Carlos Menem llegó a la presidencia de la Nación convencido que si el Estado y el sector rural se asociaban en un gran esfuerzo de conquista de nuevos mercados, se iba a optimizar el ingreso de divisas y que eso derivaría en un aumento de la producción que se mantendría en el tiempo de la mano de las nuevas tecnologías. Había que impulsar a la agroindustria, aseguraba.
En su recorrido por el interior, en plena campaña electoral, habló de la multiplicación de la producción agropecuaria, con el convencimiento que la Argentina contaba con recursos necesarios: tierras en cantidad y calidad suficiente, productores con calificación adecuada, climas favorables y diversidad de cultivos.
Por otro lado, había que desarrollar una política financiera sumamente activa y promocional para el campo argentino, con crédito subsidiado para la compra de tractores, semillas, insumos, apoyo a los equipos técnicos, innovación tecnológica, colonización de tierras fiscales y mejora en los sistemas de comercialización, que conformarían la estrategia del gobierno.
Así lo reflejó el informe “Historia económica del sector agropecuario”, elaborado por Lorena Tedesco y Marta S. Picardi de Sastre, del Departamento de Economía de la Universidad Nacional del Sur-Bahía Blanca y de la Comisión de Investigaciones Científicas de la Provincia de Buenos Aires. En el mismo se resaltó que para iniciar la revolución exportadora era necesario un tipo de cambio que garantizase rentabilidad suficiente a toda la producción rural y no dejara lugar a dudas sobre la conveniencia de reinvertir en el sector.
A lo largo de los mandatos del fallecido ex mandatario se procedió a la eliminación de las retenciones, con la excepción de la soja y el girasol que continuarían tributando un 3% para potenciar a la industrial del aceite. También se disolvió la Junta Nacional de Granos y la Junta Nacional de las Carnes, que intervenían de manera directa en el comercio de ambos productos.
Por otro lado, se privatizó el Mercado de Hacienda de Liniers y se estableció una oficina de regulación del comercio de productos agropecuarios denominada Oficina Nacional de Control Comercial Agropecuario (Oncca), que años más tarde fue disuelta por el kirchnerismo y se creó la Comisión Nacional Asesora de Biotecnología Agropecuaria (Conabia) y el Instituto Nacional de Semillas (Inase).
Otro de los hechos destacados fue la erradicación de la fiebre aftosa y en 1996 se aprobó la soja transgénica tolerante al glifosato. Una nueva tecnología que fue todo un desarrollo para la agricultura nacional, porque facilitó el control de las malezas y hubo una baja en los costos en el uso de herbicidas. Pero uno de los momentos de la gestión de Menem que significó para el campo un alto impacto y derivó en un cambio de reglas de juego de la economía, fue la puesta en marcha del Plan de Convertibilidad, una medida que provocó un aumento de la producción, las exportaciones y la incorporación de tecnología.
“Sin embargo, desembocó en un proceso de concentración económica y de expulsión de aquellos productores que no lograron reconvertirse a tiempo. Sin dudas, consolidar nuestro sector agropecuario aumentando la producción y el valor agregado, generando así mayores divisas, resulta una meta deseable para todos. Pero no si esto se traduce en crecientes niveles de desocupación, endeudamiento y desigualdad para los pequeños y medianos productores rurales”, comentaron las especialistas.
Y agregaron: “Existían todavía muchas posibilidades de expandir la oferta agropecuaria exportable mediante la incorporación de los nuevos paquetes tecnológicos disponibles en el mercado. Sin embargo, no se consideró que el aumento en la oferta exportable en pocos años era difícil de alcanzar dadas las condiciones de postración financiera, de desconfianza crónica de empresarios nacionales e internacionales en la economía argentina y sus conductores, de deterioro avanzado de infraestructuras de transporte, etc”.
Los efectos de la Convertibilidad
Entre 1990 y 2000 en términos productivos hubo una evolución importante del campo y que produjo un impulso de las exportaciones de productos primarios y de manufacturas de origen agropecuario, pero en cuestiones socioeconómicas no hubo un avance similar. “Lo paradójico es el crecimiento de la producción y de la productividad del sector agropecuario argentino en paralelo con una abrupta caída en la rentabilidad y un brusco cambio en la estructura productiva”, sostiene el informe.
El aumento de la producción se registró por la ampliación de la frontera productiva a partir de la incorporación de tierras marginales, en paralelo con la adopción de tecnología y en función de coyunturas de altos precios internacionales como los ocurridos en la campaña 1996/1997. Y en 1998 se se registró una devaluación que derivó en un aumento de los costos.
“Más aún al agregarse a ello la crisis financiera internacional que en ese año determinó una baja mayor en el precio de los commodities debido fundamentalmente al descenso del poder adquisitivo como consecuencia de las fuertes devaluaciones de los países asiáticos y al excedente de productos que como resultado de ello se volcó al mercado internacional”, manifestaron Tedesco y Picardi.
En medio de la compleja situación, aumentó el endeudamiento de los productores con altos índices de morosidad, tras una inflexión coincidente con el efecto de los altos precios agrícolas, entre 1996 y 1998, retornara a la tendencia creciente de principios de la década. Hubo también una interrupción de la cadena de pagos que significó el inicio de los planes de refinanciamiento excepcionales. El informe privado recordó que el mayor endeudamiento fue consecuencia de la incorporación de cambio tecnológico y de bienes de capital.
Según señaló el informe, todo esto fue el resultado de la recomposición de la escala de las explotaciones mediante compras, asociaciones e incluso cooperativismo que abarcó alrededor de 93.000 explotaciones familiares, la expansión de la agricultura y del tambo sobre la ganadería y una ganadería más intensiva. Además, las consecuencias no deseadas provocaron la salida de productores por falta de escala, inviabilidad financiera o resistencia cultural.
Y como consecuencia de la crisis de los pequeños y medianos productores, en 1999 comenzaron las movilizaciones de los dirigentes, para expresar el malestar y la preocupación por la crisis del sector.
Su rol en la votación por la 125
“No me voy a olvidar más del 16 de julio a la noche”, contó hace un tiempo a Infobae el ex referente de la Federación Agraria de Entre Ríos y actual Senador Nacional, Alfredo De Angeli, sobre el día de la votación de la Resolución 125 en el Senado.
“Eran como las 21:30 y yo estaba en el programa de América TV de Mauro Viale, quien me cuenta que, por lo que sabe, la votación estaba a favor del kirchnerismo. Entonces me voy del programa a la zona del Rosedal en Palermo, donde estaban todos reunidos esperando la votación”, señaló.
Y agregó: “En mi trayecto hacia el lugar donde estaban reunidos los dirigentes y productores, me llama el senador Adolfo Rodríguez Saá. Él nos había ayudado mucho –me había prestado su despacho en todo ese tiempo– y me dice que para empatar en la votación 36 a 36 y que definiera el vicepresidente Julio Cobos lo tenía que llamar al doctor Carlos Menem, que se había internado en una clínica privada para no votar y me pasa el celular de su hija Zulemita”.
El relato del senador se acelera cuando sigue contando: “Ahí nomás la llamé y me atendió Zulemita, que me dijo ‘le paso con el papi’. Y yo le dije a Carlos Menem que por favor venga al Senado a votar, que la Patria lo necesita. Por suerte me hizo caso y nos dio el voto que nos faltaba para empatar”.
Por su parte Julio Cobos creía hasta ese momento que el voto del santiagueño Emilio Rached lo iba a salvar de definir la votación. Cobos manifestó a este medio que unos minutos antes de las 22 de ese día le advirtió al jefe de Gabinete Alberto Fernández lo que podría pasar. “Yo la tenía a mi hija llorando en mi despacho y no podía votar a favor. Y desde el Gobierno me pedían que votara con la Presidente. Pero yo no iba a poder caminar por la calle y mi hija me había dicho que si lo hacía no apareciera más por Mendoza”, dijo Cobos.
“Mi voto es no positivo”, expresó Cobos en la madrugada del 17 de julio de 2008 y con esa frase de construcción extraña pronunciada cerca de las 5 de la mañana, el entonces vicepresidente de la Nación desempató la votación en el Senado sobre la Resolución 125 y la misma fue derogada.
Seguí leyendo: