El Mercosur fue una gran puerta hacia el exterior para las empresas argentinas luego de los años del nacionalismo autonomista de mediados del siglo pasado, y creó específicamente en Brasil una plataforma de acceso al exterior para numerosas empresas argentinas.
Durante los primeros años de vida del bloque Brasil llegó a recibir 26% de todas las exportaciones argentinas (hoy recibe menos de 15%) y esas ventas al socio mayor se quintuplicaron en aquellos inicios entre 1990 y 2000. Además, el acceso a los mercados del bloque fue causa de no pocas inversiones externas (IED) que llegaron durante los 90 a Argentina (especialmente desde Europa) lo que llevó al país a ser el mayor receptor de IED de la región (hoy cayó al quinto puesto).
Pero 30 años es mucho y el bloque ahora padece una esclerosis múltiple. Las exportaciones argentinas al Mercosur en 2020 sumaron USD 10.010 millones, cayeron a la mitad de las logradas en aquel récord de ventas al bloque de 2013, cuando alcanzó a USD 21.395 millones. Y la caída de 21% de los envíos al Mercosur en 2020 fue mucho mayor a la que acusó el total del comercio argentino con todo el mundo, 16%, explicada por la crisis sanitaria global.
El bloque padece una esclerosis múltiple. Las exportaciones argentinas al Mercosur en 2020 sumaron USD 10.010 millones, cayeron a la mitad del récord anotado 7 años antes
El bloque había sido un dinámico incentivo para el crecimiento del comercio regional, pero se enfrenta ahora a la sequedad cercana a la obsolescencia. Nada es para siempre.
El bloque padece de diversos defectos
No ha creado una institucionalidad que le permita superar la necesidad de la diplomacia presidencial, se ha quedado en su condición de mero acuerdo arancelario mientras la globalización de la tercera década del siglo adquiere una complejidad mucho mayor que la del comercio de bienes físicos, responde a un modelo (unión aduanera) que escasamente usada en el mundo por su rigidez (apenas 5% del total de pactos de integración en el planeta la usa, mientras más de la mitad son tratados de libre comercio).
El bloque regional está amparado en un arancel externo común de alrededor de 13% promedio que más que duplica el promedio del arancel en todo el mundo, pese a que dificulta el acople a la evolución tecnológica productiva propia de la cuarta globalización en la economía del conocimiento; y no ha logrado asociarse con otros mercados relevantes en el resto del planeta. Hay en el mundo más de 300 pactos de apertura recíproca vigentes dentro de los cuales ocurre más de la mitad de todo el comercio trasfronterizo global y nuestros países no participan prácticamente de ninguno de esos pactos, a excepción del propio bloque.
Y adicionalmente, el acuerdo cuatripartito se encuentra afectado por un vecindario que no ayuda: América Latina generaba 4,5% de todo el comercio internacional planetario cuando el Mercosur nació (hace 30 años) y hoy solo lo hace en 3,2% (la comparación es mucho más dramática si se la efectúa contra 1950, cuando nuestra región generaba nada menos que 11% del total mundial).
Son los resultados los que califican los procesos. Por ello, y respondiendo a esta consigna, vale advertir que si se suman las exportaciones de los cuatro miembros del bloque (tanto intrazona como hacia el resto del mundo) para nominalizar las “exportaciones totales del Mercosur” se constata que la relación de esas exportaciones totales comparadas con el producto bruto agregado del bloque arrojó en 2019 (último año “normal”) una relación de 14,9%; es la menor de todas que otorga cualquiera de los demás bloques de integración en el mundo. El promedio en la veintena de espacios de integración vigentes reconocidos por la Organización Mundial del Comercio es 33%; y en algunos casos supera 50% (la Unión Europea, el Asean o el Caricom). El Mercosur, en efecto, es ahora el bloque más cerrado del mundo.
Pérdida de consensos
El 30 aniversario encuentra a los países del acuerdo en una situación inédita: diferencias conceptuales (ideológicas) sustanciales explícitas entre Argentina, Brasil y Uruguay; que llevan a relaciones personales entre algunos de los presidentes, hoy sometidas a rispideces y friccionales gestos coyunturales; y a prácticas inamigables de esos líderes que se diferencian de la antigua diplomacia presidencial que exhibieron Alfonsín y Sarney, Menem y Cardoso o Kirchner y Lula. Y adicionalmente hoy el vecindario padece del mal de visiones estratégicas internacionales muy distintas.
Brasil concibiéndose como una de las diez mayores economías del mundo apunta a una internacionalidad mayor; Uruguay pretendiendo sacar provecho de su especialización internacional agroalimenticia también, y Paraguay -sin gritar demasiado- parte del hecho de que es hoy ya la economía más abierta del bloque. Pero Argentina está atrapada en sus dificultades de coyuntura y se muestra temerosa de cualquier apertura.
Se observa entre los socios una diferencia de visión -entre ellos- pero a la vez otra de necesidad inmediata: los demás socios comerciales piensan en estrategias internacionales y Argentina prioriza administrar su compleja coyuntura pendiente. Ellos piensan más el largo plazo y Argentina el corto. Dentro de ésta, dicho sea de paso, se encuentran los numerosos obstáculos que Argentina pone al propio comercio intrabloque.
La globalización de la época es sustancialmente diferente de las circunstancias de hace 30 años. El Mercosur está concebido como un mero acuerdo arancelario (propio de la época en la que se veía la mayor conectividad mundial como un proceso de dos caras: flujos de comercio de bienes y eventualmente inversión extranjera directa).
No se han creado espacios institucionales para la coordinación de políticas intrabloque y tampoco para la generación de consensos geopolíticos externos
Pero asistimos hoy a una nueva “globalización hexagonal” en la que a esos dos flujos se le suman el financiero productivo privado internacional, el muy dinámico comercio mundial de servicios; el intercambio de información, conocimiento y datos -el mayor motor actual que internacionaliza la economía de los intangibles y el saber productivo- y las telemigraciones laborales y el trabajo en red a través de nuevas tecnologías de la comunicación por parte de empresas dentro de las “global innovation networks” que hacen que la interacción supra fronteriza de personas (en diversos roles) sea más importante que los movimientos físicos (dice Richard Baldwin que mientas aquella globalización se refería a lo que producíamos ésta se refiere a lo que actuamos y hacemos).
Por ello el bloque padece ante la imposibilidad de crear nuevos causes para los motores de la internacionalidad. Lo que se agrava porque no se han creado espacios institucionales para la coordinación de políticas intrabloque y tampoco para la generación de consensos geopolíticos externos, con la creación de un nuevo marco propio flexible, dinámico, innovativo.
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