El dólar libre subió $19 en las últimas tres semanas para alcanzar el lunes último los $158, su mayor nivel desde mediados de enero pasado. La cotización del billete es siempre un termómetro del estado de ánimo del mercado y, aunque el repunte todavía está lejos de inquietar porque se trata de una reversión de la baja que experimentó desde su pico de octubre del año pasado, el movimiento cambia el foco de ahorristas y operadores además de amenazar con una interrupción del veranito cambiario que vive la City.
La cotización en las operaciones informales estaba en una dinámica entre bajista y lateral, subas y bajas alrededor del mismo nivel, que estaba impulsada más que nada por las ventas de reservas que hace el Banco Central en los mercados del contado con liquidación y el dólar MEP, los dólares financieros, y que arrastran a la cotización paralela. El poder de fuego de la entidad conducida por Miguel Pesce se mantiene intacto, de hecho crece gracias a la salida de la cosecha, pero después de un semestre de calma tiene poco que hacer frente al avance generalizado de precios.
Así, según especialistas, hay varios factores que empujan al dólar libre a la suba, más allá de que todavía operan también aquellos que limitan el avance.
Inflación
El precio del dólar libre se atrasó en los últimos meses en comparación con el avance del nivel general de precios. La inflación que mide el Indec acumula ya un avance del 13% en lo que va del año, mientras que el dólar libre todavía está 4,8% por debajo del nivel al que cerró 2020. El precio del billete no tiene por qué seguir a la par el avance de la inflación, al fin y al cabo el precio de $195 para la venta que tocó en octubre pasado es el mayor nivel de los últimos 20 años, aun si se calcula el efecto de la inflación.
Así, por ejemplo, un cálculo del economista Fernando Marull actualizado hasta la semana pasada estimaba que para empatar el avance de la inflación desde octubre a esta parte -es decir, si el precio se hubiera mantenido estable “en términos reales”- el dólar libre debería estar hoy a $207 por unidad. En ese sentido, el precio de $158 es un regreso a febrero.
En ese sentido, el 4,8% de inflación de marzo que sorprendió hasta a los más pesimistas fue una señal de largada para la dolarización. Sobre todo en el mercado informal donde muchas de las empresas y ahorristas que recurren a él no tienen la opción de moverse al mercado en blanco, dólar contado con liquidación o MEP, ni tomar depósitos o bonos que ajusten por inflación.
El especialista en mercados de capitales Diego Martínez Burzaco auguró problemas “en el mediano plazo, porque en primer lugar con una inflación acumulada del 13% en el primer trimestre, implica que no se podrá cumplir con la pauta oficial del 29%”. “En segundo lugar eso retrasa aún más el dólar en términos reales por debajo de la inflación y demuestra que el dólar como ancla antiinflacionaria no está funcionando”, indicó en declaraciones a Noticias Argentinas.
Salida de dólares por el contado con liquidación
Otro elemento que jugó en el cocktail de factores que empujan al dólar libre hacia arriba fue la constante demanda de divisas por parte de fondos extranjeros que quedaron atrapados en inversiones en pesos cuando se impusieron los controles de cambio en septiembre de 2019 y, por su enorme volumen, no lograron desarmar su posición desde entonces.
Un cálculo de la consultora 1816 estimó que Templeton, que junto con PIMCO explicaba hasta hace poco el 90% de las tenencias de títulos en pesos en manos de no residentes, logró comprar USD 628 millones en el primer trimestre del año gracias a la flotación sucia que conduce el Banco Central en el mercado del contado con liquidación.
Al mantener la estabilidad en las cotizaciones paralelas, el Central dio la oportunidad de salida al fondo de Wall Street, que se dedicó a comprar a razón de USD 10 millones diarios con los pesos que obtenía por vender sus títulos en moneda local. Esa demanda constante, junto con la de muchos otros jugadores, le puso un piso al precio durante todo el año y colaboró con el avance de las últimas semanas.
Licitaciones fallidas
El Tesoro depende de sus colocaciones periódicas de deuda en pesos para limitar el impacto de su programa financiero para este año. Con cerca de 4,5 puntos del PIB de déficit esperado, la manera en que financie el ministro de Economía Martín Guzmán esa diferencia entre ingresos y gastos va a ser clave. Solo tiene dos opciones: colocar deuda o emitir dinero. Las dos opciones tienen sus costos, pero entre ambas la segunda es la potencialmente más inestable, luego de que el año pasado la emisión monetaria fuera masiva.
La última licitación de marzo y la primera de abril, con resultados por debajo de lo esperado, generaron ruido y liberaron pesos que inversores colocaban en activos en moneda local para que se muevan a otros destinos. Por ejemplo, dólares financieros.
En esas dos emisiones de deuda el Tesoro no llegó a conseguir que el mercado suscribiera nuevas emisiones por un monto suficiente como para pagar los vencimientos que caían en esos días. Eso forzó a que el 31 de marzo el Banco Central tuviera que emitir $65.000 millones para pagar vencimientos del fisco. El mal resultado en abril, al menos, no necesitó de emisión monetaria dado que había empezado a entrar dinero del pago del Aporte Solidario.
La semana pasada, en una licitación que no tenía vencimientos inmediatos por saldar, el Tesoro levantó mucho la puntería y consiguió $127.000 millones frescos que calmaron algo las aguas. Pero la atención en el día a día de la estrategia de financiamiento sigue siendo tensa.
Incertidumbre por el Covid
Más allá de los idas y vueltas políticas y judiciales respecto de la forma exacta en que se aplican restricciones al movimiento, los casos diarios, muertes y nivel de ocupación de terapias intensivas impulsó a los gobiernos a reducir la movilidad nocturna, además de empujar a las personas a tomar sus propias precauciones -datos de movilidad de Google muestran una caída en las salidas, aun antes de las órdenes oficiales-.
La vuelta a restricciones, y el temor a que sean necesarias mayores en el futuro, pone a la defensiva a pequeños y grandes ahorristas. Además, afecta las expectativas de gasto del Gobierno, debido a que al mandar al cierre a sectores de la economía -típicamente bares y restaurantes, por ejemplo- el Tesoro se ve obligado a sostener a empresas e individuos con asignaciones excepcionales, además de ver afectados sus ingresos por la menor actividad económica (menor pago de impuestos).
A más déficit, más emisión monetaria es la cuenta que parecen hacer en la City y, por lo tanto, cuando ven cierres, programas Repro para asistencia de empresas e inyecciones de $15.000 para sostener a familias, demandan más dólares.
“Creo que la incertidumbre por Covid (y economía en general) explican el cuándo: el blue iba a subir, pero iba a elegir el momento de menor certeza para hacerlo, y el casi inevitable endurecimiento de la cuarentena es eso”, comentó Matías Rajnerman de Ecolatina. “Que hay que ver si llega con más pesos -emisión- bajo el brazo. En ese caso, esto sería solo el comienzo”, agregó.
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