El ministro de Economía, Martín Guzmán, posiblemente se quede en su cargo, pero sin poder resolver los dilemas que lo llevaron a transitar su momento más crítico en el Gobierno, pese al extraordinario viento a favor que tiene la Argentina.
“Fratelli tutti”, indican desde el Gobierno quienes conocen a Guzmán en referencia a la tradición cristiana que fue incluida en una encíclica papal (Todos Hermanos) para describir que, luego de la tormenta, ahora tanto el ministro como el subsecretario de energía eléctrica, Federico Basualdo, se quedarían en sus despachos; si así fuera, arrojaría un obvio saldo negativo para el ministro.
Anoche, Guzmán tuvo un su momento para expresar su postura y lo aprovechó, al lado del presidente Alberto Fernández, quien elogió su tarea en la renegociación de la deuda. En esa mesa, en la que se anunció la ampliación de la ayuda social, el ministro ratificó su postura sobre la cuestión energética: “Nosotros también debemos ser autocríticos. Hoy tenemos un sistema de subsidios energéticos que es pro-rico. En un país con 57% de pobreza infantil, estamos gastando en subsidiar el consumo de luz y gas en una parte de la población que hoy no es prioritario que reciba esos subsidios, barrios en donde vive gente de altos ingresos”.
“Esos recursos tienen que ser utilizados para aquello que más necesita la sociedad argentina hoy. Nuestro compromiso es poder agilizar la gestión y poder, desde el punto de vista de las inversiones del Estado, dedicar los recursos a aquellos que más lo precisan”, concluyó, avalado con la presencia del presidente a su lado.
Alberto Fernández escuchará los mismos reclamos que tuvo que oír hace dos semanas en torno del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional: el déficit fiscal, la parálisis de la obra pública y las trabas a las importaciones y al giro de dividendos
En este sentido, Guzmán tendrá en el viaje a Europa la chance de que el presidente escuche de primera mano los mismos reclamos que él tuvo que oír hace dos semanas en torno del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), el déficit fiscal, la parálisis de la obra pública y las trabas a las importaciones y al giro de dividendos, entre otras cuestiones.
“Es insólita esta situación: un gobierno en crisis con la soja a casi USD 600 y el regalo de USD 4.300 millones del FMI que llegará este año”, se lamentaba uno de los economistas consultados por Infobae, alineado con la mayoría que cree que Guzmán, “se quedará, pero malherido”.
¿Qué significa este estatus? “Que ahora deberá mostrar que lo que dice lo cumple de inmediato”, tras haber quedado desautorizado en su pelea con el ala más dura del kirchnerismo en torno de las tarifas y de la contención del gasto público, más allá de lo ocurrido ayer.
Para los pocos analistas del mercado financiero que todavía siguen las noticias de la Argentina y para el FMI, cumplir quiere decir que, al menos, este año haya una revisión de la economía argentina en el marco del artículo IV, que el Gobierno había planteado en paralelo a la negociación de un nuevo acuerdo para negociar la postergación del pago de la deuda de USD 45.000 millones.
El inicio del artículo IV le podría permitir al país, por ejemplo, evitar que el Club de París declarara un default de la deuda argentina, pero en el FMI no creen que no sea factible realizar este examen en los próximos meses.
¿Hay chances de que se posterguen para el año próximo los vencimientos de capital con el FMI por unos USD 4000 millones, tal como trascendió en las últimas horas? La iniciativa se discutió en el congreso de Estados Unidos en 2020, no avanzó demasiado y parece apuntar más a los países muy pobres antes que a los emergentes, pero el presidente de la cámara de Diputados, Sergio Massa, hizo algunas gestiones para ver si es posible que la Argentina, con un 42% de pobreza, quede incluida en ese pelotón.
Para el ejecutivo de un fondo de inversión de Wall Street, la potencial llegada de estos recursos adicionales o de la postergación de los pagos del FMI por un año, “solo prolongarán la agonía inevitable del ajuste que el Gobierno deberá hacer, antes o después; podrá ganar tiempo, pero debería utilizarlo para solucionar algunos de los problemas y no para seguir aumentando el gasto”. “A Guzmán le aplica el principio de ‘mejor malo conocido...’ entre los inversores: aunque pocos lo estimen, es mejor que cualquiera que pueda reemplazarlo”, explicó, eufórico por el anuncio de la reapertura de la vida normal en Manhattan.
De todos modos, tanto la cuestión de los Derechos Especiales de Giro (DEG) como la de los vencimientos del FMI de septiembre y diciembre parecen lejanas cuando el plan económico cada vez se torna más borroso, como apuntó Fausto Spotorno, director del estudio Ferreres & Asociados.
“A Guzmán le aplica el principio de ‘mejor malo conocido...’ entre los inversores: aunque pocos lo estimen, es mejor que cualquiera que pueda reemplazarlo” (off en Wall Street)
“El ministro Guzmán y el Banco Central tienen un plan para estabilizar la economía con menos emisión y más control de las cuentas fiscales, pero esta estrategia choca con la intención de ganar las elecciones de este año, porque cualquier plan requiere de cierto ajuste”, resaltó Spotorno.
El problema para el ministro es que tiene múltiples frentes y pocos resultados para mostrar, agregó. El más nítido es el de la inflación, que, según los primeros cálculos preliminares que se manejan en el Palacio de Hacienda, volvió a terminar en torno del 4 por ciento en abril, por lo que acumularía un 17% desde enero y un 44% en el último año.
Spotorno aclaró que este alto índice mensual de inflación es el resultado de la fuerte emisión monetaria del segundo trimestre del año pasado y que, si el Gobierno vuelve a acelerarla como producto de la segunda ola de la pandemia, entonces difícilmente pueda esperar que los precios se aquieten, por más que se apliquen controles por todos lados, hasta a las exportaciones. “Y a esto hay que sumarle la bola de Leliq, que, si se disparan los nervios de los inversores minoristas, se traducirá en una suba del dólar”, aclaró Spotorno.
A la aceleración de la inflación “hay que sumarle la bola de Leliq, que, si se disparan los nervios de los inversores minoristas, se traducirá en una suba del dólar” (Spotorno)
Ni Spotorno ni otros colegas muy escuchados en el sector privado aquí y en el exterior creen que el plan de Guzmán sea demasiado consistente, “pero al menos entiende lo que hay que hacer”, aclaró un economista de experiencia que ya pasó por la función pública y conoce los sinsabores de las pujas palaciegas.
En este sentido, este economista consideró que la estrategia del Gobierno de “poner más plata en la calle”, tendrá escaso efecto político y sobre el consumo. “La única salida es la reactivación, porque a la gente que necesita seguir trabajando ya no le alcanza que le den $10.000 por mes. Y aquel que no pueda trabajar y ganar dinero será un voto menos para el gobierno”, afirmó.
Por esto creen que, pese a la debilidad del ministro, “es peor lo que puede venir, ya sea Augusto Costa o Mercedes Marcó del Pont”, alertó otro consultor. A la vez, admite el dilema del presidente: “Dejarlo a Guzmán es un problema por lo maltrecho que quedó, pero sacarlo también, porque no se sabe quién pondría a su eventual sucesor”, remató.
Tal vez por esta razón, la palabra más autorizada resulte la de un consultor que ya pasó por la función pública durante el kirchnerismo y que cree que, con casi todo a favor (buenos términos de intercambio, un ajuste fiscal que ya está en marcha y una oposición que no está unida), el gobierno “termina metiendo los goles en su propio arco”.
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