El dato de inflación de febrero mostró una desaceleración con respecto a los dos registros previos. Fue un 3,6% de avance mensual del nivel general de precios, luego de haber anotado 4% tanto en enero como en diciembre. El recorte fue bienvenido en el Gobierno, pero está lejos de ser el número que se necesita para alcanzar el objetivo que marcó el ministro de Economía, Martín Guzmán, del 29% en el año.
Tras el dato de febrero, la inflación debería promediar un 1,82% en los siguientes 10 meses del año para que la marca del 29% anual se vuelva realidad. Cada número por encima de ese promedio fuerza a una desaceleración aún más acentuada en los próximos meses para volver posible a esa cifra anual. Las expectativas y la trayectoria del índice de precios al consumidor indica, más bien, que el objetivo no es del todo posible.
Aunque el Gobierno no estableció un régimen de metas de inflación, la Ley de Presupuesto 2021 si establece una expectativa oficial que el ministro Guzmán ha reafirmado en las últimas semanas como una suerte de -evitando la palabra meta- objetivo de que la inflación desacelere.
Con los dos datos mensuales ya conocidos, la inflación acumulada en el primer bimestre del año -4% y 3,6%, respectivamente- es del 7,74%. Eso fuerza a que en los próximos 10 meses los precios avancen 19,73% en total, sólo así se cerraría el año en el 29%.
Las expectativas no muestran demasiada confianza en la pauta oficial. El último relevamiento de expectativas de mercado que elabora el Banco Central y que estimó en 3,5% la inflación del segundo mes del año, espera que en marzo acelere levemente a 3,7%. Para abril, esperan 3,4%, para mayo el 3,1%, junio y julio 3%, y agosto 2,9%.
En términos anuales, esas previsiones están bien lejos del 29%: la mediana de expectativas relevadas arroja una expectativa de inflación del 48,1%.
Se necesita que la inflación promedie 1,82% en los próximos 10 meses para que el avance de los precios no supere el 29% anual, 1,97% promedio mensual para quedar abajo del 31%
Ni siquiera el objetivo de “que baje 5 puntos al año” está a la vuelta de la esquina. Eso sería un 31% anual, que requeriría una inflación mensual promedio del 1,97% en los próximos 10 meses.
Los datos de inflación preocuparon al Gobierno temprano en el año, de ahí que Guzmán saliera a hacer explícita la decisión de reducir la tasa de avance del dólar en lo que queda del año para apuntar a desacelerarla. Miguel Pesce, el presidente del Banco Central, implementó de inmediato: mientras que en enero el dólar mayorista trepó 3,7%,
Esta es, hoy por hoy, la principal arma contra la inflación que puede blandir el Gobierno. También está el ancla de las tarifas, que al permanecer pisadas evitan números aún peores, pero el costo fiscal de los subsidios mantiene vivo un debate en el que Pesce y Guzmán están de acuerdo: no se pueden mantener pisadas para siempre.
El problema con el ancla cambiaria es que, si bien convenció al mercado cambiario, no tiene impacto inmediato. En expectativas, al menos, algún efecto ya tuvo: la expectativa de inflación para este año cayó casi 2 puntos en febrero respecto de enero y toda la curva de previsiones mensuales se movió hacia abajo.
La otra herramienta, las tasas de interés, no son del agrado ni de Pesce ni de Guzmán. Semanas atrás, cuando se ilusionaban con una desaceleración aún mayor de la inflación, en pasillos oficiales aseguraban que sólo un nuevo 4% mensual en febrero dispararía una suba de tasas: 39% o menos, no.
Con aumentos esperados en colegios privados, prepagas, taxis y combustibles a lo largo de marzo, la previsión para este mes entre los analistas privados se está volviendo más pesimista que la que surge del Relevamiento de Expectativas de Mercado. Y cada nuevo dato negativo puede complicar aún más el número final que persigue el Gobierno.
SEGUIR LEYENDO: