En marzo de 1985 un grupo de funcionarios del Fondo Monetario Internacional (FMI) llegó a Buenos Aires para comenzar a negociar el apoyo del organismo al plan del ministro de Economía, Juan Sourrouille, de implementar un “ajuste heterodoxo”.
En esa numerosa comitiva, liderada por el técnico catalán Joaquín Ferran, participaba un joven pero destacado economista, que, como sus pares, se divertía por los graffitis que aparecían en las paredes porteñas con la consigna “Fuera cerdócratas del FMI”.
Se trataba de David Lipton, que, junto a sus pares, estuvo en Buenos Aires durante tres semanas para discutir el modelo de ajuste que se traduciría en el “Plan Austral” que permitió estabilizar la economía y habilitó al gobierno de Raúl Alfonsín a ganar las elecciones legislativas de ese año.
El staff recomendó al directorio que dirigía Jacques de Larosiére que no se avanzara en un acuerdo, por lo que tuvieron que intervenir que el secretario del Tesoro de EE.UU., James Baker III, y el poderoso presidente de la Reserva Federal, Paul Volcker, para que se aprobara.
Años después, a Lipton le tocó estar del lado de los funcionarios condescendientes con la Argentina, cuando se desempeñaba como subsecretario del Tesoro de la administración de Bill Clinton y tuvo que negociar un nuevo apoyo del FMI al gobierno de Carlos Menem tras el efecto Tequila en 1995.
Luego, se convertiría en un funcionario clave del equipo económico del presidente Barack Obama, quien lo designó como número dos del FMI, cargo que Donald Trump respetó durante casi todo su mandato. En este último período la Argentina tuvo que enfrentar nuevamente sus objeciones cuando el gobierno de Mauricio Macri fue al organismo multilateral para conseguir apoyo financiero en 2018.
El encargado de enfrentarlo fue Luis Caputo, ministro de Finanzas y luego titular del BCRA, quien quería que el Fondo le permitiera al Gobierno intervenir en el mercado cambiario con parte de los recursos girados desde Washington. Cordial pero duro, Lipton se oponía tajantemente, pero esta vez le tocó a él hacer algunas concesiones frente al fuerte apoyo de Trump a Macri.
Según aquel equipo de Finanzas, Lipton no entendía que, la decisión de impedirles cierta discrecionalidad en la política cambiaria hacía que el dólar subiera sin freno.
Finalmente, Caputo se tuvo renunciar pese a su cercanía con Macri y Lipton se quedó, amargado por los malos resultados del programa del FMI.
Tras su salida del Fondo y el fin del mandato del presidente republicano, ahora Lipton recupera protagonismo cerca de los 70 años, ya que, según Reuters, será asesor principal de la secretaria del Tesoro Janet Yellen.
“No es una buena noticia para la Argentina”, advirtió un funcionario del gobierno de Macri, pese a que algunos miembros del gobierno tienen la fantasía de que la cercanía entre el esposo de Yellen, George Akerlof y Joseph Stiglitz, el “padrino intelectual” del ministro Martín Guzmán, podrían facilitar el avance del nuevo acuerdo que el funcionario quiere firmar en el segundo trimestre del año. Con este objetivo, viajaría a la capital de Estados Unidos a fin de este mes o principios de marzo para reunirse con Yellen y con la titular del FMI, Kristalina Georgieva.
Pero Guzmán no podría evitar seguramente que, antes o después, Lipton opine, ya que en su nuevo rol se focalizará en el rol de Estados Unidos en el G7 y el G20. Una de las cuestiones clave a discutir gira en torno del pedido del G20 de fomentar una nueva asignación de Derechos Especiales de Giro del FMI, según Reuters. Si se implementara esta medida, que fue resistirá durante el gobierno de Trump, la Argentina podría recibir cerca de 3000 millones de dólares en su carácter de socio del FMI.
Para bien o para mal, el destino de Lipton y de un gobierno argentino vuelven a cruzarse. Habrá que ver cuál es el resultado en esta ocasión en la que el presidente Alberto Fernández necesita sí o sí de la bendición de Washington para postergar el pago de la deuda de USD 44 mil millones con el FMI. De todos modos, como admitió una calificada fuente oficial e Infobae, los problemas para cerrar un acuerdo están más en Buenos Aires -más precisamente dentro de la coalición gobernante- que en Washington.
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