La Argentina sigue batiendo tristes récords. Es uno de los cinco países con mayor inflación del mundo y ahora también está entre los diez que presentan mayores tasas de contagio de COVID-19 en la población. En ninguno de los dos frentes aparecen respuestas adecuadas por parte del Gobierno, lo que termina complicando el panorama económico de los próximos meses. Se trata, en realidad, de problemas que se retroalimentan: a medida que aumentan las restricciones a la actividad también aumenta el peligro de un mayor desborde de los precios, producto del aumento del déficit fiscal y la emisión monetaria.
El 4,8% de inflación de marzo se dio en medio de tarifas congeladas y una desaceleración de la suba del dólar, que ya está cerca del 2% mensual. Sin embargo, ambas “anclas” todavía no están teniendo el efecto deseado. La culpa es de la emisión récord del año pasado, pero también de la caída de la demanda de pesos en un marco de fuerte incertidumbre.
Los últimos cálculos de consultoras económicas estiman una inflación aún arriba del 4% en abril, por lo que el descenso luego del pico de marzo será muy lento. A esta altura, ya es casi un hecho que el índice de precios quedará bastante por encima del 36,1% del 2020
Por ahora no se ve una baja significativa en el ritmo de la inflación, que ya arrastra seis meses de altísimos índices. Abril, que apuntaba al 3,5% ahora ya estaría arriba del 4%, entre las subas de alimentos, el combustible, la medicina prepaga y el transporte. Estos fuertes ajustes de precios siguen impactando en el poder adquisitivo de los salarios y también en los niveles de la canasta básica. Hoy ya hacen falta $ 60.000 de ingresos mensuales para que una familia supere el umbral de pobreza, que ya estaría cerca del 44%.
Enamorados del fracaso
La respuesta oficial ante estos aumentos pasa básicamente por retomar las fracasadas políticas del 2011-2015. Ya no es sólo el cepo cambiario, cada vez más recargado. También los controles a los precios de los alimentos en las góndolas y las restricciones a las exportaciones de productos con la carne. La vicepresidente Cristina Kirchner ya había intentado hace algunos meses una reivindicación de aquel período. “Si Axel Kicillof es hoy gobernador significa que algo bien debe haber hecho”, en referencia a su actuación como ministro de Economía de aquel período.
Los números muestran exactamente lo contrario, pero el kirchnerismo es especialista en reescribir la historia. El cepo ya demostró que es una gran traba para atraer inversiones y a la larga deja al país sin reservas. Los inversores buscan mil y una alternativas para quitarle divisas al Banco Central. Ya en aquel momento, la entidad se quedó sin dólares y hubo que vender 17.000 millones en futuros de dólar para abastecer al mercado. Ahora la historia no sería demasiado diferente. Aún con la fuerte suba de la soja, que aumentaría los ingresos de divisas en USD 8.000 millones este año, no quedarían dólares frescos en el BCRA. El cálculo es que la entidad terminaría el 2021 sin reservas líquidas, o sea con escaso poder de fuego para administrar el tipo de cambio.
Las medidas para salir a controlar los precios de las góndolas no sólo están destinadas al fracaso, sino que además muestran impotencia del equipo económico para encarar el problema. Y en este contexto la secretaria de Comercio Interior, Paula Español, implementó nuevos registros de exportación de carne. Increíblemente, todas las viejas prácticas fracasadas de Guillermo Moreno volvieron con gran ímpetu. Sólo se salva el INDEC, cuyas mediciones están a salvo de las manipulaciones.
Llama la atención que se vuelva a intentar con medidas fracasadas para tratar de bajar la inflación. Desde el control de precios en góndola, congelamientos por plazos indefinidos y ahora también trabas a las exportaciones. Imposible no ver la mano del ahora gobernador bonaerense, Axel Kicillof, en las últimas medidas
El avance del COVID-19 plantea nuevos desafíos para la economía. Las restricciones decididas en las últimas horas procuran tener el menor efecto posible en la actividad económica, pero no serán gratuitas. El cierre de shoppings y las trabas al sector gastronómico es el mayor golpe. Pero el peligro es que la situación se prolongue por más tiempo e impacte también sobre otros sectores. El ministro de Economía, Martín Guzmán, había dicho que consideraba “inviable” un regreso a la “fase 1” de la cuarentena. Tendría consecuencias durísimas sobre la economía pero también sobre el tejido social.
Bolsillo fiscal
Los anuncios de ayuda del Gobierno tendrán un costo estimado de al menos $ 45.000 millones para esta etapa, que se pagarán con más emisión monetaria. Esto significa que cualquier restricción adicional presionará sobre los precios, en un escenario de aumento de la oferta monetaria y al mismo tiempo disminución de la demanda de pesos por la elevada incertidumbre.
Un informe de la compañía bursátil Delphos Investment estimó que el agujero adicional en el Presupuesto podría llegar a los $ 200.000 millones para hacer frente a la ayuda a distintos sectores, en medio de las nuevas restricciones. Esto llevaría el déficit primario a 4,8%, es decir por encima del 4,5% estimado para este año. De esta manera, no sólo quedará muy lejos la meta de inflación de 29% planteada en el Presupuesto 2021, sino que tampoco se cumpliría con el 4,5% de déficit planteado para el año. Pero también está el escenario pesimista, en el que la demora de la vacunación se alarga más de la cuenta. Esto provocaría un fuerte efecto en el nivel de actividad y también en las cuentas públicas, lo que requerirá a su vez más inflación.
La demora del Gobierno en llevar adelante el plan de vacunación pega en varias bandas. No sólo retrasa la recuperación económica, sino que además fogonea la inflación, por la necesidad de emitir más pesos para socorrer a los sectores más afectados por las restricciones
La renovada presión fiscal y monetaria ya se empezó a sentir. Esta semana el Tesoro fracasó al buscar la renovación de vencimientos en pesos por $ 74.000 millones y sólo consiguió $ 37.000 millones. Así, aumenta la presión para que el Gobierno acepte una tasa de interés mayor en medio de un escenario de alta inflación. Hoy la tasa de plazo fijo se ubica por debajo de 40%, cuando la inflación anualizada de los últimos seis meses se ubica por encima del 60%.
Será la disputa de las próximas semanas: el mercado exigirá más tasa para seguir comprando bonos y renovar los vencimientos que enfrenta el Gobierno, pero el Tesoro se resistirá para no agregarle tensión al repunte de la economía.
El dólar a fin de año
Al mismo tiempo, los inversores empezaron a mirar con mayor atención la evolución del dólar. Por un lado se espera más tensión a medida que se aproximen las PASO, que serían recién en septiembre. Pero al mismo tiempo la mayor emisión de pesos inexorablemente terminará presionando sobre el dólar y la inflación en los próximos meses.
No hay pronósticos de grandes devaluaciones por delante, pero en todo caso el dólar “Bolsa” y el contado con liqui comenzarían a ganar terreno gradualmente para finalizar el año en niveles de $ 180 ó 190, es decir los máximos que habían tocado en octubre de 2020. Aún así, el tipo de cambio financiero igual terminaría atrasado en relación a la inflación del 2021, que no bajaría del 45%.
Los problemas de gestión del Gobierno dañan cada vez más la situación social y económica. Se insiste con viejas recetas que fracasaron una y mil veces para combatir la inflación. Pero tampoco se avanza adecuadamente con el ritmo de vacunación y el país va quedando cada vez más rezagado, lo que genera aún más dudas sobre el ritmo de la recuperación económico y el impacto en precios.
Tampoco acierta Martín Guzmán. El ministro de Economía volvió de su gira por Europa sin resultados concretos. El pedido de sus colegas de Alemania, Italia y Francia fue que se avance en un acuerdo con el FMI, que además sería clave para renegociar la deuda con el Club de París. Pero por ahora no consiguió ni lo uno ni lo otro.
Guzmán está cada día más opacado y ganan relevancia los responsables de Comercio Interior (el “ala morenista”) y es cada vez más evidente la bajada de línea de Axel Kicillof para las recetas económicas. No sólo la autoridad presidencial se ve cada día más afectada. También la de los ministros que aún le responden.
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