Desde San Francisco hasta Londres y Hong Kong, la demanda de apartamentos de alquiler ha disminuido durante la pandemia, lo que también ha hecho caer los precios.
Pero en una metrópolis mundial, los alquileres están aumentando como nunca antes. Los inquilinos en la ciudad de Buenos Aires están viendo cómo los precios de los apartamentos se disparan un 67% respecto al año anterior a un promedio de unos 35.000 pesos al mes (USD 377). El alquiler ahora sube dos veces más rápido que los sueldos, y muy por encima de otros precios.
“Nadie imaginaba una suba por arriba de 60%, no estaba en los planes de nadie”, dijo Leandro Molina, director comercial de ZonaProp, una de las principales plataformas de bienes raíces en línea en Argentina. “Fue la suba más alta histórica”, agregó.
En parte, esto se debe a la creciente inflación en Argentina, impulsada, entre otras cosas, por la excesiva impresión de dinero por parte del Gobierno el año pasado para financiar el gasto social por el covid-19.
Pero también es la consecuencia no deseada de la reforma a los alquileres aprobada el año pasado por el Gobierno nacional que pretendía estabilizar los precios y proteger a los inquilinos. A partir de julio, el Banco Central publicará un índice que indica cuánto pueden aumentar legalmente los alquileres. Y dado que los propietarios en Buenos Aires no saben cuánto podrán subir los precios más adelante, están aumentando los alquileres en los nuevos contratos ahora, antes de que el índice entre en vigencia, según agentes inmobiliarios locales.
La nueva ley también estipula que los contratos de alquiler se extenderán a tres años y los aumentos de precios se limitarán a una vez al año. Actualmente, un contrato de alquiler común dura dos años y los propietarios suelen subir los precios cada seis meses como parte de las condiciones establecidas en el contrato. Pero con tanta incertidumbre económica en Argentina, los propietarios e inquilinos tradicionalmente negociaban cuánto aumentará la renta.
“Nadie imaginaba una suba por arriba de 60%, no estaba en los planes de nadie” (Molina)
Armando Pepe, presidente del Colegio de Corredores Inmobiliarios de la Ciudad de Buenos Aires, dice que los cambios benefician tanto a los inquilinos, que muchos propietarios simplemente dejaron de alquilar, eliminando la oferta y llevando a precios aún más altos. Muchos de ellos todavía están afectados por una congelación de alquileres impuesta por el Gobierno, que expiró en marzo después de 12 meses.
Cuando se le pidió que comentara sobre la reforma del control de alquileres, un portavoz del Gobierno remitió las declaraciones del presidente Alberto Fernández el jueves. Fernández no habló sobre la ley, pero dijo que hablaría con el ministro de Desarrollo Territorial y Hábitat, Jorge Ferraresi, sobre la prohibición de desalojos que expiró recientemente, poco antes de que comenzaran las nuevas medidas de confinamiento.
Oferta decreciente
Al igual que la mayoría de las grandes ciudades, Buenos Aires no es inmune a los impactos de la pandemia, especialmente después de una recesión de tres años en Argentina. Algunos argentinos adinerados abandonaron sus apartamentos y huyeron a urbanizaciones elegantes y cerradas en las fueras de la ciudad. Muchos argentinos se enfrentan al aumento del desempleo y los confinamientos por el covid-19 que causaron el cierre de las escuelas durante todo un año.
En este contexto, existen inquilinos como Laura, una joven de 30 años de Buenos Aires. Laura y su novio pusieron fin a un año de búsqueda de apartamento cuando se mudaron de un barrio exclusivo a una zona de clase media de la ciudad. Consiguieron una tercera habitación para usarla como oficina en casa, pero su alquiler se duplicó a 70.000 pesos y dejaron la seguridad 24 horas, un gran sacrificio en medio del aumento de la delincuencia y una tasa de pobreza del 42 por ciento. La disminución de la oferta de apartamentos dejó a inquilinos como Laura en apuros.
“Llegabas a un lugar y ya estaba alquilado, era muy difícil dejar una seña”, dice Laura, quien solicitó que no se publicara su apellido. En el nuevo barrio, “me da un poco de miedo a la noche”.
La debacle de la reforma de los alquileres marca el último capítulo en uno de los mercados inmobiliarios más retorcidos del mundo. En Argentina, las ventas de viviendas –y cada vez más los alquileres– se cotizan en dólares a pesar de que la gran mayoría de la sociedad gana pesos, una moneda que ha perdido el 80% de su valor desde 2017. Las tasas hipotecarias rondan el 30% y las ventas se han desplomado. La mayoría de las viviendas en estos días se compran con transacciones completamente en efectivo.
Algunos políticos ahora están tratando de desmantelar la legislación sobre el alquiler. El diputado Álvaro González, presentó un nuevo proyecto de ley para revertir los cambios. González propone mantener gran parte de los detalles técnicos, como la cantidad que los propietarios pueden exigir por concepto de depósito, pero eliminar las reformas clave: la duración del contrato y el aumento anual controlado del alquiler. Quiere reducirlo a dos años y a aumentos de alquiler semestrales, negociados entre el propietario y los inquilinos.
Pero González, de la oposición, no promete una victoria. El partido gobernante controla ambas cámaras del Congreso y la presidencia.
“Lo que vos pretendías resolver con las modificaciones a la ley de alquileres, que era traer alivio para los inquilinos, lo que hace es complicar la situación”, aseguró. “Como vos no podés pactar el ajuste, lo que hace el dueño de la propiedad es subir el monto de alquiler para cubrirse de la inflación”, cerró el legislador.
Con información de Bloomberg
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