El verano 2021 trajo una serie de sobresaltos que no permiten, en general, pasar los días más calurosos del año con tranquilidad. Eso ocurre aún más claramente en el sector agropecuario. Ciertas variables importantes que hacen a la actividad aparentaban normalizarse y hasta se volvieron alentadoras, como las lluvias o los precios internacionales, pero el contexto político y económico de Argentina diluyeron su impacto positivo.
Ciertas situaciones que se dieron durante febrero marcaron el pulso de inestabilidad del campo, sobre todo en lo que tiene que ver con la toma de decisiones de las empresas agropecuarias. Cuestiones como las amenazas del Poder Ejecutivo de aumentar retenciones y la fijación de cupos de exportación, la avanzada del oficialismo culpando al campo por la inflación en los alimentos y los reclamos de los transportistas bloqueando los puertos son todos factores, que sumados al preocupante marco macroeconómico, tiñen de incertidumbre cada decisión.
Así lo marca un informe de la consultora Zorraquín + Meneses, enfocado en los sucesos de febrero. Los especialistas renarcaron que “lo más caliente del verano viene del lado de la política y la economía, con el gobierno probando recetas que generan nuevos problemas en lugar de solucionar los existentes. Todo en el marco de la pandemia de covid-19, que se mueve entre la realidad de un virus agresivo y el uso político o de coartada para errores utilizada por ciertos gobernantes, gremialistas y hasta empresarios de nuestro país”.
Todas estas idas y vueltas y problemas inherentes de la economía y la política argentina llevan a que no sea un año de mucha previsibilidad para el sector. Más bien “será un año donde el ‘recalculando’ estará en la mesa de decisiones varias veces” a partir del extenso abanico de preguntas que se centran en los empresarios del sector, tales como si se mantendrá el precio de los granos, cómo puede afectar a la carne y la leche el intento de desacople de precios pretendido por el Gobierno, si conviene financiarse en pesos o dólares o si es ventajoso adelantar la compra de insumos o cambiar maquinaria, entre otras.
Cambalache y financiamiento
“En este cambalache las empresas deberán seguir produciendo, esforzándose por ser rentables, tratando de saber bailar con esta música. Para lo cual deberán ser flexibles y perdonarse a sí mismas errores que serán evidentes con el diario del lunes, sacándose de la mente viejos paradigmas o recetas que funcionaron en otra época. No es año para decisiones absolutas o de ‘one shot’”, marcó el trabajo que lleva la firma de Alejandro Meneses y Teo Zorraquín.
Más allá de que el informe repasa de la situación macroeconómica del país y de la constitución del fideicomiso aceitero, hay una clara mención al financiamiento que se ha transformado en uno de los principales problemas del sector. “Para el agro (argentino) existen dos mundos paralelos de acceso al crédito”, dice el informe.
Al respecto, detalla que para una empresa pyme que no tenga más del 5% de la soja o el trigo producido en stock se puede acceder a créditos a tasas “baratas” del orden del 30% al 35%, mientras que para las empresas más grandes o que no cumplen esa condición mencionada de soja y trigo las tasas están en el orden del 50% anual. “Como criterio es cuestionable, pero es lo que hay”, consideró la consultora respecto a la decisión oficial que marca esta diferencia.
Si a esto se suma que las tarjetas agro tienen que difícilmente bajan de un interés del 40% anual; que las empresas que comercializan insumos (agroquímicos y semillas fundamentalmente) permiten pesificar la compra pero enfrentan tasas del orden del 50% anual; y que algunos exportadores adelantando dinero a clientes contra el compromiso de entrega de mercadería con tasas del orden del 12% anual en dólares, la conclusión del informe es que “no se ve nada disponible o atractivo para financiamiento a largo plazo para inversiones o para reperfilamiento de pasivos, salvo en empresas muy grandes”.
Granos, ganadería y lechería
A diferencia de lo que pasó en el mercado internacional, los precios de los granos marcaron una baja en el mercado de futuros local, que en el caso del maíz llegó al 9 por ciento. Esto se puede explicar por el riesgo de imposición de mayores retenciones y de protestas de transportistas en puertos. Sin embargo, el informe consideró que “la falta de pases en la mayoría de los productos y la perspectiva de una baja evolución del dólar quizás hace replantear el porcentaje de venta disponible de las distintas empresas, incentivando la venta spot y posicionamiento en el mercado a término, más que la retención de la mercadería”.
En ganadería, el negocio de la cría muestra buenos resultados, no así el del feedlot. Con un aumento de los precios de la carne vacuna del 70% durante 2020, las alarmas en el Gobierno se encendieron y pusieron en marcha con algunos frigoríficos un plan con oferta de cortes rebajados, cuyo “objetivo es que sirva como referencia y actúe como factor bajista en el mercado, algo difícil de lograr por ser no más del 3% del total comercializado y por no existir la forma real de cumplimiento de esta norma”. No obstante, la consultora confía que “más allá de medidas restrictivas puntuales se va a dejar que esta actividad continúe mostrando todo su potencial”.
Por último, en el caso de la lechería el informe marca que en el último mes hubo aumentos en el precio pagado al productor del 6%, pero que a pesar de esto hubo una fuerte caída de la rentabilidad, que afectó sobre todo a los tambos chicos. “Ahora se insinúa una recuperación debido a la demanda de leche por parte de la industria en un momento de menor entrega, aunque está instalado el rumor de que en marzo el precio al productor no va a subir porque la industria dice no tener capacidad para hacerlo”, culminó el informe.
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