Horacio Liendo lo recuerda como si fuera ayer, pese a que pasaron 30 años desde que se aprobó la Ley de Convertibilidad, el 27 de marzo de 1991. Ese día se inauguraba el período de transformaciones económicas, crecimiento e inversiones más potente de la historia moderna del país, aunque con daños colaterales en materia de desempleo y sin cambiar el desorden fiscal de fondo que imperaba en el país previamente.
La discusión por esa norma surgió cuando Domingo Cavallo era diputado nacional por Córdoba y convocó a un grupo de colaboradores de confianza, que luego se transformaron en su gabinete cuando asumió el Ministerio de Economía en 1991 en el gobierno de Carlos Menem.
Liendo se enteró de esta designación en Bariloche, su lugar en el mundo, y enseguida empezó a imaginar cómo se implementaría aquel cambio para dejar atrás la hiperinflación que azotaba a la Argentina desde 1989.
En diálogo con Infobae, este abogado experto en finanzas -que fue director del Banco Central y secretario de Coordinación del Ministerio de Economía en aquel período y regresó con Cavallo, pero como asesor, en 2001- recordó los detalles de aquellas discusiones, los aciertos e imperfecciones de ese período y las lecciones para el presente.
- ¿Qué recuerda de la preparación de la Ley de Convertibilidad?
- Es algo que conversamos con el Mingo desde que él asumió como diputado nacional en 1987; lo discutimos porque él pensaba en otro esquema, bimonetario, pero yo había estudiado el esquema de la convertibilidad de la Argentina de 1890 y 1930 y pensé que era más factible para la Argentina, aunque yo no tuviera formación de grado de economista. Se entusiasmó bastante y fue sumando gente para chequear estas ideas; estaban Ricardo López Murphy, Elías Salama, Juan José Llach, Guido Di Tella y Felipe Murolo, entre otros. El me invitó a Córdoba, donde un grupo trabajaba en lo fiscal y nosotros tres, con Murolo, en lo monetario; era 1989, después del episodio del 6 de febrero cuando el Banco Central tuvo que dejar correr el tipo de cambio.
“Yo empecé a armar algo más complejo todavía que la convertibilidad, porque teníamos que juntar reservas”
Yo empecé a armar algo más complejo todavía que la convertibilidad, porque teníamos que juntar reservas, así que fue una convertibilidad al margen, porque no había suficientes reservas. De este modo, si querías pesos, tenías que vender dólares y se aplicaban retenciones que se cobraban en dólares y se destinaban a la caja de conversión. Eso fue para el escenario en el que Domingo Cavallo asumiera como ministro de Economía en 1989, pero Carlos Menem se decidió por el plan de Bunge y Born y eso quedó en una carpeta. En 1991, cuando yo estaba en Bariloche, Cavallo me convocó para asumir como director del Banco Central y pensé que íbamos a poner en marcha ya el plan; pero no fue inmediato. Yo insistí dos o tres veces, pero él quería tiempo y me decía que había que esperar a ordenar las cosas.
- ¿Y cómo se concretó?
- El 17 de marzo él me convocó a su casa en la avenida Libertador y Ortiz de Ocampo. Ahí Mingo me dijo: vamos para adelante y empezó la discusión por el tipo de cambio: Juan Llach quería una devaluación mayor, pero Mingo no porque estábamos en medio de la híper. Y la segunda discusión era si el dólar iba a circular; Mingo sí quería y Juan y yo no. Le dije que había que en ese caso había que cambiar el Código Civil. Y en un momento él dice: con el asunto de la indexación, que todas las operaciones se indexen por dólar; pero yo le dije que eso no se podía hacer porque la situación era anárquica, pero él pensaba que el dólar estaría quieto. Le repliqué: entonces prohibamos la indexación. Me dijo: ¡estás loco, hay una hiperinflación, no se puede! También discutimos si era por decreto o por ley y les dije que fuera por ley. Y sobre el tipo de cambio, se zanjó en favor de Mingo, con la imagen del billete de Carlos Pellegrini que yo les mostré, recordando que 100 años antes se había instaurado un sistema similar. Ahí me dijo: tráete el proyecto, que yo reduje respecto de la versión original. Le pareció muy bueno, me pidió que escribiera el mensaje que luego charlé con Llach y el miércoles el presidente Menem lo firmó y lo mandó al Congreso; y el 27 de marzo se aprobó. Lo recibió Juan Carlos Romero, a quien no reconocí porque era muy joven, como yo. Y en Diputados, lideró José Luis Manzano. Salió muy rápido. Cuando salió la ley, le digo al Mingo en los pasillos de la Casa Rosada: tenemos un problema, porque si vamos a prohibir la indexación y la ley sale el 1º de abril, en cuatro días va a regir con la inflación de marzo; pero él logró que saliera publicada en el Boletín Oficial el Jueves Santo, por lo que ya regía antes del IPC de marzo.
“En 1995, la crisis del Tequila sacudió las ramas y agitó lo que estaba mal, porque el régimen se consolidó y se salió de una crisis sin devaluar”
-¿Cuál es su balance de aquella norma en términos retrospectivos, qué se hizo bien y qué se pudo haber hecho mejor?
-Aquello estuvo muy bien para frenar un proceso hiperinflacionario, que no son comunes, como los que sufrió Alemania en 1923 y tuvo muchos avances respecto de lo que se conocía con la convertibilidad a un metal. Si bien ya existía la de Hong Kong, yo no la conocía. Logró los objetivos planteados: venía un nuevo régimen y ese régimen perduró en el tiempo. Después, era un régimen procíclico; entonces eso hace que hubiera que ser muy cuidadoso en el manejo de las cuentas públicas. Se hizo bastante bien, la ley tenía algunas repeticiones e imperfecciones, pero no le encuentro problemas y no dejó todo en las manos de la política monetaria; luego, en 1995, la crisis del Tequila sacudió las ramas y agitó lo que estaba mal, porque el régimen se consolidó y se salió de una crisis sin devaluar.
- Pero la situación del 2001 fue muy diferente...
- En 2001 lo que ocurrió fue por la falta de respaldo político; no había razones económicas para la crisis, porque desde el punto de vista de la inflación estaba bien y, aunque el dólar se había fortalecido, se habían abierto otros mercados como Europa y eso nos obligaba a ser muy flexibles en el comercio. Tuvimos un superávit del sector externo fuerte 2001 por la suba de las exportaciones. Lo que pasó fue que hubo una enorme rebelión de los deudores, provincias y empresas, que hicieron saltar los tapones. Y luego la pesificación asimétrica de USD 50.000 millones en un país que estaba reestructurando; ya teníamos la fase 1 terminada y faltaban USD 40.000 millones para la fase 2 con los acreedores externos, pero teníamos todos los votos para hacerlo. Cuando hicieron todo el desastre del 2002, que destruyó todos los contratos, obviamente a la situación difícil del 2001 le echaron un tanque de nafta que no se le puede atribuir a la convertibilidad; este plan tuvo muy buenos resultados que se miden en décadas, como pasa en Chile, que puede en una pandemia como esta tener fondos anticíclicos para gastar. Creo que lamentablemente acá se eligió volver al pasado, con controles de cambio y de precios. Hasta que no cambie este esquema, no se podrá pensar en el futuro.
“Acá se eligió volver al pasado, con controles de cambio y de precios. Hasta que no cambie este esquema, no se podrá pensar en el futuro”
- ¿Se la puede recrear, 30 años después?
- En eso tengo una discrepancia con Mingo, porque la clase dirigente no sabe controlar los niveles de emisión. Eso se cura en 100 años. Así que no podemos pensar en volver a hacer lo mismo; hay que hacerlo cuando la sociedad perciba un peligro como en la hiperinflación en 1989. El cambio es de rumbo de la política económica. La Argentina no puede pretender que crezcan las exportaciones con retenciones del 30%, con este sistema impositivo, con muchas reformas pendientes en el campo social por la pobreza superior al 50% y cambios laborales. Debe tener un seguro institucionalizado de desempleo, moderno; no basta darle algo de dinero por mes a la gente. Lo mismo ocurre en el terreno de la infraestructura y otros campos. En fin, hay que decidirlo en el momento adecuado.
- Entonces, ¿propone la dolarización completa?
- No; que se pueda utilizar el dólar para pagar salarios e impuestos, coexistiendo con el peso. No hay reservas para una nueva convertibilidad, adoptarla exigiría un tipo de cambio demasiado alto. De todos modos, ahora nos ahogamos en un vaso de agua porque los dólares abundan, pero no valen 90 pesos. Si lo dejan que opere al precio que vale, no habrá ningún problema. La restricción externa existía a la salida de la Segunda Guerra Mundial, pero todo eso se terminó porque los dólares no llegan solo con el comercio exterior, pero se le debe reconocer el valor que tienen.
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