“En todo el mundo las materias primas son solo una fracción del precio final de los productos y no explican la inflación”, dijo ayer el economista Gabriel Rubinstein. En Brasil, agregó, los productores de soja no tienen retenciones y reciben unos USD 500 (el precio internacional) por la tonelada de soja, mientras que en la Argentina un productor recibe unos USD 170 por tonelada de soja, debido al doble efecto de un tipo de cambio “oficial” muy inferior al paralelo y los “alternativos” y retenciones del 33%. Y en 2020 Brasil tuvo una inflación anual similar a la que la Argentina tuvo en cada uno de los últimos dos meses.
En el valor de los bienes finales importa la logística, el empaque, el transporte, el “costo Moyano”, la incidencia de insumos importados que a menudo no se pueden conseguir al dólar oficial y toda una serie de desafíos hasta llegar a las góndolas de los supermercados, que el gobierno parece ignorar, dijo Rubinstein, quien señaló que en vez de ver la demanda exterior como un problema el gobierno “debería tener una actitud vigorosa de apoyo a las exportaciones”.
En declaraciones radiales, Rubinstein consideró poco probable que la inflación baje, como pretende el ministro de Economía, Martín Guzmán, ya que el BCRA seguirá expandiendo la base monetaria al 60% anual, tasa de la que podrá restar unos 20 puntos colocando Leliqs, una herramienta de “esterilización” monetaria, con lo que la inflación tendrá una tendencia cercana al 40 por ciento. El gobierno podría incluso rebanar unos puntos más al ritmo de los precios con su política de represión y controles, que incluye ahora la presencia física de piqueteros y “organizaciones sociales”, pero el resultado no estará muy lejos del 40%, dijo Rubinstein. Si el gobierno busca una inflación del 29%, como figura en el presupuesto, “a los palazos”, habrá problemas de abastecimiento y faltantes en las góndolas.
Los productores de soja brasileños reciben cerca de USD 500 (el precio internacional) por tonelada de soja, mientras que los productores argentinos recibe unos USD 170, por el doble golpe de un dólar “oficial” muy inferior al paralelo y los “alternativos” y retenciones del 33%. Y en 2020 Brasil tuvo una inflación anual similar a la que Argentina tuvo en cada uno de los últimos dos meses.
La consultora de Rubinstein (GRA) fue la mejor posicionada en el “Relevamiento de Expectativas de Mercado” (REM) de enero del BCRA. Con 21 “logros” (en términos de pronósticos acertados) terminó delante de los estudios Broda, C & T (Castiglioni y Tiscornia), Abeceb y Alpha, que completaron el Top-5, pero en los últimos meses dejó de lado sus pronósticos respecto de una devaluación brusca del peso respecto del dólar.
Los precios se pueden controlar hasta cierto punto, dijo Rubinstein: los riesgos son una excesiva brecha cambiaria, que aumenta los riesgos de devaluación y crisis financiera, y problemas de abastecimiento. Para que la brecha no sea excesiva, explicó, el gobierno necesita una inflación más alta que la meta oficial. Todo eso configura “un plan electoral evidente: llegar a las elecciones con el menor ruido económico posible” e incluso con una respetable tasa “estadística” de crecimiento.
De la devaluación probable al gradualismo factible
Hacia septiembre/octubre del año pasado, Rubinstein esperaba una devaluación en enero o febrero de este año, pero el gobierno logró una reducción gradual de la brecha cambiaria y hasta es posible que el FMI, si tiene una actitud “contemplativa”, lo avale de alguna forma.
Uno de los problemas del actual status de política económica, según Rubinstein, es que para mantener la brecha el gobierno está vendiendo bonos a una tasa del 17 a 18% anual, a precios que para bonos restructurados hace apenas seis meses implican una probabilidad de default del 60 por ciento. Para bajar la brecha cambiaria, explicó, el gobierno coloca bonos, lo que deprime sus precios, y “vende reservas que no tiene”, básicamente fondos de los depositantes del sistema bancario y de Sedesa (Seguro de Depósitos), aunque en poca cantidad, lo que lo vuelve tolerable. “Por ahora, pasa”, dijo. Según la consultora, “el BCRA sigue comprando pocos dólares respecto a la liquidación de agroexportadores. Los agroexportadores han liquidado unos USD 780 millones desde que arrancó febrero. El BCRA en ese período consignó compras en el MULC por USD 280 millones. Las cifras indican que aunque mejora (antes además debía vender), sigue quedándose con muy pocas divisas de la exportación del agro.
Limitar la brecha cambiaria es fundamental para que no siga habiendo maniobras de comercio exterior, como la importación de contenedores vacíos, para acceder al “dólar oficial” y el desvío de exportaciones por los puertos de Paraguay, debido a la amplísima diferencia que hay entre exportar soja a 500 o 170 dólares la tonelada.
En su último informe, la consultora de Rubinstein señaló que el gobierno, al ver la escasa credibilidad que tenía su “meta” del 29% anual de inflación tomó una actitud más pro-activa en el frente cambiario, reduciendo la tasa de devaluación del dólar oficial al 25%, con acuerdos paritarios, como el bancario, del 29%, apuntando a un aumento tarifario moderado e inferior a la inflación e insistiendo con los precios máximos, controles físicos y un intento de ampliar el programa precios cuidados y presionar sobre los precios del agro con la amenaza de aumento de retenciones o cierre de exportaciones.
Riesgos y discordancias
“¿Puede ser exitosa esa estrategia? Sí. Aunque tiene riesgos. Entre estos, destacamos la discordancia entre el exceso de pesos y las metas fijadas. El exceso de pesos acumulado, más el que habrá por la emisión del 2021, presiona a la inflación por dos grandes vías: el vuelco de dinero sobrante a la compra directa de bienes de consumo “normales” y la compra de bienes “sustitutos del dólar” (autos, motos, notebooks, celulares”, dice el informe. El vuelco del dinero hacia el ahorro en dólares, prosigue, puede a su vez acentuar la brecha, ir filtrándose en los precios y crear desequilibrios “macro” difíciles de resolver, como necesidad de vender dólares o endeudarse a tasas aún más altas.
Según la consultora, el gobierno parece dispuesto a asumir esos riesgos e incluso algunos más “estructurales”, como desalentar las inversiones productivas con tal de mantener a raya la inflación “en pos del mejor resultado electoral posible”.
En suma, el plan “tranquilizar” de Guzmán es gradualismo en reducción del déficit, de la emisión monetario y de la inflación, pero no tanto como para impedir la licuación, a través del “impuesto inflacionario”, del stock de dinero.
“¿Puede tener éxito el plan?”, vuelve a interrogarse la consultora. “Sí, puede –se responde- si el kirchnerismo, por propia voluntad (estratégica), o por freno del adormilado peronismo republicano (algunos gobernadores, el massismo, el propio Alberto Fernández), no es visto como un “cuco” anti-inversión, y el país recupera cierta tranquilidad de que la meta no es ni Venezuela, ni la Rusia de Putin, ni la autoritaria Formosa de Gildo Insfrán, sino algo más “centrista”, un plan “gradualista” como el que defiende Guzmán, es factible de desenvolverse y tornarse realidad”.
Ese diseño, concluye el informe, tendrá más posibilidad de éxito si el FMI tiene una actitud “contemplativa” y acepte bajas graduales del déficit, la emisión, la inflación y las brechas cambiarias y también la vigencia de un esquema de fuertes controles de precios y retraso tarifario.
Tal el “escenario base” de la consultora, un kircherismo consciente de que necesita votos del “centro”, más dispuesto a “silenciarse” un poco y con mucho énfasis en el plan de vacunación y que haya más dinero en los bolsillos de la gente, de ahí su acuerdo con la rebaja de impuesto a las Ganancias que propuso Sergio Massa. “El objetivo del 29% oficial, no es imposible, pero es improbable; por ahora estimamos que el IPC terminará siendo del 39% en 2021, pero si la presión oficial a empresas y sindicatos termina siendo más fuerte que la esperada, podría bajar, pero activando “válvulas de escape” de las presiones oficiales que serían el aumento de la brecha cambiaria y de los grados de desabastecimiento en góndolas.
“Por ahora estimamos que la acción oficial (especialmente el anuncio de que la devaluación en 2021 sería del orden del 25%), opere como una “señal no taxativa”. Por ahora entonces, esperamos una devaluación del orden del 36% en 2021, salarios del 41%, tarifas y resto de regulados, en promedio, del 31%, márgenes con subas del 46% e IPC del 39 por ciento”.
En cuanto al PBI, el informe destaca que si en todo 2021 la economía creciera 0%, ya el PIB mostraría un aumento promedio del 5,9%, por arrastre estadístico, respecto de 2020. “Conservadoramente –concluye- esperamos un aumento mensual promedio desestacionalizado, del 0,07% mensual, lo que llevaría a que el PIB creciera un 6,3% en el año”. Eso sí, con escasa inversión productiva, sobre todo la privada. Así las cosas, es improbable “que Argentina pueda pasar de una recuperación cíclica a una economía que pueda crecer, crear empleo, y salir del pantano productivo”.
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