Las contradicciones en el Gobierno están a la hora del día, particularmente en materia económica. El contraste por momentos es brutal. Alberto Fernández se reunió ayer con fondos de inversión soberanos y hoy el ministro de Economía hará lo propio cara a cara con brokers y bancos de Wall Street. El mensaje es similar: “Confíen y vengan a invertir a la Argentina”. Pero en la práctica las señales y las decisiones van en el sentido exactamente inverso.
Los fondos soberanos con los que se entrevistó el Presidente representan a países como Rusia, China, Singapur, Azerbaijan, Emiratos Árabes y Kuwait, entre otros. Todos invierten sumas millonarias, obtenidas del ahorro generado por su propio país, en algunos casos derivados de la renta petrolera pero no exclusivamente.
Hacen lo contrario a lo que viene haciendo la Argentina hace décadas: ahorran en vez de gastarse todo y luego invierten para multiplicar ese patrimonio. Los recursos van a alternativas financieras, pero sobre todo se vuelcan a la economía real, desde infraestructura hasta el sector inmobiliario, pasando por tecnología y telecomunicaciones.
Para el Presidente estas reuniones corren el riesgo de ser una gran pérdida de tiempo. Los presentes en el encuentro posiblemente hayan participado con el afán de quedar bien con su colega ruso, que actuó como anfitrión. De hecho, ninguno de los 18 participantes en la reunión virtual tiene un solo centavo invertido en el país. La cordialidad de estas reuniones contrasta con distintas medidas que tomó el Gobierno y que ponen en serios riesgos la supervivencia de las empresas. El aumento de la presión tributaria llegó a límites insostenibles, a tal punto que ninguna compañía ni fondo internacional elegirá instalarse en la Argentina en vez de hacerlo en algún otro país de la región. La última modificación que se busca hacer en Ganancias, llevando la tasa efectiva a casi el 40% para las empresas, es un claro ejemplo de esto.
El Presidente y el ministro de Economía se esmeran en hablar amablemente con los grandes inversores locales e internacionales. Pero el aumento permanente de la presión impositiva, cambios de reglas de juego y asfixiantes controles no son precisamente una invitación a invertir en la Argentina
Alberto Fernández se comporta como el anfitrión que dice lo que quiere escuchar su contraparte sólo para agradarlo. Pero nada de lo que hace se condice con esa invitación a apostar por el país.
No sólo es Ganancias. Las provincias se aprestan a volver a subir ingresos brutos, posiblemente el gravamen más distorsivo de todos, luego de los cambios introducidos en el Pacto Fiscal. Y además sigue la doble indemnización, que procura reducir los despidos pero que termina provocando que nadie tenga ganas de sumar empleados a su nómina.
El impuesto a la riqueza aparece como otros de los esperpentos del kirchnerismo. Si bien se cobra sobre el patrimonio individual, en el cálculo entran las participaciones accionarias de los individuos en las empresas. Por lo tanto, grava una vez más el capital productivo como si se tratara de una ostentación de fortuna. Las viejas y fracasadas medidas de control de precios también forman parte de este “cóctel” anti inversiones.
La Argentina está cada vez más lejos de la posibilidad de tener su propio fondo soberano para administrar ahorros. Lo más parecido es la ANSES luego de la desaparición de las AFJP en 2008. Pero el Fondo de Garantía de Sustentabilidad hizo lo contrario a diversificar lo que heredó de los fondos de pensión. Hoy tiene una enorme cantidad de títulos públicos y de acciones que salen una fracción de lo que valía en 2019, es decir registra millonarias pérdidas.
¿Quién estará interesado en invertir en un país que no logra canalizar el ahorro propio y mucho menos se muestra interesado en generar las condiciones para atraer a otros? La respuesta está a la vista, a partir del escaso interés de inversores extranjeros en la Argentina y de muchas empresas apuradas por emprender la retirada.
El Gobierno está mucho más preocupado por ver cómo llega la economía a las próximas elecciones que en dar una señal que genere tranquilidad al mercado o a las empresas. Ya lo dijo el propio Presidente: no es prioridad hoy llegar a un acuerdo con el FMI. Todo quedará, una vez más, para después de las elecciones legislativas de octubre.
Guzmán buscará hoy -en el arranque de su gira en Nueva York- calmar las ansiedades de otro tipo de inversores, que buscan más opciones financieras que en la economía real. Muchos de ellos no la vienen pasando bien: apoyaron el canje de deuda, pero ahora sufren fuertes pérdidas por la caída de los bonos luego de la reestructuración.
A esta altura es bastante poco lo que el ministro puede llegar a decirles para tranquilizarlos. Es más, posiblemente ni siquiera se tomen el tiempo de escucharlo ni de discutir con demasiada seriedad algunas cuestiones vinculadas al rumbo de la política económica. Básicamente los inversores aseguran estar cansados o directamente hartos de los permanentes cambios en la política y en la economía que son ya una marca registrada de la Argentina.
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