La economía argentina tiene ante sí un panorama internacional similar al del bienio 2011/2012, pero todo apunta a que volverá a desperdiciarla.
Con la soja cómodamente por arriba de los USD 500 la tonelada y los precios de los productos agrícolas en general en muy buenos niveles, los “términos de intercambio” del país –es decir, la relación de precios entre aquello que vende y aquello que compra- es hoy 26,1% superior al promedio de los últimos 20 años, una situación que fue mejor solamente en 2012 y que el segundo gobierno de Cristina Fernández de Kirchner perdió con una política muy parecida a la actual.
“Hay que remontarse al pico anterior, de 2011/12 para encontrar Términos de Intercambio tan favorables” dice un estudio de Jorge Vasconcelos y Guadalupe González, economistas del Ieral de la Fundación Mediterránea. La oportunidad consiste en que mejores términos de intercambio hacen posible equiparse mejor, en tecnología y maquinaria, y un ritmo más intenso por cantidad de producto exportado.
En la etapa previa a las elecciones de 2011, el compañero de fórmula de Cristina Kirchner y entonces ministro de Economía, Amado Boudou, acompañado a veces por el actual representante argentino en el FMI, Sergio Chodos, anticipó a varios empresarios que a partir de 2012 buscaría reducir la “nominalidad” de la economía (esto es, la inflación) con una macroeconomía más ordenada, que incluía un ajuste de tarifas, de modo de reducir los subsidios y la emisión monetaria.
Después de las elecciones
Pero a poco de ganar las elecciones y para impedir la compra de dólares en un clima de desconfianza, pese al excelente contexto internacional, el gobierno impuso el “cepo cambiario” y poco después Boudou quedó políticamente debilitado con las primeras revelaciones del caso Ciccone por parte de Laura Muñoz, la exesposa del testaferro (y luego testigo arrepentido) Alejandro Vandenbroele.
El cepo redujo la estampida del ahorro, pero abortó cualquier atisbo de inversión y definió el sendero de la economía hasta 2015. Boudou ya no tuvo aire para impulsar su idea de “bajar la nominalidad” de la economía, ocupado como estaba en contener el escándalo y desbaratar la investigación judicial en torno de la fábrica de hacer billetes, aunque en una embestida logró cargarse el entonces Procurador General de la Nación, Esteban Righi, y al juez y fiscal originales de la causa.
En 2012, con los mejores “términos de intercambio” de lo que va del siglo XXI, el PBI cayó 1% y la inversión retrocedió nada menos que el 7,1%
En 2012 los términos de intercambio alcanzaron un pico histórico, 27,6% por encima del promedio de lo que va del siglo XXI. La mejora empezó luego a revertirse, pero los investigadores pusieron el foco en ese momento, en que regía el “cepo original” para destacar que un marco externo favorable no basta para la economía mejore o se recupere.
La mejor muestra es el propio año 2012, en que con los mejores “términos de intercambio” de lo que va del siglo XXI, el PBI cayó 1% y la inversión retrocedió nada menos que el 7,1%. La única variable macro que ese año tuvo un crecimiento significativo fue el “consumo público”, que aumentó 3,3 por ciento.
De hecho, en 2012 la economía empezó a desbarrancar, si se compara su desempeño con el de los vecinos Chile, Uruguay y Brasil. En ese período, la Argentina invirtió en capital al mismo ritmo que Brasil, pero a un tercio del que se dio en Uruguay (adonde emigraron inversiones argentinas) y a menos de la mitad del de Chile. Por detrás de la década de “estanflación” (estancamiento con inflación) la variable clave es precisamente el deterioro en la inversión, un fenómeno que la Argentina parece repetir actualmente.
Un cuadro del documento lo deja muy claro. Entre 2012 y 2019 (y la comparación sería aún más contundente si se incluyera 2020), mientras las economías de Chile y Uruguay crecieron a un ritmo promedio anual de 2,33 y 2,20%, respectivamente, la de Brasil reptó al 0,27% anual y el PBI de la Argentina cayó a un ritmo del 0,33% por año, en buena medida por el colapso de la llamada “productividad total de los factores” (PTF), que cayó al 1,63 % anual (la PTF mide la productividad conjunta de trabajo y capital; sus principales determinante son la inversión, el avance tecnológico y el “capital humano”, de modo que sucesivas dosis de capital y trabajo se potencien productivamente).
Entre 2012 y 2019 mientras las economías chilena y uruguaya crecieron a un promedio de 2,33 y 2,20% por año, respectivamente, la de Brasil reptó al 0,27% anual y el PBI argentino cayó a un ritmo del 0,33% anual
“Para resolver estos cuellos de botella hay que reorganizar el funcionamiento de la economía asignando al estado y al mercado los roles que han probado ser tan efectivos en países como Corea, Israel, Irlanda, Nueva Zelanda, entre otros, que incluyen una política decidida de integración al mercado mundial. Así, se gana en productividad por empresas que logran escalas de producción adecuadas, la incorporación continua de tecnología en forma continua y la especialización, para capturar nichos de mercado”, dice el documento.
Aislados
La Argentina, señalan los investigadores, es un país muy poco integrado al mundo, y con los cepos al cambio y al comercio exterior, tiende a profundizar esa condición. Mientras el PBI del país equivale al 0,51% del PBI mundial, sus ventas al exterior son apenas el 0,36% de las exportaciones mundiales. Son incluso inferiores a las de Chile, cuyo PBI es 0,23% del total mundial, pero explica el 0,38% de las exportaciones mundiales. Ni hablar de la comparación con Corea del Sur, que con 1,88% del PBI, origina el 2,97% de las exportaciones mundiales.
La Argentina va incluso a contramano de sus socios del Mercosur, algo que probablemente se note en la próxima Cumbre del bloque, a la que los gobiernos de Uruguay y Paraguay llegan decididos a avanzar hacia mayor integración al mundo, dice el documento de Vasconcelos y González, mientras Brasil (economía cerrada, pero sin cepo) oscila y Argentina se jacta de sus políticas de cierre.
El documento concluye que “sin una ruptura nítida con el escenario de estanflación, las variables financieras comienzan a alimentar un verdadero círculo vicioso. Mientras menos productivo es un país, más devaluada resulta su moneda, y esto lleva a la persistencia de altísimos índices de pobreza”.
La restructuración de la deuda con los bonistas privados no sirvió para restaurar la confianza (como evidencia un riesgo-país de más de 1.600 puntos y “la falta de crecimiento puede llevar a la insolvencia, parece ser el mensaje del mercado”, dice el estudio, que advierte el riesgo de volver a repetir, pero desde un nivel más bajo, otra década de retroceso y estancamiento.
SEGUIR LEYENDO: