El Gobierno en general, y el equipo económico en particular, manifiesta a menudo que no es necesario contar con un plan económico, sino con objetivos claros para su gestión. Más allá de que una cosa no es obstáculo de la otra, sino que debieran ir de la mano, el punto que inquieta a cada vez más economistas, inversores y organismos internacionales es la contradicción entre las metas anunciadas y las medidas que se fueron implementando desde el 10 de diciembre de 2019, aparte de las forzadas por la crisis sanitaria internacional.
Por un lado, se afirma el objetivo de alentar condiciones para generar divisas, pero al mismo tiempo no solo se sigue una política cambiaria errática, que desconcierta a exportadores e importadores, sino que además se amenaza con retenciones a las ventas al exterior y se fijan cupos a las compras y giro de divisas para el pago de préstamos comerciales, que conspiran contra esa meta.
Por el otro, se insiste en la necesidad de recrear un clima favorable a los negocios e impulso a la inversión, pero paralelamente se agudizan los controles de precios, se sancionan a empresas porque supuestamente no producen a máxima capacidad, sin contemplar las causas y restricciones que enfrentan, en particular en un contexto de pandemia de covid-19 que determinó que se extendieran las medidas de emergencia de distanciamiento social, incluida la limitación del uso del transporte público de pasajeros para trabajadores en actividades que mantienen la categoría de “no esenciales”, afectando a algún o todo el eslabón de la cadena productiva y comercial.
Y junto con lo anterior, no se advierte una política macroeconómica consistente entre las medidas fiscales, principalmente aumento de impuestos, en particular en cascada como es el caso de Ingresos Brutos en provincias y municipios al interrumpirse el Pacto Fiscal del Gobierno anterior, con las monetarias y cambiarias, la cual deriva en la aceleración de la tasa de inflación, luego de un período de 10 meses en descenso, aunque a fuerza de controles de precios y congelamiento de tarifas de servicios públicos y privados, principalmente.
Ese cuadro no sorprende a Ariel Coremberg, economista y catedrático, ya que en mayo de 2020 anticipaba en una entrevista con Infobae: “Por la ineficiencia de gestión que caracteriza al Estado, el paquete de ayuda fiscal es totalmente ineficaz”, y resaltaba: “Los efectos en el presente que sobre la actividad agregada y la crítica realidad social de la Argentina provocaron el virtual abandono en las últimas décadas de las políticas de largo plazo y despreocupación por la sustentabilidad de la economía”.
El director del Centro de Estudios de la Productividad, profesor en la Universidad de Buenos Aires de Crecimiento, y en la Universidad de San Andrés de Economía Argentina, planteó en una nueva entrevista con Infobae las dificultades ya casi estructurales de no contar con una hoja de ruta para revertir el camino de decadencia, y una vez más perder las oportunidades que brinda un mundo con alta liquidez, debilidad del dólar y consecuente suba de los precios de las materias primas que más exporta el país.
- En el equipo económico se muestran aliviados porque los índices generales de actividad en la industria y en la construcción volvieron en diciembre a niveles previos al de inicio de la crisis sanitaria, aunque esa recuperación no se trasladó al empleo y los salarios, ni tampoco luce homogénea entre sectores ¿Cuál es su lectura sobre el estado de la economía real?
- Nuestro análisis es distinto. Tomando en cuenta los datos del EMAE de las Cuentas Nacionales de Indec, que son la mejor variable proxy del PBI trimestral resultan en que anualmente todavía no se habrían recuperado los niveles previos a la pandemia. Aun con una proyección optimista de diciembre, industria manufacturera durante el 2020 se encontraría un 7,8% por debajo y construcción un 25,4% inferior. Lo que si hay soy brotes verdes en algunas actividades a partir de noviembre y diciembre, lo que hace avizorar un rebote para este año. Asimismo, con una estimación optimista del EMAE de diciembre, el 2020 habría terminado con una caída del 10,2% en su PBI, una de las más significativas de América Latina sin Venezuela, similar a nuestra crisis del 2002, pero con la diferencia de que somos el único país de la región que lo hizo con dos dígitos de inflación: la Argentina acumuló una suba de precios en las últimas dos décadas que equivale a una hiperinflación en cuotas y financiando un gasto covid-19 para asistencia a hogares y empresas con emisión de pesos que nadie quiere, a diferencia del resto de la región (sin Venezuela) que lo hizo con deuda externa con bajísima tasas de interés y a largo plazo.
La Argentina cerró 2020 con una de las caídas más significativas de América Latina sin Venezuela, similar a nuestra crisis del 2002, pero con la diferencia de que somos el único país de la región que lo hizo con dos dígitos de inflación
Sin duda, La economía argentina tendrá un rebote estadístico este año, pero el propio Presupuesto oficial nos señala que será del 5% y que por lo tanto no recuperaría toda la producción que perdió durante la vigencia de la cuarentena estricta.
Asimismo, es lógico que la recuperación estadística sea generando empleo informal, subempleo o de baja calidad, ya que un conjunto importante de pyme quebró durante la cuarentena y otro conjunto no podrá sobrevivir ante la presión tributaria máxima de la historia argentina. La recuperación de la economía real será muy dura. Los efectos de obligar a facturación $0 durante más de un semestre durante la cuarentena provocó la quiebra de una parte importante de la economía informal.
De hecho, sucedió un pymecidio que reaparece por dos vías: por un lado, la quiebra informal: ya que estaba prohibido el despido y se estableció la doble indemnización, ante facturación cero pesos, el empresario pyme se ve incentivado directamente a cerrar: en lugar de despedir a un porcentaje menor de empleados se produce un desempleo aun mayor.
Por otro lado, hay un asedio sobre el sector de servicios basados en conocimiento cuya nueva ley retiró beneficios que permitían compensar y evitar el exilio de emprendedores cada vez más acelerado hacia otros países de América Latina con menor presión tributaria y estabilidad económica. Al efecto de los controles de cambio se agrega el nuevo impuesto a las computadoras, demostrando que el asedio también sucede sobre el home working no solo encareciendo todo el teletrabajo sino también con notable desabastecimiento en insumos importados imprescindibles para la actividad productiva.
No obstante, a favor, hay dos sectores que podrían liderar una recuperación que se anticipa heterogénea entre sectores y dentro de cada uno de ellos. El campo: dólares y equilibrio externo y la construcción: empleo. Paradójicamente, las diversas gestiones de corte populista y supuestamente proindustrialistas al ratificar el proteccionismo extremo irrevocable, ratifican y profundizan el “modelo agroexportador”.
Por suerte, el campo argentino no se puede ir a otro país (ironía), y genera continuas ventajas dinámicas que permiten proveer de dólares a la industria y a los servicios basados en conocimiento (tercer sector exportador) a pesar de la táctica económica errónea y contradictoria implementada. Por otra parte, la construcción surge como sector dinamizador del empleo y necesario para reconstruir la infraestructura social y económica que Argentina necesita a futuro para generar un crecimiento liderado por exportaciones. A corto plazo, y dado que es un año electoral es factible que el Gobierno revierta su ajuste negativo sobre la inversión pública y la dinamice.
- En el orden monetario, también se advierte un escenario de calma, tras el violento salto cambiario de octubre y caída de las reservas en divisas del Banco Central ¿Se trató de un fenómeno transitorio o tiene bases sólidas hacia adelante?
- Una cuestión que juzgo positiva en el cortísimo plazo, aunque habla de nuestra fragilidad institucional, es que el ministro Martín Guzmán fue empoderado, es decir asumió de hecho recién en setiembre 2020 y no en diciembre 2019 cuando juró para hacerse cargo de Economía, cuando ganó la pulseada y se implementó su estrategia financiera de cortísimo plazo que evitó la espiralización del dólar blue cuando llegó en octubre a casi $200. A partir de allí, el Banco Central depende no solo del Presidente sino directamente del ministro de Economía, cuando debe ser independiente de la política y sobre todo de Economía que a su vez no dirige directamente la Tesorería y el Presupuesto sino a través de la Jefatura de Gabinete, una descoordinación y falla absoluta similar a la gestión de Mauricio Macri, cuestión insólita en América Latina sin Venezuela.
Pero el costo de esta estrategia fue asumir mayor deuda pública externa en manos de acreedores privados, al vender bonos del Fondo de Garantía de Sustentabilidad de la Anses (y quebrando el sistema previsional) y colocando bonos dólar y dólar link para que Templeton y Pimco que estaban endeudados en pesos desde la gestión Macri pudieran retirar los dólares desde Argentina sin presionar el dólar CCL. De vuelta, no solo hay una narrativa contradictoria entre economía y la gestión política sino con lo que el Frente de Todos criticó a la gestión del gobierno anterior.
Dado que es un año electoral es factible que el Gobierno revierta su ajuste negativo sobre la inversión pública y la dinamice
La renegociación de la deuda externa en manos de acreedores privados no residentes tuvo relativo éxito solo en evitar el default formal, a partir del cierre de negociación en porcentajes de valor actual neto similares a los solicitados por la parte acreedora, aunque tardío y por lo tanto se perdió el efecto positivo que hubiese tenido en el país de lograr un acuerdo más rápidamente, en términos de acceso al crédito internacional a tasas muy bajas y por lo tanto pagos de intereses a futuro muy poco costosas para el Presupuesto.
Más aun, la renegociación de la deuda a mí entender no tuvo éxito tomando en cuenta que Argentina sigue afuera de los mercados internacionales de crédito, pecado mortal que significa un empobrecimiento mayor aun de los argentinos dada la abundante liquidez internacional a tasa interés de la Reserva Federal (FED) casi nula. Asimismo, el fracaso se revela cuando se compara que el riesgo país EMBI+ post canje 2020 se encuentra en aproximadamente 1.500 puntos básicos, tasa equivalente al megacanje del 2001 criticado por el presente gobierno, mientras que el EMBI+ post canje 2005 era de algo más de 400 pb, y cuyo principal representante de aquella negociación ha dejado el gobierno (Guillermo Nielsen).
- A través de la agudización del control de cambios y de mayores restricciones de importaciones, el Banco Central fue cerrando lentamente la brecha cambiaria, pero no evitó la aceleración de la inflación, pese a la contención que provocan los precios máximos y las tarifas congelada ¿Cómo ve ese frente?
- La brecha cambiaria sigue siendo alta. Su reducción es transitoria en la medida que se evita la espiralización de los dólares contado con liqui y MEP aunque son cotizaciones en niveles altos: $144 versus oficial de $90: 61%. Por lo cual, la brecha cambiaria dólar importación oficial y los dólares financieros es muy elevada. La acotación en el blue sigue siendo sostenida con venta de bonos en dólares de la Anses-FGS que son los ahorros para jubilarnos, sin que nadie cuestione ni pida auditoría del uso de nuestros ahorros. Sin embargo, semejante brecha, a la corta y a la larga se corregirá al ritmo del dólar cuya cotización es libre. Esto ya fue visto en la década de 1980. Asimismo, se aumentó el ritmo de devaluación del oficial hacia el fin del año pasado, pero se revirtió a atrasar el tipo de cambio oficial respecto de la inflación esperada, típica estrategia de año electoral.
No obstante, el financiamiento monetario del déficit fiscal continua en la medida que seguimos sin plan de estabilización y sin narrativa consistente entre el ala política y la gestión económica. Por otra parte, la descoordinación del área económica es magna, profundizando las fallas del gobierno anterior. Las metas presupuestarias y las palabras de Martín Guzmán se contradicen con los aumentos oficiales de combustibles, demostrando que las metas monetarias, cambiarias y de políticas de ingresos son inconsistentes.
Casi al día siguiente de los aplausos al discurso de Guzmán frente a empresarios, su secretaria de Comercio implementó multas a las empresas del sector alimentos, demostrando que siguen creyendo que la inflación es un problema de la mala voluntad de los formadores de precios, gran parte de ellos pyme y no macroeconómico.
El financiamiento monetario del déficit fiscal continua en la medida que seguimos sin plan de estabilización y sin narrativa consistente entre el ala política y la gestión económica
- ¿El sostenido deterioro del superávit comercial en un año fuertemente recesivo, como fue 2020, es proyectable al corriente año, o cree que se revertirá con la notable mejora de los precios internacionales de las materias primas, pese al nuevo enfrentamiento del Gobierno con el sector agropecuario?
- El deterioro del superávit comercial continuará en la medida que exista semejante brecha entre el dólar de importaciones y el dólar MEP y CCL. Esto es de manual, como señalamos anteriormente. Más aun, mantener mucho tiempo una brecha cambiaria de esa magnitud, se sabe desde la década de 1980 que incentiva a importar más, sobreestoqueando mercadería foránea, si logra pasar los controles cambiarios y sobrefacturar operaciones; así como exportar menos y subfacturar exportaciones, para dejar las divisas afuera del país; con la salvedad que, gracias a la cosecha, esto se amortiguara durante el segundo trimestre. Es decir, el campo paradójicamente salva al Gobierno de tener una crisis disruptiva por lo menos hasta el fin de la liquidación estacional, así como también el clima y la mejora por ahora sostenida del precio de las materias primas agrícolas.
Se sigue demostrando que la historia económica argentina no es tenida en cuenta a la hora de tomar decisiones económicas cuyo único responsable es el presidente de la Nación, tanto en la gestión presente como en la anterior. La mejora de precios internacionales y el clima brindará un respiro y permitiría demorar la posibilidad de un fogonazo y/o aceleración inflacionaria. Las condiciones internacionales de liquidez, tasas de interés nula, y depreciación del dólar en el mundo ayudarían muchísimo a la Argentina. Pero, sinceramente, cuando al momento se emite alguna palabra coherente del ministro o del Presidente, surge la Secretaría de Comercio multando empresas o controlando precios con militantes, me hacen dudar si se conseguirá a la larga evitar una aceleración inflacionaria. Para que ello no suceda, Argentina necesita ya un plan de estabilización y crecimiento.
Se necesita un ministro de economía superpower, que reúna en sus manos las decisiones de gasto público y cómo se financia, cuestión que solo existió, en mi opinión, en las personas de Juan Vital Sourrouille y Domingo Cavallo y más acotadamente con Roque Fernández y Roberto Lavagna.
Desde el regreso de la posibilidad de votar en 1983, solo hubo dos planes de estabilización exitosos transitorios: Plan Austral y Plan de Convertibilidad. El primero tuvo éxito transitorio en estabilizar rápidamente la economía y reactivarla. El segundo, acompañada de Reformas Estructurales pero en un contexto institucional que no cambió la configuración corporativa argentina fue consecuencia inevitable y hasta recomendada en los libros de texto para lograr estabilización exitosa de dos hiperinflaciones: 1989, 1990 más Plan Bonex y la estabilización duró 10 años pero con un alto costo en desempleo como consecuencia de no cambiar la estructura corporativa empresarial-sindical, parte del empresario prebendario y el feudalismo provincial y con poco énfasis en las pyme como resorte de generación de puestos de trabajo.
- ¿Cabe esperar la prolongación del cierre gradual de la brecha cambiaria, y alimentar la convicción del ministro Martín Guzmán de que podrá bajar 7 puntos la tasa de inflación del corriente año?
- En este caso se ratifica mi opinión que la política económica de parches de este gobierno por falta de un enfoque integral termina siendo antikeynesiana. El Gobierno trata de bajar la tasa de interés mediante represión financiera y colocación inflacionaria de créditos fondeados con emisión en los bancos. Pero en una situación de incertidumbre y de falta de hoja de ruta, credibilidad y reputación de la gestión económica y política, la demanda de crédito se contrae. Así como se contrajo en parte durante la cuarentena como resultado del episodio Vicentin o el pasado proyecto anunciado de apropiación de parte del capital accionario de las empresas si recibían ATP.
En una situación de incertidumbre y de falta de hoja de ruta, credibilidad y reputación de la gestión económica y política, la demanda de crédito se contrae
Este enfoque de obviar la necesidad de un plan y hoja de ruta concreto y de una narrativa consistente entre las alas del gobierno bicéfalo del mismo provoca un continuo saboteo quizá no buscado sobre la “táctica” más que estrategia económica del propio gobierno como el reciente intento de multas a las grandes empresas del sector alimentario.
Se necesita un plan de estabilización y crecimiento que convenza a los argentinos de que hay un cambio de régimen macroeconómico que provoque que la inflación va a bajar para siempre. Un shock de credibilidad y reputación que genere un Banco Central independiente del Ministerio de Economía y de la política Partidaria y del Presidente, y se reduzca a cero la dominancia fiscal sobre el mismo. En tanto no se implemente estas instituciones ya vigentes en América Latina en los últimos 3 décadas, ello será una UTOPÍA para Argentina.
Bajo Banco Central dependiente del Presidente de la Nación y del ministro de Economía, además de la narrativa populista del Frente de Todos, todas las metas anunciadas no son creíbles, las metas inflacionarias no son compatibles con los aumentos de combustibles, la meta tarifaria fijada en el Instituto Patria no es compatible con el ritmo de emisión monetario y suba de costos de producción de energía. El anclaje de los salarios no es sostenible con la pérdida de poder adquisitivo de los últimos años y todo dependerá de la negociación con la cúpula burocracia sindical y el empuje de las bases. Las metas monetarias, cambiarias, de precios y de ingresos son completamente incompatibles. Esta incertidumbre es posible que sea trasladada rápidamente a precios.
- En el frente fiscal, el Gobierno ha proyectado una fuerte caída del déficit, a partir de la superación de la crisis sanitaria y desarme de los planes asistenciales ad hoc, pero el ritmo de vacunación y la baja del contagio de COVID-19 en el primer bimestre anticipan que deberá autorizar gastos mayores a los previstos ¿De ser así, qué efectos tendría sobre el resto de las variables macroeconómicas, y la actividad y el empleo en general?
- La presión impositiva luego de la facturación cero por la cuarentena estricta se está tornando imposible para sostener la apertura de pyme sobrevivientes a la actividad económica, por lo cual es factible avizorar que durante este año se profundice la tendencia a informalizar la actividad económica para recuperar rentabilidad, si es que se quiere seguir en la actividad productiva. Ello me hace dudar de la capacidad de recuperación procíclica de la recaudación impositiva sea tan elevada como proyecta el Gobierno. Por otra parte, por el lado del gasto, el consolidado del sector público nacional, provincial y municipal, está llegando al equivalente a 50% del PBI, alarmante cifra que me hace dudar que pueda reducir el déficit fiscal en forma sustancial, más aun en un año electoral.
La presión impositiva luego de la facturación cero por la cuarentena estricta se está tornando imposible para sostener la apertura de pyme sobrevivientes
Si la recuperación estadística sucede con más empleo informal, a su vez, la recaudación procíclica de contribuciones a la seguridad social no será vigorosa y ello pondrá un tope a la recuperación de las jubilaciones por la nueva fórmula implementada. Asimismo, el feroz ajuste implementado sobre salarios y jubilaciones también me hace dudar de que el consumo se pueda recuperar fuertemente.
Por último, la descoordinación de las metas es asombrosa: los aumentos continuos de combustibles al mismo tiempo que se desagiaron salarios y jubilaciones hace avizorar que en un año electoral además de atrasar el tipo de cambio oficial y continuar con la brecha en niveles altos, también se atrasarán las tarifas para compensar artificialmente la caída de los salarios, lo cual al mismo tiempo podría provocar problemas en el suministro de servicios públicos.
La cantidad de vacunas contra covid-19 que son necesarias comprar y que aun están pendientes también tienen un importante impacto presupuestario. Lamentablemente, como seguimos fuera del mercado de crédito internacional, no se puede acceder a financiamiento barato para afrontar la inmensa tarea de vacunar rápidamente la población, y generar una recuperación vigorosa y urgente de la economía, ya que necesariamente se recurrirá al financiamiento inflacionario.
- ¿Cuál es su expectativa sobre las negociaciones para un nuevo acuerdo con el FMI, con un ministro que habla de objetivos, pero no de un plan económico y de instrumentos para cambiar las expectativas de los inversores y los mercados?
- Paradójicamente, el Gobierno ha tomado un conjunto de medidas que se caracterizan por una continuación de la política económica del gobierno anterior y consistente con las recomendaciones del FMI, pero con una narrativa política que arruina los efectos buscados de sus propias medidas. Un ajuste económico de corte “neoliberal” y una narrativa “maoísta”.
La primera característica se demuestra por la caída del poder adquisitivo de las jubilaciones y planes sociales, así como el ajuste sobre el salario real del sector público, especialmente docentes y trabajadores de la salud pero también de las fuerzas de seguridad. Este énfasis en el ajuste horizontal de todo el sector público sin establecer prioridades, así como la suba de impuestos a los fines de cumplir desordenadamente y a destiempo aunque compatible con las recomendaciones del FMI es una característica común de todos los gobiernos argentinos que particularmente el presente gobierno repite, en el afán de conseguir dólares en una situación de reservas netas nulas en el BCRA.
La segunda característica lo demuestra no solo el episodio de Vicentin, los ataques a los silos-bolsa o la ocupación para realizar huertas hogareñas en el campo Etchevehere, sino también el particular proyecto anunciado pero no implementado de disponer de participaciones estatales en aquellas empresas privadas que solicitaran ATP, así como las recientes multas al sector agroalimentario.
Por lo tanto, si bien el Gobierno hizo los deberes en términos de bajar el gasto público, vía gasto covid insuficiente, reducción en el poder adquisitivo de salarios estatales y jubilaciones y continuas subas de impuestos; la falta de credibilidad y la narrativa maoísta para aquietar la militancia mientras se implemetan las recomendaciones del FMI hace que todo este esfuerzo pueda resultar insuficiente para lograr confianza en acreedores, inversores y sobre todo que el ahorrista y asalariado argentino confíen en el su moneda. Estimo que no habría rompimiento de relaciones con el FMI ni mucho menos un default, pero sí creo que el Gobierno tratará de demorar el acuerdo para después de las elecciones
El Gobierno hizo los deberes en términos de bajar el gasto público, vía gasto covid insuficiente, reducción en el poder adquisitivo de salarios estatales y jubilaciones y continuas subas de impuestos
- Usted es un experto en estimar la brecha entre el nivel del PBI actual y el potencial ¿Cómo está esa relación tras la depresión y distorsión de precios relativos que se produjo en 2020?
- Mi especialidad es la estimación de la productividad y las fuentes del crecimiento del PBI efectivo. Lo cual en un país como Argentina es todo un desafío (sonrisa). La brecha entre lo que los argentinos esperan de su economía (PBI potencial) y lo que la economía argentina produce y brinda (PBI efectivo) es cada vez más alta. No obstante, estimar el PBI potencial es parte de nuestro research de largo plazo. En estos momentos, como así también en la crisis disruptiva 2001-2002, ante semejante cambio estructural, cualquier metodología econométrica estaría sujeta a discusión y no pasaría cualquier análisis de sensibilidad. Asimismo, la estimación a la Okun de la brecha-producto que es la que más me cierra también tiene problemas. ¿Cuánto de la caída del PBI del año pasado y el estancamiento del PBI per capita desde 2008 al presente se debe a un cambio estructural en la tendencia del PBI potencial? Mi “educated guess” es que la caída del PBI de 2020 tiene un componente de efecto permanente. Es decir que la administración de la cuarentena provocó efectos persistentes negativos sobre el PBI potencial argentino. La inversión bruta interna fija cuando se quita el efecto de excesos de stock de importaciones por brecha cambiaria está en niveles iguales o menores a lo que se necesita para mantener la productividad de los equipos de producción. La inversión neta es negativa y se estaría destruyendo estadísticamente la principal fuente del crecimiento y el bienestar que es el stock de capital. El capital humano, sobre todo los emprendedores jóvenes están emigrando. La cuarentena educativa también tendría efectos persistentes sobre la formación de los niños y jóvenes milenials y centenials de todos los niveles. Y la alimentación de la pobreza infantil es un tema que llego para quedarse. Po lo tanto no solo el capital producido, sino también el capital humano y biológico se está destruyendo y con ello el PBI potencial y el bienestar futuro de los jóvenes argentinos.
- ¿En cuánto tiempo podría cerrarse esa brecha?
- Ya en el corto plazo, la estimación de la brecha producto también está afectada por el aumento de la economía informal y de la inactividad que junto con la emigración ajustada por “calidad” de capital humano sin duda a su vez está afectando negativamente el potencial. Cuánto del desempleo y subempleo generado durante la cuarentena larga persistirá en el tiempo es una de las incógnitas. Asimismo, en la metodología a la Okun no econométrica, es la más próximas a la utilizada en nuestro proyecto Arklems+Land de contabilidad de las fuentes efectivas del crecimiento del PBI también debe, y aquí también el componente “subjetivo” de esta metodología, una proyección de la productividad total de los factores (TFP), que bajo el shock recibido por la economía durante 2020, así como el impacto endógeno autoinfligido de la casi nula administración de la cuarentena y su impacto negativo sobre la economía, mi intuición es que la productividad total de los factores continuará su tenencia negativa. Cabe acotar que nuestras estimaciones reflejan que la productividad de la economía argentina hoy es aproximadamente de la década de 1950, el país atrasa más de 70 años.
- ¿Una reflexión final?
- El Gobierno implementó un ajuste desordenado de corte “neoliberal” pero con una narrativa “maoísta” contra el sector productivo. Los efectos del ajuste no son los esperados porque la falta de credibilidad y reputación de las autoridades económicas se agregan la necesidad de resarcimiento emocional para el votante del oficialismo. Las usurpaciones de tierra ponen bajo duda el derecho de propiedad. La desgraciada Ley de Alquileres rompió el mercado inmobiliario, cuya franja de ventas ya estaba roto por el cepo cambiario. La retracción de la oferta de inmuebles para alquiler afectara la posibilidad de hábitat de los jóvenes ya en el presente. Por suerte, el clima de febrero y la revalorización del precio de la soja, bajo el supuesto de que no se desmadre la interna del Frente de Todos, permite avizorar que no habría crisis disruptiva hasta que se liquide la cosecha en el segundo trimestre de este año. Veremos cómo sigue la película.
Fotos: Thomas Khazki
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