyeron a descomprimir la incipiente tensión.
Pero ahora, aun cuando el anuncio promete brevedad, el cierre es total y costoso. Por un lado, por el gasto directo que anunció el Presidente en los distintos programas de ayuda -la ampliación del Repro, de la tarjeta Alimentar, la AUH y otros planes del Ministerio de Trabajo- pero también por el impacto que generará en la actividad económica. Lejos de un aumento de la recaudación como la que anunció Fernández para financiar ese gasto, es esperable que los ingresos fiscales se resientan en la medida que la recuperación económica se interrumpa. “El primer impacto de estas restricciones es menor actividad, con lo cual se puede complicar la dinámica fiscal por menor recaudación”, afirmó Federico Furiase, director de la consultora EcoGo. Solo en términos de inflación, en los que transitoriamente podría verse una desaceleración, podría encontrarse algún paliativo, con la inquietud por delante sobre el rebote cuando se retome la actividad.
“Cuando la gente no circula, el dinero tampoco, con lo cual podría darse un efecto transitorio de baja de la inflación, a menos que ocurra un nuevo cimbronazo cambiario que dispare la brecha” (Federico Furiase)
Nada de esto estaba previsto en el plan de Martín Guzmán, que proyectó en el Presupuesto 2021 un rebote de 5,5% y que los economistas privados consideraron muy conservador. Sin embargo, fue el propio Banco Central el que advirtió en diciembre del año pasado que la recuperación económica podría acelerarse si se confirmara “que existen vacunas en forma masiva”, pero podría ser menor a la esperada según la evolución de la pandemia.
En el escenario actual, con pocas vacunas y un nuevo cierre total por 9 días, el Presidente apuntó que parte del nuevo gasto se financiará con los ingresos obtenidos por el Impuesto a la Riqueza, $225.000 millones -menos de la mitad del gasto previsto-, que si bien tampoco estaba incluido en el Presupuesto de este año, cuenta con asignación específica tal como “mejorar las condiciones habitacionales en barrios populares” y “apuntalar la inversión energética”. En otras palabras, aunque el dinero es fungible, se trata de recursos que “ya estaban gastados”. Amén de que el gasto en subsidios a la tarifas por una recomposición mucho menor a la prevista por Guzmán excederá con creces lo estipulado. Así, la proyección de déficit fiscal -y su financiamiento- entra en una zona nebulosa, que hace imposible descartar un nuevo cimbronazo cambiario.
“Cuando la gente no circula, el dinero tampoco, con lo cual podría darse un efecto transitorio de baja de la inflación, a menos que ocurra un nuevo cimbronazo cambiario que dispare la brecha. La nueva tensión con el campo de estos días podría complicar las cosas en ese sentido”, aportó Furiase.
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