Tensión con empresarios: el Gobierno promete más acceso a dólares para importar insumos y que no cerrará la economía por la segunda ola

La intención es evitar que se frene el repunte que muestran distintos sectores de la actividad. Las aclaraciones de cámaras empresariales llegaron en medio de un aumento de la posible suba del impuesto a las Ganancias corporativas

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Alberto Fernández y Santiago Cafiero con miembros de AEA, a fines de 2019
Alberto Fernández y Santiago Cafiero con miembros de AEA, a fines de 2019

El bolsillo fue históricamente el principal termómetro para definir los resultados electorales en la Argentina. Y el 2021 no tendría por qué ser la excepción, aún en medio de la grieta que divide como nunca a la sociedad. El Gobierno lo sabe y por eso toda la energía estará puesta en que la economía llegue lo mejor posible a octubre. El escenario ideal sería una inflación más cerca del 2% mensual, dólar estable y recuperación gradual del salario.

La reactivación económica de los últimos meses está principalmente vinculada con un rebote luego de la gran caída provocada por la cuarentena estricta de abril y mayo del 2020. A partir de allí era lógico esperar una mejora como la que se está produciendo. Este repunte tiene un peligro latente: la segunda ola de contagios del COVID- 19, que luce inevitable a la luz de lo sucedido en el hemisferio norte, pero además por la escalada de casos en países vecinos como Brasil y Paraguay.

Ya no hay margen para volver al dilema de “economía versus salud” que planteó Alberto Fernández al inicio de la pandemia. Por eso, el compromiso del Gobierno es no afectar a la industria ni al comercio cuando haya que imponer limitaciones por la “segunda ola”

En sendos encuentros con la UIA y la Cámara Argentina de Comercio, tanto el ministro de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas, como el jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, dejaron trascender que las futuras restricciones eludirán cualquier posible cierre de actividades productivas. Esto significa que las eventuales medidas que habría que tomar para reducir el nivel de contagios se concentrarán específicamente en las limitaciones de esparcimiento y las reuniones sociales.

“La industria y el comercio ya han demostrado que los protocolos funcionan muy bien y que cuando aparece un caso de coronavirus también se responde muy rápido”, explican en Desarrollo Productivo. El objetivo, por supuesto, es aprovechar el envío que está mostrando la industria, que arrancó el año con una suba de 4,4% interanual en relación a enero del año pasado.

El ministro Matías Kulfas (REUTERS/Agustin Marcarian)
El ministro Matías Kulfas (REUTERS/Agustin Marcarian)

Posiblemente el sector podría sufrir una marcha atrás en caso de que se tomen medidas de aislamiento sean los restaurantes, como sucedió tanto en Europa como en Estados Unidos. Pero aún es prematuro para arriesgar qué podría suceder y en qué momento deberían tomarse medidas específicas.

Desapareció la vieja dicotomía que impuso el propio Presidente sobre “economía versus salud” al explotar la pandemia. Ya no hay margen para subestimar los efectos de volver a parar abruptamente la actividad, como sucedió en 2020. No sólo porque caería el empleo y afectaría una vez más a los cuentapropistas. Además, exigiría nuevos paquetes de estímulo que generarían un desbalance en la política monetaria y cambiaria justo en medio del proceso electoral. La megaemisión de 2 billones de pesos del año pasado generó estragos en el tipo de cambio y en la inflación. Repetirlo sería un suicidio. La economía argentina no tiene “resto” para nuevas aventuras.

El déficit primario de este año podría ser mucho menor al que figura en el Presupuesto 2021. Algunas consultoras ya estiman que en vez de 4,5% será de 3,2%. La mejora de los bonos de los últimos días ya estaría reflejando esas mejores expectativas

La consultora Quantum Finanzas, del economista Daniel Marx, estimó que el déficit primario de este año sería finalmente mucho menor al proyectado: 3,2% en vez de 4,5% que figura en el Presupuesto 2021. Se trataría de un ajuste significativo incluso en medio de un año electoral. Detrás de esta mejora de las cifras fiscales no aparece una deseable reducción del gasto público, sino otros factores: una mayor presión impositiva (por ejemplo por el impuesto a la riqueza), pero también la gran cosecha de soja, que aportará un ingreso excepcional por retenciones, y mayor recuperación económica que la esperada.

La mejora de los bonos empezó a reflejar también esa mejora de las expectativas, vinculadas con una economía que crecería más del 6% y un menor déficit al presupuestado. En otras palabras, el escenario de una reestructuración sigue presente, pero los pagos de capital recién caen en 2025.

Quantum Finanzas estimó que el déficit primario de este año sería mucho menor al proyectado: 3,2% en vez de 4,5% que figura en el Presupuesto de Martín Guzmán (REUTERS/Agustin Marcarian)
Quantum Finanzas estimó que el déficit primario de este año sería mucho menor al proyectado: 3,2% en vez de 4,5% que figura en el Presupuesto de Martín Guzmán (REUTERS/Agustin Marcarian)

El otro aspecto sensible de los desafíos que enfrenta la economía en el corto plazo está relacionado con el acceso a los dólares para las empresas. Los industriales le plantearon a Kulfas que las dificultades para acceder a insumos importados complican la actividad económica: “Si hay un escenario de aumento de la demanda, entonces tienen que estar dadas las condiciones para que la oferta crezca en igual proporción”, fue la explicación brindada por el titular de COPAL, la cámara que agrupa a las empresas alimenticias, Daniel Funes de Rioja.

El ministro del área se comprometió a darles mayor fluidez a los importadores, sobre todo cuando se trate de insumos para la producción. Reconoció que se han producido dificultades en los últimos meses, pero en parte las atribuyó a situaciones externas. Por ejemplo, se registran problemas para abastecer al mercado de neumáticos o autopartes que provienen de Brasil, pero que no están relacionadas con las aprobaciones locales.

Una proporción importante de los USD 2.000 millones que compró el BCRA fue para abastecer al dólar financiero y mantener a raya la brecha cambiaria. El desafío es intervenir menos y destinar más divisas para las necesidades de los importadores

Tampoco hay margen para pensar en una apertura indiscriminada ni mucho menos. El Banco Central compró USD 2.000 millones en lo que va del año, pero las reservas sólo subieron USD 400 millones. En el medio se pagaron vencimientos a organismos multilaterales, pero sobre todo se intervino en el mercado financiero para bajar el tipo de cambio: parte de los dólares que el Gobierno compra a $90 en el mercado luego los revende a $140 para mantener a raya al “dólar Bolsa” y el “contado con liquidación.

La pregunta que hay por delante es qué destino se le dará a las divisas que ingresarán por la próxima cosecha de soja. Lo más prudente sería que el Central se concentre en acumular reservas y reducir su extremo nivel de vulnerabilidad. Para eso debería dejar de intervenir para mantener estable la brecha cambiaria.

Daniel Funes de Rioja, titular de Copal (Manuel Cortina)
Daniel Funes de Rioja, titular de Copal (Manuel Cortina)

Será difícil mantener la lógica de los últimos meses, esto es destinar parte de los dólares que el BCRA compra en el mercado para que no suba el contado con liqui, pero al mismo tiempo retaceando las divisas para la producción. De ahora en más será necesario mantener un mayor equilibrio para evitar que se vea afectada la oferta de bienes o que se produzca una suba excesiva de precios por ese motivo.

Luego del tremendo derrumbe del 10% del año pasado, la economía le dará la oportunidad a Alberto Fernández para dejar atrás escándalos que vienen afectando su gestión, desde las vacunas VIP hasta la arremetida contra la Justicia. Y a la vez su principal escollo es que los propios conflictos internos en la coalición de gobierno, la ofensiva sobre otros poderes y la insistencia de medidas populistas provoque una nueva crisis de confianza.

Todas las medidas del Gobierno tendrán una mirada excesivamente cortoplacista. Quien mejor lo definió fue el economista Fernando Marengo, del estudio Arriazu, en una conferencia con inversores organizada por Delta Asset Management. “El año termina el 24 de octubre, el día de las elecciones. El 25 empieza otra película”, aseguró.

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