La Cumbre virtual del Mercosur cristalizó lo que muchos analistas políticos, diplomáticos y del comercio internacional temían, diferencias de fondo acerca de lo que los diferentes socios pretenden del bloque, que para Brasil, Uruguay y Paraguay terminó transformándose en lo que con escasísima diplomacia el presidente uruguayo definió como “un lastre” y provocó una respuesta del mismo tenor del presidente Alberto Fernández.
“Si somos un lastre, tomen otro barco”, dijo el presidente argentino, frase que tal vez marque el naufragio de un buque que zaró hace 30 años y en el que las desaveniencias fueron ganando lugar a las coincidencias. “Obviamente que el Mercosur pesa, obviamente que su producción pesa en el concierto internacional, lo que no debe y no puede ser es que sea un lastre. No estamos dispuestos a que sea un corset del que nuestro país no pueda moverse”, había dicho previamente Lacalle Pou.
Divergencias
Según Marcelo Elizondo, experto en comercio y negocios internacionales, Brasil y Uruguay, y últimamente también Paraguay, fueron virando hacia que el Mercosur dejara de ser una Unión Aduanera y se transformara en un Área de libre Comercio (ALC), de modo de poder negociar acuerdos comerciales con otros países o bloques, o una reducción del Arancel Externo Común (AEC) del bloque, o una flexibilización de las condiciones para negociar hacia afuera.
Y lo que en ciertos momentos fue un dos contra uno, con Paraguay a mitad de camino, se transformó en un tres contra uno, con la Argentina a contramano de los otros socios del bloque.
“El Mercosur está crujiendo por los resultados, dijo Elizondo, quien recordó que en los primeros años de vida del bloque Brasil llegó a recibir 26% de las ventas al exterior de la Argentina, contra menos de 15% e la actualidad. En esos primeros años, además, el mercado ampliado había sido un gran atractor de Inversión Extranjera Directa, algo que quedó en el arcón de los recuerdos.
Corset
El corset que el Mercosur fue imponiendo a sus socios se nota en algunos números. Las exportaciones respecto al PBI del bloque, precisó Elizondo, es inferior al 15%, mientras en la Unión Europea supera el 50% y en el Caricom, por ejemplo, es mayor al 70%. Más que un bloque de socios, el Mercosur se fue transformando en un grupo de desavenidos.
Sin ir más lejos, amplió el experto, en 2020 la caída de las ventas argentinas al Mercosur fue de 21%, contra 16% que cayeron sus exportaciones totales. Y un arancel externo común cercano al 13% es casi una declaración de cierre y aislamiento en un mundo en que el arancel promedio global es de aproximadamente la mitad.
Todavía en 2010, Brasil aportaba más de 30% de las importaciones de la Argentina, contra el 20% de 2020, y absorbía más del 20% de las exportaciones de nuestro país, contra cerca del 14% en 2020. No solo fueron ideas, sino también conveniencias las que fueron divergiendo.
Por todo eso, a Elizondo no lo sorprenden las diferencias, que ya existían, sino la forma brutal en que se expresaron. “En la diplomacia se ruge pero no se muerde”, dijo a Infobae. Y la forma en que se expresó Alberto Fernández dejó planteado el rompimiento del Mercosur.
Otro dato: la recientemente creada RCEP (Regional Economic Comprehensive Partnership), firmada a fines de 2020 y que incluye a los 10 países de la Asociación de Países del Sudeste Asiático (ASEAN), amén de China, Japón, Corea del Sur, Australia y Nueva Zelanda, ya es para la Argentina más importante que el Mercosur. Lo que no significa necesariamente que las palabras del presidente argentino tengan por detrás una claridad estratégica y conceptual que preanuncien un calculado corrimiento hacia el nuevo eje del comercio mundial.
En su última edición, ayer jueves, The Economist recordó que hace 30 años el nacimiento del Mercosur suponía la apertura de un área de 200 millones de personas y un billón de dólares de PBI, bajo los auspicios de un “regionalismo abierto”. Con la integración, llegó a decir en 1996 el entonces presidente brasileño Fernando Henrique Cardoso, el Mercosur sería uno de los decisores del siglo XXI.
Ahora, sin embargo, según tituló el semanario británico, se cumplieron 30 años de “un matrimonio infeliz”. Y vaya que saben del tema en un país recientemente divorciado de la Unión Europea.
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