Inflación, vacuna y elecciones. Grosso modo, así podrían enumerarse los “objetivos eje 2021” del Gobierno de Alberto Fernández, aunque varía el orden de prioridad según con quien se hable. En el país de la cuarentena más larga del mundo –con más de 2,1 millones de contagiados y casi 52.000 muertos por covid-19– los tres puntos sirven para ordenar las metas, sin olvidar la recuperación sustentable, como suelen decir en el Palacio de Hacienda. Al menos así lo era hasta el viernes pasado. La bomba del vacunatorio VIP trastoca el sueño oficial de una vacunación más o menos ordenada –con muchas dudas aún sobre cuántas vacunas llegarán al país y cuándo lo harán– y hace que muchos en la Casa Rosada analicen alternativas –y duden– sobre cómo impactará el escándalo en las elecciones legislativas.
La otra de las tres patas de la mesa 2021 del Gobierno es la inflación, el gran drama argentino. En un contexto de fuerte suba de los alimentos, en el que ya se habla del aumento de tarifas de luz y gas y en la antesala de los datos de subas de precios de febrero (que el Indec dará a conocer a mediados de marzo), una sombra recorre los pasillos del ministerio de Economía y el Banco Central: el fantasma del “tres de cuatro”. La sola idea de un febrero con la misma inflación que los dos meses anteriores enciende todas las alarmas en el Gobierno. Dicen que “no”, muestran datos y proyecciones, pero el temor está latente.
“Bajar la inflación es una prioridad”, reconoció Martín Guzmán ante empresarios mexicanos la semana pasada. Y repitió una vez más, esta vez en tierra azteca que la suba se da por un fenómeno multicausal. “La inflación se resuelve con un esquema macroeconómico integral. De un lado tenemos la política cambiaria, que depende de la política monetaria, que a su vez depende de la política fiscal que queda determinada por el Presupuesto. Del otro lado, la política de ingresos y precios. Precios cuidados constituyen parte de este esquema en el que buscamos que haya una mejor coordinación”, dijo antes de volver a Buenos Aires, donde no todo luce tan lineal.
Cerca del ministro piden “mirar la película” del 2021 y no tanto la foto del primer cuatrimestre del año, donde saben que pesan los reajustes de precios relativos que no se dieron el año pasado, con precios regulados más altos y reaperturas post pandemia que empujaron. “La economía no funciona aún de manera normal, pero la inercia de ahora no es lo que se verá en el año. Hay que salir de la mirada de corto plazo porque en nuestro modelo estamos en un sendero cumplible”, cruzan los dedos en Hacienda.
En tanto, en el Banco Central aseguran que dos meses consecutivos de 4% fue algo de “carácter transitorio”. Así lo destacó el último Informe de Política Monetaria (IPOM) de la entidad que preside Miguel Pesce, y que se publicó el jueves pasado. Allí se explica que la política monetaria “seguirá enfocada en absorber los esfuerzos anticíclicos de manera de preservar los equilibrios monetario y financiero, asegurando las condiciones necesarias para que el proceso gradual de reducción de la tasa de inflación continúe”.
Los privados
Un tercer mes de 4% –con dos anteriores que no fueron para nada bajos, con 3,8% en octubre y 3,2% en noviembre– pondrá nuevamente la cuestión de las tarifas sobre la mesa, un tema contemplado en el Presupuesto en el que se debaten “halcones y palomas” de cara a un año electoral en el que un sector del Gobierno –más cercano al kirchnerismo puro– no quiere saber nada con ningún tipo de aumento. En Economía algunos asienten, otros no tanto: como sea, todos miran el impacto que puede tener esa suba en el déficit.
Bajar la inflación es una prioridad (Guzmán)
En ese contexto les prenden una vela a los indicadores tempranos de este mes mientras reconocen que tres meses de 4% de inflación es un problema, y grande. A nivel anual, creen que indicadores del orden del 30% son manejables, pero si esa cifra es 40% se encienden todas las alarmas. “La inflación, que no venía siendo un problema, ahora lo es”, reconoce otra voz oficial. Y juega también el impacto simbólico del número: más que nunca, no es lo mismo 4% que 3,9 por ciento. Cómo contó Infobae días atrás, la decisión está tomada y si se registra una inflación menor al 4% en febrero el BCRA no va tocar las tasas de interés, un “clásico” que el Gobierno ve como una herramienta contraproducente para la incipiente recuperación y, sobre todo, una medida ortodoxa propia de la administración anterior.
Algunas consultoras que miden el avance mensual aseguran que la inflación se ubicará algunas décimas por debajo del 4 por ciento. Según LCG, en el segundo mes del año los alimentos registraron una suba mensual promedio de 4,1% y con estos niveles de precios queda “un arrastre para marzo de 1,3%”.
También conviene decir que los pronósticos privados suelen equivocarse, y bastante.
El discurso del gobierno, on y off the record, parece tallado en piedra: la emisión monetaria genera las condiciones para una inflación en alza constante, pero no es el único factor. Y repiten lo que pasa en los países de la región y otros que expandieron la cantidad de dinero de manera considerable en la pandemia y ni así tienen inflación. “Emisión no es igual necesariamente a inflación”, es el mantra. E insisten con un concepto, para los últimos meses de fuerte “recomposición de los márgenes de ganancias”. Sobre eso se mencionan los desajustes en la suba de algunos sectores importantes con subas de 60% –en categorías como indumentaria, electrónica y otros–, con una inflación general de 36%, una devaluación de hasta 38% y las paritarias tranquilas. Creen que es un fenómeno que no se volverá a repetir. ¿Será?
Desde el Gobierno miran de reojo a los productores de alimentos, con los que la tensión afloja y aumenta según al ritmo de las góndolas. “Las empresas prueban y prueban, ven que la demanda no cede y los stocks no caen y siguen. Pensábamos que ya estaba, pero enero siguió y febrero… bueno, somos optimistas. Por lo que vemos viene por debajo y si hay más alto se va a haber por el lado de la demanda. Los indicadores tempranos dan más bajo: la carne no puede seguir subiendo porque van a empezar a sufrir desde el lado de la demanda”, aseguran.
Según LCG, en el segundo mes del año los alimentos registraron una suba mensual promedio de 4,1% y con estos niveles de precios queda un arrastre para marzo de 1,3 por ciento
La Rosada espera dólares de la cosecha que podrían sumar entre USD 9.000 y 10.000 millones extra gracias a la suba del precio de la soja. Además, ponen todas las fichas a un acuerdo con el FMI, del tipo que sea, que insufle aire antes de las elecciones. O, incluso, pagar la primera cuota del préstamo que pidió Mauricio Macri con dinero que podría llegar gracias otra sorpresa, como se barajó la semana pasada: llegarían también otros USD 3.300 millones “frescos” gracias a una emisión extra del Fondo que Argentina recibiría sólo por ser parte del organismo. Eso sí, la idea siempre es “no pagar nada ahora”, según allegados cercanos a Alberto Fernández.
“Los primeros meses del año vienen complicados”, repiten en Hacienda cuando se les menciona la palabra “inflación”. Aseguran que el objetivo es el que firmó Guzmán en el presupuesto: 29 por ciento (aunque el propio ministro ya habló de 31%). Ningún privado piensa eso: el promedio de 45 consultoras y bancos que releva LatinFocus da un consenso de 47,7% para el año, con un máximo de 55,7% y un piso de 36,5 por ciento.
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