Tironeado. Esa es una de las palabras que parece describir mejor el presente de Martín Guzmán, el ministro de Economía. Para otros, la metáfora tendría que ver más con un surfista haciendo equilibrio en mar picado, y con tiburones. Como sea, los rumores palaciegos y el “fuego amigo” que empiezan a sonar en el Palacio de Hacienda, la inflación que no sólo no afloja sino que amaga con recrudecer, la muy compleja discusión tarifaria que viene, el incierto futuro económico general y el acuerdo con el FMI, del que habrá más novedades en los próximos días, cuando el funcionario se reúna en Washington con Kristalina Georgieva, están en el centro de la dinámica ministerial. Incluso el dólar planchado, que tanta calma trajo, comienza a generar dudas. Olas que mueven, como nunca, la tabla del ministro.
“Tiene cero de ‘índice de agobio’ en sangre”, aseguró uno de sus colaboradores en clara referencia a la ahora ex ministra de Justicia, Marcela Losardo, y a las palabras que usó el presidente Alberto Fernández para anunciar que no seguiría en su cargo.
En su entorno, ya acostumbrados a su postura distante incluso en la intimidad de su mesa chica, aseguran que está muy centrado en lo que viene, empezando por el viaje a al FMI. No desconoce las tensiones y discusiones que se dan cerca suyo, muy cerca a veces, pero juran que trata de abstraerse de todo.
“Entiende las demandas de la política. Lo dijo varias veces, a veces no parece por su personalidad, pero no está en un laboratorio”, le dijo a este medio otra fuente de Hacienda.
FMI y Presupuesto
Faltan 10 días para las reuniones con Georgieva, pero las consultas por el viaje ministerial a la capital de EEUU tienen dos grandes universos de respuestas. Los “convencidos”, que se aferran a la idea base de Guzmán sobre que podría haber acuerdo en mayo. Saben que es prácticamente imposible firmar algo en este contexto, pero creen que no iría sin algo “más o menos cerrado”. Le tienen fe. Otros, no tan optimistas, afirman que el funcionario tiene que ir “a poner el pecho”, luego de un año de videoconferencias por culpa de la pandemia. Este último grupo comenta por lo bajo una idea que Infobae describe desde hace meses: el Gobierno habla de cerrar en público, pero no hará nada que complique el horizonte electoral de este año. Más tironeo para Guzmán, abanderado del “arreglemos cuanto antes” y de “el plan es el Presupuesto”. Esta última, repetida hasta el cansancio, no es una frase menor: el Presupuesto tuvo el visto bueno total del Fondo. Pero luego todo se fue trastocando.
A finales de noviembre del año pasado, el ministro y Fernández se reunieron en la Chapadmalal, en la residencia presidencial. Hubo padel y largas charlas. En resumen, se convino que el Presupuesto sería la Biblia para el 2021: bajar el gasto público a partir del rebote de la economía, aumento estipulado de tarifas y poner todos los cañones en la meta de déficit del 4,5 por ciento estampada en la “ley de leyes”.
Menos de un mes después, la vicepresidente Cristina Kirchner habló en un acto en La Plata e hizo hincapié en “alinear salarios, precios y tarifas”. Así comenzó a tambalear la idea de “el plan es el Presupuesto”.
Después se intensificaron las posturas sobre las tarifas. Guzmán tiene bajo su órbita a Energía y por eso el contrapunto, por ahora y sin fuertes cruces, parece darse con Federico Bernal, interventor del ENRE, el regulador del gas, hombre del instituto Patria y muy cercano a la vicepresidente.
El tarifario será un golpe al Presupuesto. Habrá al menos otros dos que surgieron en los últimos días: los $40.000 millones de los cambios en Ganancias –que Economía asegura se compensarán con más pago de parte de las empresas, lo que ya genera airadas protestas del establishment y el sector productivo– y los cambios en el Impuesto a los Combustibles Líquidos (ICL), que el Gobierno pretende que no esté más atado a la inflación y será parte de la nueva ley de Hidrocarburos que se mandará al Congreso en pocos días.
Guzmán es un catedrático de histórico perfil bajo. Habla de su amor por Gimnasia Esgrima La Plata, algo de su pasado en Nueva york y no mucho más sobre vida privada. Sin embargo, de un tiempo a esta parte, se muestra una suerte de road show por el interior detrás del que muchos ven un testeo político. “Salió a mostrarse… es de lo más mostrable que tenemos”, reconocen en la Casa Rosada. Esa cercanía con la gente en sus “giras” por el país –que cuentan con el patrocinio de la vicepresidenta o no tanto, según con quién se hable– ya despertó algún celo en el amplio espectro de voluntades de la coalición gobernante. “Nada, nada, se hace sin el OK de Cristina”, remarca, muy rápido, otro allegado.
A Guzmán lo midieron y ganó; nada extraño si se toma en cuenta que lo compararon contra los números muy flojos que obtienen sus colegas del gabinete. Pero él no quiere ser candidato. Asegura que sus viajes, donde se lo suele ver con Wado de Pedro, le sirven para estar en contacto con gobernadores y empresarios locales… y nada más. ¿Será? ¿Y si se lo pide Cristina Kirchner?
Para lo que viene ya se habla de una mise en scene positiva en Washington. Además del encuentro con Georgieva, el equipo económico se ilusiona con una visita al Tesoro de EEUU que sume puntos. Claro, será difícil que vea a Janet Yellen, la secretaria que eligió Joe Biden. Yellen también tuvo a Josep Stiglitz como profesor y está casada con George Akerlof, el economista que compartió el Nobel con el mentor de Guzmán. Hay buena onda y vínculos. Además, en Hacienda sonó como música celestial que la semana pasada, en un evento por el día de la mujer, Yellen haya dicho que “la economía se basa en la justicia social”. ¿Peronismo en las altas esferas de la conducción económica de EEUU? Poco probable. Quizás no haya tanta onda si el que lo termina recibiendo a Guzmán es David Lipton, flamante asesor del Tesoro y ex segundo del Fondo durante la gestión de la francesa Christine Lagarde. Aunque a regañadientes, Lipton fue uno de los que dio el visto bueno al préstamo a Macri, un crédito defenestrado por Guzmán, denunciado por el Gobierno argentino y en vías de ser investigado también por el propio Fondo, según prometieron.
Desde el lado de los vencimientos, Fernández y Guzmán creen que la cuota que vence en pocas semanas de un préstamo del Club de París es “pateable” y que el Presidente reunió cierto apoyo político en charlas con Emmanuel Macron y Ángela Merkel.
Con respecto al Fondo, y más allá de lo que diga Guzmán cuando los micrófonos se encienden, la idea del Gobierno es negociar de verdad luego de las elecciones. Para eso hay un par de obstáculos, pero los nubarrones se fueron despejando en las últimas semanas… al menos parcialmente. Una palabra es la clave que ganó terreno por estas horas es el conocido “waiver”. Perdón, exención… o “aire”, en términos más coloquiales.
Dentro del menú acotado de opciones de ayuda del Fondo, luego del programa stand-by fallido –los USD 44.000 millones que pidió Macri– la alternativa es renegociar por medio de un esquema de “facilidades extendidas” (Extended Fund Facility, o EFF). O sea, pagar en un lapso de tiempo más largo a cambio de “reformas estructurales”... o ajuste. Esa palabra parece vedada en años impares para el kirchnerismo y nada que se le parezca se implementará este año de vitales legislativas. Entonces, ¿qué pasa con los dos vencimientos del crédito de Cambiemos de este año: unos USD 1.900 en septiembre, antes de las elecciones, y la misma cifra en diciembre, luego de votar?
Había pocas salidas, pero para ayudar a los países miembros en medio de la pandemia, el FMI está a punto de emitir unos USD 500.000 millones de su propia moneda, los DEGs, o derechos especiales de giro. Así, sólo por pertenecer al organismo multilateral, a la Argentina le tocarían unos USD 3.300 millones. Agua en el desierto para un BCRA con reservas en rojo y un país fuertemente endeudado al que no llegan los dólares.
En principio, esa emisión la definirá el G7 en abril, pero podría haber demoras y, además, luego comenzará un proceso burocrático del propio fondo que podría extenderse. ¿Llegarán los billetes –un asiento contable, en rigor– antes de septiembre? No es seguro. En ese contexto, Guzmán llegará el domingo que viene a una fresca y lluviosa Washington con la idea de prometerle al FMI que le pagará con su propio dinero al menos la primera de las dos cuotas. Y si los DEGs salvadores no llegan a tiempo, intentará negociar un waiver.
Luego de las elecciones y antes de diciembre, cuando vence la segunda cuota de ese año, se podría comenzar a negociar los detalles del programa de facilidades extendidas. Con los votos contados, y sea cual fuera el resultado, será más fácil buscar sinónimos y neologismos para la palabra “ajuste”.
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