Después de un tormentoso fin de semana en Turquía, que terminó con el presidente del Banco Central despedido la lira turca llegó a desplomarse hasta 15% frente al dólar y trajo malos recuerdos a los operadores argentinos. En 2018, la moneda turca fue compañera de ruta del peso argentino al tratarse de las dos monedas más sobrevaluadas de aquel entonces y las dos que más sufrieron una pequeña suba en las tasas de los bonos del Tesoro de los Estados Unidos.
El nuevo derrumbe de la lira turca obliga a mirar qué pasa con otras monedas emergentes para saber si se trata de algo aislado o si se puede transformar en un problema mayor. La Argentina, por su parte, no está libre de sentir las repercusiones del movimiento, pero mucho ha cambiado en tres años.
“Hay que ver cómo reacciona el mundo emergente en general. Obviamente no es una buena noticia lo de la lira” (Martínez Burzaco)
A diferencia de lo que pasó en 2018, cuando el peso argentino entró en su propia espiral descendente que luego se retroalimentaba con los temores que llegaban desde Ankara y Estambul, hoy el mercado argentino vive bajo estrictos controles de cambio. Además, tras la masiva salida de inversiones financieras resultado de la crisis de balanza de pagos de ese año y de 2019, el mercado de capitales argentino se achicó mucho. No hay tantos flujos de salida que puedan golpear al mercado cambiario local.
“Hay que ver cómo reacciona el mundo emergente en general. Obviamente no es una buena noticia lo de la lira. A esta hora vemos el peso mexicano cayendo 1% “En Argentina el impacto está limitado por los controles de cambio, el pequeño flujo de capitales que hay y la falta de acceso al financiamiento externo”, dijo Diego Martínez Burzaco, jefe de estrategia de Inviu.
Pero aunque el mercado cambiario argentino sea muy distinto al de tres años atrás, y más aún, el atraso cambiario sea mucho menor que el de entonces, no necesariamente el peso argentino es ajeno a lo que pasa en el mundo. Aunque el mercado cambiario formal esté cerrado con candado, existen cotizaciones relativamente libres -contado con liquidación y dólar MEP, además de las transacciones informales- que pueden tomar vuelo si el panorama negativo se extiende en el tiempo.
“La principal atención estará puesta en el dólar libre y contado con liquidación”, dijo Martínez Burzaco.
Más aún, desde octubre del año pasado el Banco Central lleva adelante una política de “flotación sucia” de los tipos de cambio paralelos. A través de la compra y venta de bonos, vende dólares de sus reservas para conducir los movimientos del liqui, el MEP y, en forma indirecta, también del dólar libre. Un eventual repunte de los tipos de cambio paralelos, en caso de que el panorma internacional causado por Turquía se extienda en el tiempo, puede tener entonces un costo mayor en reservas si es que Miguel Pesce vende más dólares para que esas cotizaciones no se disparen.
El clima global ya venía enrarecido para las monedas de países emergentes. Principalmente por la suba de las tasas de los bonos del Tesoro de los Estados Unidos a 10 años, que hicieron repuntar al dólar a nivel global. Turquía hoy agrava algo ese panorama.
“Hay muchas cosas idiosincrásicas en Turquía, pero los últimos acontecimientos son válidos para el resto de los mercados emergentes. Los bancos centrales de los países emergentes se ven obligados a subir las tasas de interés debido al rápido aumento de los rendimientos a largo plazo en Estados Unidos. Eso es políticamente difícil y es más fácil dejar que el tipo de cambio se vaya. Este es el taper tantrum [N. de la R.: la reacción bajista que mostraron en 2013 los mercados emergentes ante el endurecimiento de la política monetaria de los EEUU] de 2021 de los mercados emergentes”, escribió Robin burza, economista jefe del Instituto Internacional de Finanzas (IIF) en su cuenta de Twitter.
El IIF alertó en 2018 que las monedas de Turquía y Argentina podrían sufrir graves problemas, algo que finalmente se concretó.
El sacudón de la lira turca puede pasar e irse sin mayor daño, como tantos otros fenómenos preocupantes de los mercados globales, o transformarse en parte de una tendencia. Sólo el tiempo puede decirlo.
En ese caso, además del contagio financiero, el problema puede aparecer también en la economía real a través del intercambio comercial. Si la caída de las monedas se contagia al resto de los emergentes, la Argentina puede perder competitividad porque los productos de los países vecinos van a ser más baratos.
Cuando en Argentina se habla de monedas emergentes, la preocupación podría casi resumirse a una sola: el real brasileño. En la apertura, esta mañana, el dólar subió 0,84% en San Pablo, para llegar a 5.5375 reales por unidad. Está lejos de ser un derrumbe, pero es claro que el país vecino sintió el efecto de la crisis turca. Por ahora, el tono en el mercado porteño es tranquilo. Se necesita de una extensión del problema de Turquía a otros mercados para que los temblores lleguen hasta esta parte del mundo.
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