El ministro de Economía volvió con las manos vacías de Estados Unidos. No pudo seducir a los bancos y fondos de inversión con los que se reunió en Nueva York (apenas un puñado) y tampoco trajo nada de relevancia de su encuentro con la titular del FMI, Kristalina Georgieva. Tampoco pudo concertar una entrevista con la titular del Tesoro norteamericano, Janet Yellen. Pero lo más preocupante para Martín Guzmán es que se quedó sin una hoja de ruta relevante para los próximos meses, en otras palabras prácticamente se quedó sin una agenda de importancia por delante.
Básicamente lo del ministro consistirá en seguir apagando incendios. En el camino aparece un viaje a Europa, pero el objetivo no será acordar nuevas inversiones o préstamos bilaterales. Sólo buscará sondear la posibilidad de evitar un nuevo default con el Club de París, ya que la última cuota del crédito, de USD 2.500 millones, vence en mayo. De todas formas, hay tiempo hasta julio formalmente para no volver a caer en cesación de pagos.
En la cabeza de Guzmán figuraban dos grandes temas cuando arrancó su gestión al frente de la cartera de Economía: renegociar la deuda con los bonistas, algo que completó con cierta demora en septiembre del año pasado, y embarcarse en un nuevo acuerdo con el FMI. El objetivo era doble: no sólo refinanciar vencimientos por USD 44.000 millones, sino también diseñar un plan económico que permitiera recuperar el crecimiento. Pero con la postergación de las negociaciones con el organismo, esa idea también quedó para otro momento.
La idea de defaultear con el FMI por ahora no luce como algo que podría suceder seriamente, aunque el discurso de la semana pasada de Cristina Kirchner alentó fantasmas. El propio Guzmán había asegurado que no había ninguna posibilidad de que sucediera esto y explicó que la Argentina se convertiría en un “paria” en los mercados financieros si se tomara semejante decisión. Claro que en el medio habrá que ponerse de acuerdo con el organismo sobre las condiciones en que se refinanciará la millonaria deuda que se tomó durante la última parte de la gestión del gobierno de Mauricio Macri.
Es poco o nada lo que podrá hacer Guzmán al menos hasta las elecciones. Probablemente su principal tarea, no menor por cierto, es que las principales variables financieras no se descontrolen
Sin acuerdo con el FMI en el horizonte, quedará para más adelante definir cuál será por ejemplo la política tarifaria y de qué manera se negociarán los futuros subsidios para luz, gas y otros sectores. También cómo se avanzará hacia el equilibrio fiscal y cuál será el mecanismo que permitirá al Banco Central acumular reservas y poder aflojar gradualmente el cepo cambiario. Ni hablar ciertas reformas estructurales que siempre están presentes en este tipo de acuerdos, tanto desde el punto de vista del mercado laboral como impositivo. Son todos temas imprescindibles en cualquier negociación con el Fondo.
Por lo tanto, es poco o nada lo que podrá hacer Guzmán al menos hasta las elecciones. Probablemente su principal tarea, no menor por cierto, es que las principales variables financieras no se descontrolen. Mantener la brecha cambiaria a raya será el principal objetivo hasta octubre. Y al mismo tiempo procurar que la inflación baje gradualmente, a partir de reducir el ritmo de suba del dólar oficial (ahora en torno al 2,5%) y de pisar las tarifas todo lo posible.
El segundo trimestre debería traer buenas noticias para el Gobierno, a partir de una mayor liquidación de divisas que permitirían mantener o incluso bajar la brecha cambiaria con relativa comodidad. También comenzaría muy gradualmente una recuperación del salario, ya que confluirán las mejoras salariales con una lenta baja de la inflación. Pero se trata de objetivos de corto plazo para ganar tiempo y llegar con un colchón más o menos cómodo hasta las elecciones. Después del 24 de octubre arranca una nueva historia.
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